Conocemos y sabemos cómo la Iglesia, desde el siglo II-III festejó la santísima Pascua del Señor con cincuenta días de fiesta, las siete semanas pascuales, con costumbres propias y una mirada al Señor glorificado que derrama su Espíritu Santo y a quien esperamos que venga glorioso desde el cielo.
El deseo de seguir, no una contemplación del Misterio, sino algo más palpable como es la cronología, hizo que se introdujese un desglose del Misterio según las fechas, y así se introdujo a los cuarenta días de la resurrección la solemnidad de la Ascensión.
La Ascensión es un acontecimiento salvador que se inserta dentro de la glorificación pascual del Señor. Resucita y es entronizado a la derecha del Padre para desde allí enviar al Paráclito, al Espíritu Santo.
Es un movimiento más, un acontecimiento salvador del mismo Señor resucitado, por tanto, una secuencia más de la Pascua de Cristo.
Predicaba san Juan Crisóstomo:
"Hemos celebrado hace poco tiempo la cruz, la pasión, la resurrección y en seguida la subida de nuestro Señor Jesucristo a los cielos. Hoy, finalmente, hemos llegado al final de estos beneficios al celebrar esta metrópoli de las fiestas, en presencia de los frutos prometidos por el Señor. Cuando yo me vaya, ha dicho, os enviaré otro Paráclito; yo no os dejaré huérfanos" (De sancta pentecoste, Hom. 2,1).
De él nos proviene una descripción de todas las fiestas cristianas a lo largo del año litúrgico, del Misterio de la salvación que se da en Cristo, que Cristo ha realizado en su Persona:
"Vamos a llegar a una fiesta, la más venerable y la más emotiva de todas, que podría ser denominada sin temor a equivocarse la metrópoli de todas las fiestas. ¿De qué fiesta se trata? Del nacimiento de Cristo según la carne. De ella derivan, en efecto, la epifanía, la Pascua santa, la ascensión y pentecostés" (S. Juan Crisóstomo, De beato Philogonio VI,3).
San Juan Crisóstomo centra todo en el nacimiento de Cristo, en la entrada del Verbo hecho carne en nuestro mundo, donde se desencadena la historia salvífica en plenitud. De ese nacimiento santo vienen los demás Misterios (epifanía, Pascua, ascensión, pentecostés).
Otro testimonio nos hablará de la Ascensión del Señor dentro de los cincuenta días de Pascua, la semana de semanas: es Cromacio de Aquileya, en el siglo IV:
"La solemnidad que hoy celebramos no es una pequeña fiesta. En este día, en efecto, que es el día cuarenta después de la resurrección, como vuestra caridad acaba de escuchar en la lectura de hoy, nuestro Señor y Salvador, a la vista de sus discípulos allí presentes, subió a los cielos con su propio cuerpo" (Serm. 8,1).
Un único Misterio, Jesucristo, es celebrado, pero de ese único Misterio se desprenden todos los misterios salvadores. Buscando una fidelidad cronológica, se introdujo la celebración de la Ascensión a los 40 días de Pascua. La plenitud llegará con Pentecostés.
Comparto la reflexión de san Juan Crisóstomo, porque si Dios no hubiera ‘decidido’ hacerse hombre en su Hijo, nosotros seguiríamos siendo gentiles o musulmanes (la Reconquista no se hubiera producido, la mayor parte central y oriental de Europa sería musulmana e Hispanoamérica seguiría adorando a sus dioses). No se hubiera producido la epifanía, la Pascua santa, la ascensión ni pentecostés.
ResponderEliminarPadre, te da gloria tu Hijo en el Espíritu Santo por los siglos de los siglos.