lunes, 16 de enero de 2023

Dimensión espiritual de la liturgia (Nicolás Cabasilas)

En "Explicación de la divina Liturgia", de Nicolás Cabasilas, hallamos cómo, para educar en la verdadera espiritualidad litúrgica, se comenta desde los mismos textos y ritos.

Pero los comentarios que ofrece no están cargados de alegorías complicadas, ni tampoco son comentarios de corte moral.




La liturgia, fuente de espiritualidad, es comentada en el orden dogmático, en las verdades de fe que contienen y se expresan y en el orden espiritual o modo de vivir santamente.


Veamos solamente algunos ritos de la Divina Liturgia resaltando la dimensión espiritual que el autor comenta.

*  En las otras fórmulas para la oblación, después de la preparación del pan con los misterios del Salvador, se indica la fórmula y se explica: 

     “¿Qué significa esto? Que la acción de gracias a Dios y la súplica constituyen la ocasión, el motivo de la presentación de las ofrendas... Esto es lo que sucede de manera manifiesta en cuanto a las oblaciones y ofrendas presentadas a Dios con estas dos intenciones: es porque ya hemos recibido y es a fin de recibir que damos gracias a Dios o le suplicamos. Acción de gracias por los favores recibidos, súplicas por los favores que vamos a recibir, de tal manera que las oblaciones son a la vez eucarísticas e impetratorias” (X, 5. 6). Así se indica el modo de ofrecer y disponerse.


*    La doxología inicial de la liturgia de la Palabra educa en el sentido de acción de gracias y alabanza que los fieles han de guardar en todo tiempo y momento. 

      “El hecho de encontrarse con Dios conlleva acción de gracias, glorificación, confesión, súplica... El primero de todos estos elementos es la glorificación (doxología) sobre todo porque expresa que los sirvientes muestran su reconocimiento cuando se acercan a su amo y que no manifiestan primero de manera inmediata sus propios intereses, sino lo que concierne únicamente a su Señor. Es lo que expresa precisamente la doxología... Por otra parte, la naturaleza misma y lo que es propio del acto que se va a realizar exclama que aquí la glorificación ocupe el primer lugar. En efecto, desde el momento en que nos acercamos a Dios, constatamos enseguida la trascendencia de su gloria, así como su poder y su grandeza; brotan, de aquí, sentimientos de admiración, de asombro, y otros semejantes: la doxología es su consecuencia normal... La doxología, pues, ocupa el primer lugar en nuestros encuentros con Dios. Por eso, antes de cualquier oración y antes de la santa liturgia, el sacerdote glorifica a Dios” (XI, B, 2-3. 5. 9).

*    La fórmula “Estemos atentos” de la Liturgia de la Palabra es exhortación constante a la vigilancia: 

      “¿Qué necesidad hay de que se haga esta llamada? Es porque la tiranía del olvido es grande: no hay ninguna tendencia humana que distraiga con tanta frecuencia y con tanta facilidad como ésta. Es, pues, con los adecuados pensamientos que debemos ponernos en pie y participar en la liturgia con sus fórmulas o sus ritos sagrados, si no queremos participar en ella sin sacar de la misma provecho alguno y haciendo un mal uso de nuestro tiempo. Pero esto no es cosa fácil. Por este motivo es preciso que nosotros mismos, por nuestra parte, nos mantengamos en guardia y seamos circunspectos; y, por otra parte, es necesario que se nos dirija una llamada desde fuera de nosotros, para que podamos avivar de nuevo nuestra mente, que constantemente está dispuesta a olvidar y se ocupa en vanas preocupaciones” (XXI, 3).

*    La oración que el sacerdote recita antes de la Gran Entrada de los dones lleva a considerar la santidad de vida en todos los momentos: 

      “¿Cuál es el motivo de esta oración? Es, igualmente la gloria de Dios. “Porque tú mereces toda gloria”. Después de haber glorificado así a Dios, juntamente con los fieles según la forma habitual, el sacerdote ora de nuevo, en secreto, por él mismo y por el pueblo: para que pueda servir personalmente sin reproche ante el altar, libre “de toda mancha del cuerpo y del espíritu” (cf. 2Co 7,1); en cuanto a los fieles que están orando unidos a él, para que sean dignos “de participar de os divinos misterios” sin culpa ni condena y, por otra parte, para que obtengan la herencia del reino de los cielos. El motivo de esta oración es también la gloria de Dios, por la que Pablo ordena que se hagan todas las cosas. “Hacedlo todo para gloria de Dios” (1Co 10,31). Vuestro objetivo en todo debe ser, dice, que Dios sea glorificado. Los campesinos se proponen, como finalidad de su labor, la abundancia de las cosechas y es con esta esperanza que tienen a bien su esfuerzo, los comerciantes persiguen la ganancia; los demás trabajadores algún fin análogo. Pero vosotros, en todo cuanto hagáis, buscad la gloria de Dios. Somos esclavos que debemos a nuestro Dueño este servicio por el que primero fuimos creados por él y después redimidos” (XXIII, 4).

*    La doxología de acción de gracias por la comunión sirve para recordarnos cómo hemos de conducirnos al participar en la liturgia y después, con pensamientos puros ante Dios. 

      “No es, pues, inútil que hayamos puesto el acento, más arriba, en la necesidad de pensamientos dignos de los santos misterios para experimentar cómo la santidad se establece y permanece en nosotros” (XLI, 4).

*    La Eucaristía es un diálogo, un coloquio santo con Dios y una recepción de aquello mismo que Dios entrega para santificar. 

      “Era justo dar el nombre de Eucaristía al más perfecto y más íntimo de nuestros coloquios con Dios, es decir, al sacramento de la Comunión, en el que hacemos mención no tanto de tal o cual gracia, sino de manera general de todos los bienes que hemos recibido de Dios, bien sea que los poseamos de hecho, bien sea que nos estén reservados. Era conveniente que este nombre no derivara de las súplicas que hacemos como consecuencia de nuestra miseria, sino de los beneficios que Dios nos ha concedido, no debía derivar de nuestra pobreza, sino de la inmensa bondad de este mismo Dios” (LII, 10).

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