lunes, 13 de diciembre de 2021

La virtud de la prudencia (y II)



3. El Señor aconseja en el Evangelio: “sed prudentes como serpientes y sencillos como palomas” (Mt 10,16). A esta prudencia en hacer el bien se refiere; pero también lo señala para que la prudencia evite el mal, el pecado, el evitar las tentaciones y saber salir de ellas. 



La prudencia nos puede enseñar, a partir de nuestros errores y de pecados que hayamos cometido, cómo huir del pecado, saber cómo nos vienen las tentaciones, cómo caímos una vez y ver ahora cómo salir de ellas. Los errores, los pecados, son experiencia que la prudencia aprovecha para evitar el caer de nuevo, señalando los remedios oportunos. 

Evitaríamos muchos pecados si fuéramos prudentes aprendiendo del pasado y no arriesgándonos ni jugando con las tentaciones.

 
            Considerando así la prudencia, observamos que tiene tres funciones fundamentales:

A)    La función de consejo, por la cual consulta e indaga los medios y las circunstancias para obrar rectamente; la prudencia lo pondera todo, lo mide y reflexiona;

B)     La función de juicio, esto es, determinar qué medio emplear y cuál es mejor omitir para esta circunstancia, aquí y ahora;

C)     La función de ordenar, y así es la prudencia la que dictamina cuándo obrar para que la impaciencia no precipite las cosas ni la dejadez haga que pase el tiempo sin actuar.


4. Es muy necesario ser prudentes; para ello ayuda mucho el meditar ante el Señor esta virtud, desearla y pedírsela. Ante el Señor hay que suplicarle la luz y la gracia para utilizar los medios para adquirir la prudencia.

            ¿Cuáles son estos medios para adquirirla?


            -Siempre, como norma, reflexionar antes de actuar para no dejarse llevar del primer impulso o del capricho. No hablar sin pensar, no decidir sin reflexionar.

            -Considerar despacio los pros y los contras, las ventajas e inconvenientes de todo, y ante el Señor, decidir.

            -Perseverar en los buenos propósitos; la inconstancia nos convierte en imprudentes.

            -Es prudente, además, el que vigila para no faltar a los propios deberes y obligaciones.

            -Proceder con sencillez y transparencia, sin engaños ni apariencia falsa.

            -Vivir al día sin preocuparse del mañana; el agobio por el mañana, el afán de acaparar, ciega el alma, y comete muchos errores.

            -La virtud de la prudencia se va adquiriendo cuando, siendo humildes, pedimos el consejo a otras personas que tengan la sabiduría de Dios sin pensar que nosotros lo sabemos todo y no necesitamos de nadie.

            -La oración, en trato con el Señor, y las celebraciones sacramentales interiorizadas, además de la escucha de la Palabra, nos irán dando la prudencia.

No hay comentarios:

Publicar un comentario