En más de una ocasión, se ha dicho infundadamente, que el teólogo suizo Hans Urs von Balthasar era un peligroso liberal, un modernista, un progresista.
En más de una ocasión, quienes han afirmado esas cosas, normalmente sin haber leído su vastísima obra sino sólo alguna recensión como mucho, y bastante tendenciosa, han ignorado el hecho de que es un teólogo citado por el Magisterio pontificio contemporáneo y que un gran aval, diríamos que irrefutable, es el que le presenta el teólogo Joseph Ratzinger, posteriormente elegido papa Benedicto XVI, que también citará a Balthasar elogiosamente en su Magisterio.
Quisiera con estas entradas que se dedicarán a Balthasar, que no son propiamente catequéticas, mostrar su figura y los avales que tiene de por sí, refutando a quienes lo rechazan como liberal y casi hereje, tanto como a los otros que lo tildan de conservador a ultranza.
Balthasar fue sumamente prolífico en sus escritos, en sus obras publicadas, tantas que ni siquiera están todas traducidas al castellano y hay que acudir, para quienes no sabemos alemán, a las traducciones italianas. Su planteamiento es original; los fogonazos de verdadera espiritualidad brillan en todas sus obras.
En el postconcilio, Balthasar junto a otros grandes, como el propio Ratzinger, De Lubac, Le Guillou, etc., idearon una gran revista, "Communio", con un pensamiento verdaderamente católico. Hoy sigue existiendo... excepto la edición española que dejó de salir en 2009 por mil y un problemas, desgraciadamente.
Ratzinger narró el cómo de esta revista "Communio" y habló de la importancia de Balthasar como un gran teólogo católico del siglo XX; dicho sea de paso, la importancia de Balthasar requiere que se le lea... y ojalá las entradas que vamos a dedicar a Balthasar sirvan para despejar su imagen y teología de toda sospecha y animadversión (del signo que sea) e incitar a leerlo.
Escribe Ratzinger:
"Cuando a principios del año 1972 apareció el primer número
de la Revista Católica Internacional “Communio”, las ediciones
eran dos: la alemana y la italiana; la edición croata estaba a punto de nacer.
La edición alemana fue presentada con una breve introducción de Franz Greiner;
común a ambas ediciones era la contribución teológica programática de la pluma
de Hans Urs von Balthasar: “Communio: un programa”. Cuando hoy, veinte años
después, se leen de nuevo estas páginas, se comprueba con sorpresa que lo dicho
entonces sigue siendo plenamente actual y conserva todo su vigor en el paisaje
teológico hodierno. Indudablemente hay que preguntarse hasta qué punto la
revista se ha mantenido fiel a este programa y qué se puede hacer para
mejorarlo. Pero semejante examen de conciencia no puede construir el objeto de
mi conciencia, que únicamente pretende refrescar la memoria y reafirmar la
voluntad que dio origen a la revista.
1. El origen de la
revista Communio
Para este
propósito podría ser útil primero echar una mirada retrospectiva al nacimiento
y crecimiento de la revista, de la que hoy –no sin dificultades y problemas- se
publican trece ediciones en diferentes lenguas y constituye un punto de
referencia obligado en el debate teológico del presente.
Al
principio la idea surgió de una iniciativa de Hans Urs von Balthasar, que no
pretendía directamente la fundación de una revista. El gran teólogo de Basilea
no había participado en el Concilio. Considerando lo útiles que hubieran sido
sus aportaciones, el hecho resulta ciertamente lamentable. Pero tuvo también su
lado bueno, pues la distancia desde la que von Balthasar pudo observar el
fenómeno del Concilio le proporcionó una independencia y una claridad de juicio
que hubiesen sido imposibles de haber participado directamente durante cuatro
años en los trabajos conciliares. Baltahsar vio y reconoció la indiscutible
grandeza de los textos conciliares, pero también se dio cuenta de que alrededor
de ellos pululaban espíritus de escasa talla que trataban de aprovechar la
atmósfera del Concilio para sus intereses y que, dejando de lado la norma de la
fe, proponían exigencias o afirmaciones que eran muy del agrado de los
contemporáneos y que parecían estimulantes por el mero hecho de que hasta
entonces se habían considerado como incompatibles con la fe de la Iglesia. Orígenes
dijo en cierta ocasión: “Los herejes piensan más profundamente pero no más
verdaderamente”. En mi opinión en la época posconciliar estas palabras habría
que cambiarlas un poco y decir: “Su pensamiento parece más interesante, pero a
costa de la verdad”. Afirmar lo que hasta entonces había sido imposible fue algo
de lo que se hizo gala como continuación del espíritu del Concilio. Sin crear
nada nuevo, era fácil hacerse los interesantes, ofreciendo los restos de la
antigua teología liberal como si de nueva teología católica se tratara.
