viernes, 13 de enero de 2012

Pensamientos de San Agustín (VII)

Sabemos que la medida del amor es el amor sin medida. El amor no pone límites ya que si lo pone, no es amor, sino un afecto teñido del egoísmo que se cansa, se harta, cansa a los demás.

Y si la medida de amor al prójimo es "siempre", "sin límites", "setenta veces siete", mayor aún será la caridad para con Quien es Caridad, que nos amó primero y nos comunicó su Amor derramando su Espíritu Santo.


Amar a Dios: nunca lo amaremos lo suficiente, ni siquiera sabemos si ya lo amamos mucho o poco, porque Él siempre es mayor. Amémosle, supliquemos en la oración que aumente nuestro amor a Él y nos haga capaces de un mayor amor dilatando el corazón, dilatando los espacios de nuestra caridad:
No puedo medir a ciencia cierta cuánto me falta del amor para que sea bastante, a fin de que mi vida corra entre tus brazos, Señor, y no me aparte hasta que sea escondida "en lo escondido de tu rostro" (San Agustín, Conf. 13,8,9).
O sea, haznos amarte como Tú quieres ser amado; danos el Amor con el que amarte dignamente, santamente, totalmente.
 La ciencia sin caridad, hincha. Sin el amor-cáritas que nos da la verdadera y pequeña medida de uno mismo, la ciencia puede hinchar y conducir a la vanagloria y a la soberbia, fríos sin caridad. Comentaba san Agustín:
Se dice que la carne no sirve de nada igual que se afirma que la ciencia hincha (1 Cor 8,1). ¿Por eso se debe odiar ya la ciencia? No. ¿Qué significa la ciencia hincha? Cuando está sola, sin la caridad. Por eso añadió: la caridad edifica. Junta la caridad a la ciencia y la ciencia será útil; no por sí sola, sino por la caridad (San Agustín, In Ioh., 27,5).
Pero la ciencia verdadera es un andamiaje para que conociendo amemos y amando deseemos conocer más y mejor:
Empléese la ciencia como un cierto andamio por el cual va subiendo la estructura de la caridad, que permanece para siempre, aun después de la destrucción de la ciencia (San Agustín, Ep. 55 2,39).
Hermosa es la caridad, la única que permanece; subamos a Dios y elevémonos a Él:
Luego tres condiciones son necesarias al alma: que esté sana, que mire, que vea. Las otras tres: fe, esperanza y caridad, son indispensables para lo primero y segundo. Para conocer a Dios en esta vida, igualmente las tres son necesarias; y en la otra vida sólo subsiste la caridad (San Agustín, Solil. 1,7,14).
Y, siguiendo con la caridad, san Agustín habla de dos amores; el amor a Dios hasta el desprecio de sí, y el amor de sí hasta el desprecio de Dios. Uno se llama caridad, el otro concupiscencia. Crezca la caridad y dobléguese la concupiscencia. Será posible si sabemos amar y elegimos el objeto adecuado de nuestro amor amando más lo que merece ser amado más, y amando menos o nada o lo que merece ser amado menos o nada, es decir, ordenando la caridad:
Amad, pero pensad qué cosa amáis. El amor de Dios y el amor del prójimo se llama caridad; el amor del mundo y el amor de este siglo se denomina concupiscencia. Refrénese la concupiscencia; excítese la caridad (San Agustín, Enar. in Ps., 31 2,5).

4 comentarios:

  1. Buenos días don Javier."La ciencia sin caridad, hincha." es algo que he podido ver muchas veces a lo largo de toda micarrera como estudiante y profesional y cuanto más se hinchan más frágiles son en trato y formas y el estallido es muy triste y causa gran ruina y lástima, en cambio quien descubre que allí donde uno llega Dios desde siempre aguarda puede seguir pisando la tierra de la que hemos sido sacados.Un abrazo.

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  2. Uy que verdad.....creo que todo se empobrece sin la Caridad.....
    Que haces con las personas que no se saben debiles y estudian mucho para saberse seguros?, siendo muy autosuficientes y prepotentes? porque a su lado ves amargarse el ambiente eh? una Cruz tremenda para quien lo padece..pero que a la vez requieren a su lado una buena dosis de humildad y es lo bueno que tienen.....amar a estas personas hace que desde la Fé se vea cerquita a Dios.
    Me encanta S Agustin.Gracias D Javier.

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  3. Comparto el pensamiento de gosspi: todo se empobrece sin la Caridad.. porque allí no está presente Dios. Deus caritas est.

    Me alegra que compartamos la debilidad por el pensamiento agustiniano. Creo que la Iglesia de debe mucho a San Agustín, pero más a Dios, de supo tocarlo para que fuese nuestro pedagogo.

    Que Dios le bendiga.

    PD. Una intención. Han debido ya de operar a una persona que conozco de un nódulo en el pulmón. Les ruego una oración para que todo salga bien y se encuentre la salud lo antes posible. Gracias

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  4. Toda vanagloria es vana como indica su nombre y la vanagloria de la ciencia es fútil porque con cada progreso científico (en cualquier ciencia) surgen nuevas cuestiones, la ciencia no es más que un método que el ser humano puede usar para conseguir un mejor entendimiento del universo. El hombre no inventa, simplemente descubre las leyes que Dios estableció en la creación y luego, construye instrumentos útiles algunas veces, y otras juguetes de mero divertimento. Me reí con Behe, bioquímico molecular: "... quizá sea posible ser buen católico y creer en el darwinismo, pero es cada vez más difícil ser científico y aceptar dicha hipótesis".

    La ciencia, la buena ciencia, nos conduce irremediablemente a Dios y a entender con san Agustín que estábamos destinados a amarle desde el principio, que amarle a Él es la única forma de amar, tanto a nosotros como al prójimo, repitiendo con el santo: tarde te amé, hermosura tan antigua y tan nueva, tarde te amé, Tú estabas dentro de mí y yo fuera.

    ¡Qué Dios les bendiga!

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