Balthasar
percibió con gran agudeza este proceso –en el que lo interesante era más
importante que lo verdadero- desde un principio y se opuso decididamente a él
con toda la inexorabilidad de su pensamiento y de su fe. Cordula oder der Ernstfall (publicado en 1966) será considerado
siempre por nosotros como un clásico de la polémica objetiva, digno de aparecer
al lado de los grandes escritos polémicos de los Padres que nos enseñaron a
distinguir entre gnosis y cristianismo. A este libro le había precedido en 1965
otro librito más pequeño, ¿Quién es un
cristiano?, que con gran claridad de juicio presentaba los criterios para
diferenciar lo auténticamente cristiano de los cristianismos creados por la
propia fantasía. Con estos escritos Balthasar anticipaba ya lo que en 1972
definió como la tarea de “Communio”: “No se trata de hacerse el valiente con
fanfarronería, sino de tener verdadero valor cristiano para exponerse”. Él se
había arriesgado y lo había hecho seguramente con la esperanza de que sus
toques de trompeta hicieran volver al pensamiento teológico hacia la
objetividad.
Pero el
sabio de Basilea pronto se dio cuenta de que su voz no era suficiente en un
momento en que ya no se juzgaba a la teología por sus contenidos, sino según
las categorías puramente formales de conservadora o progresista. En esta
situación lo que era encasillado como conservador simplemente carecía de interés,
y no había necesidad de emplear ulteriores argumentos. Por eso Balthasar se vio
obligado a buscar aliados. Proyectó una obra colectiva (Klarstellungen) de no más de 150 páginas. Los mejores especialistas
de cada una de las disciplinas debían exponer brevemente lo esencial para las
cuestiones fundamentales de la fe. El propio Balthasar elaboró una lista de
temas y escribió una especie de esbozo de 35 páginas, en el que intentó
explicar a los futuros autores la lógica interna de la obra para hacerles
comprender el lugar que ocupaba su tema dentro del conjunto. Habló con muchos
teólogos, pero debido a los compromisos de los autores por él previstos, la cosa
no fue posible. Además ocurría que las rápidas transformaciones de los
distintos conceptos teológicos hacían necesarios continuos cambios en el
planteamiento de las cuestiones y de las respuestas. A finales de los años
sesenta Balthasar comprendió que su proyecto no podía realizarse. Era evidente
que una obra escrita, aunque fuera colectiva, no bastaba y que era necesario un
diálogo permanente con las diversas corrientes.
Y así fue como surgió
la idea de una revista, que tomó forma durante la primera sesión de la Comisión Teológica
Internacional (1969). A esto vino a añadirse otro elemento: se comprendió
enseguida que semejante órgano de diálogo debía ser internacional, para poder
expresar realmente toda la riqueza de lo católico, y represarlo en sus diversas
manifestaciones culturales. Lo que ya había sido determinante en el proyecto de
Klarstellungen, se convirtió entonces
en algo completamente claro: que solo el Sí, y nunca el No, podía dar
estabilidad a una empresa semejante. Había que partir de un fundamento positivo
para poder dar respuesta a las cuestiones planteadas. En el otoño de 1969, con
ocasión de las consultas oficiales de la Comisión, Balthasar, De Lubac, L. Bouyer, J.
Medina, M.-J. Le Guillou y yo tuvimos una reunión en la que este proyecto tomó
su forma concreta. Teniendo en cuenta la nacionalidad de los participantes en
la reunión, primero debía resultar una obra común franco-alemana: Le Guillou,
que entonces todavía no había caído enfermo y conservaba toda su fuerza
creativa, debía asumir la dirección de la edición francesa, mientras que
Balthasar había asumido ya entonces la paternidad del proyecto común con una
responsabilidad especial sobre la edición alemana".
(RATZINGER, Joseph, “Communio: un programa”, en Id., Communio. Un programa teológico y eclesial, Madrid 2013, 116-119).
Gracias por las indicaciones D. Javier. He localizado un repositorio con bastantes números de la revista Communio digitalizada, así que bucearé leyéndola con tranquilidad. Feliz sábado, que el Señor le bendiga :)
ResponderEliminarNéstor:
EliminarEstuve suscrito varios años, hasta su extinción en la edición española. He buscado números en francés e italiano -en Iberlibro- por artículos relacionados con la tesis.
Por eso, ¿Communio digitalizada? ¿Cómo se accede? ¿Puede ofrecernos el enlace? ¡Gracias!
http://www.apl.name/communio/default.htm
ResponderEliminarAdelante con el tema, páter!
EliminarSe me adelantó Conrad!!!! Hay para leer durante meses!!! :)
ResponderEliminarSi De lubac no es progresista o modernista , yo soy Brad Pitt. en fin.
Eliminar¡Uy! Se me pasaban los días y no os he dado las gracias a ambos...
ResponderEliminar¡¡Qué maravilla de enlace!! Tengo mucho que indagar por ahí. Mil gracias.
Communio el modernismo soft pero ustedes ciegos imposible que lo alcancen a ver...
ResponderEliminarhttp://www.catolicosalerta.com.ar/libros/modernismo.pdf
.
http://www.statveritas.com.ar/Libros/Precursores_y_peritos_del_Concilio.pdf
ResponderEliminarPRECURSORES Y PERITOS DEL CONCILIO
O DE LA......CONTRIBUCIÓN AL VATICANO II DE TEÓLOGOS CONDENADOS
por la Iglesia... (I): Theilard, de Lubac, Daniélou y von Balthasar
Karl Rahner y este filosofo que abrio las grietas mas que ninguno, hoy pagamos la consecuencia de tanto sincretismo, relativismo y confusion en la Santa Iglesia.
Eliminarhttp://www.catolicosalerta.com.ar/libros/modernismo.pdf
ResponderEliminarCien años de modernismo. P. Dominique Bourmaud.
http://youtu.be/Au1x2YytIps
ResponderEliminarLa Iglesia no comenzó en el concilio vaticano II, combatir su pasado es un tremendo error. En defensa de la tradición nos dedicamos a demostrar el terrible daño que ha producido el abandono de la tradición de la Iglesia. Más aún, comprobamos que la tradición de la Santa Iglesia Católica es la verdad que Cristo confió a los hombres.
http://www.statveritas.com.ar/Cartas/CartaWilliamson11.htm
ResponderEliminarJUAN PABLO II: EL DISCIPULO DE LOS NUEVOS TEOLOGOS
Nuestro último análisis concierne a la persona de Juan Pablo II. Cuando un Cardenal es partidario de la "nueva teología" es evidente que la Iglesia sufre y se lamenta por ello, pero cuando es el mismo Papa, entonces es una verdadera catástrofe. Si Pablo VI no se escondía en cuanto a su admiración por los "nuevos teólogos", Juan Pablo II se declara uno de sus discípulos. El teólogo alemán Johannes Dörmann nos lo dice en un libro reciente que acaba de publicar. Dórmann no es exactamente un tradicionalista, pero impresionado por la reunión de Asís de 1986, emprendió un trabajo sereno y objetivo en tomo a los discursos y escritos del Papa Wojtila. El Padre Dörmann nos dice que el error fundamental de Juan Pablo 11 consiste en afirmar que todos los hombres, consciente o inconscientemente, se encuentran en un estado de Redención efectiva, Redención llevada a cabo por Jesucristo, lo que significa que todos están salvados. El error proviene directamente de la "nueva teología" que glorifica al hombre hasta tal punto que introduce una confusión entre naturaleza y gracia. La naturaleza humana es tan maravillosa que por sí misma llega a lo "sobrenatural". Por lo tanto todo aquel que posee la naturaleza humana tiene también lo "sobrenatural", es decir la Gracia. Y así pues se puede afirmar que todos los hombres se encuentran en estado de Gracia y en consecuencia todos los hombres, por el solo mérito de ser hombres, están salvados. El Infierno existe, pero “vacío”, decía von Balthasar. De esta forma tenemos una visión nueva, y tan nueva, de la Iglesia, de la Revelación y de la Fe