"Derramaré mi Espíritu sobre toda carne, profetizarán vuestros hijos e hijas..." (Jl 3).
"Derramaré sobre vosotros un agua pura que os purificará... Os infundiré mi espíritu y viviréis..." (Ez 36).
Y las promesas del mismo Señor, en su discruso de despedida (Jn 14-16):
"No os dejaré huérfanos. Os enviaré otro Paráclito..."
"Yo le pediré al Padre y él os dará otro Defensor..."
Se derramó el Espíritu Santo en la cruz, por el costado abierto del Salvador, y en Pentecostés. Se nos da el Espíritu Santo en el Bautismo y en la Confirmación y cada vez que celebramos la Eucaristía.
"Es el Consolador prometido por Jesús a sus discípulos.
Es Él quien hablará en lugar de nosotros cuando seamos acusados injustamente;
Él, quien lo lleva a cabo todo en la Iglesia, asignando a cada uno el lugar que tiene destinado desde toda la eternidad;
Él, quien obrapor el ministerio de los Apóstoles toda suerte de maravillas en las almas y hace fecundo el apostolado;
Él, quien ora en nosotros y en favor de nosotros, incluso cuando no estamos pensando en ello;
quien pone en nuestros corazones los sentimientos de confianza y de afecto filial hacia el Padre;
quien nos santifica haciendo de cada uno de nosotros verdaderos hijos del Padre en Cristo Jesús.
Si el Hijo vino al mundo para restaurar el orden primitivo establecido por el Padre y violado por el pecado, al Espíritu Santo le corresponde el acabamiento de la obra de la Redención por medio de la santificación de las almas" (RIAUD, A., la acción del Espíritu Santo en las almas, Rialp, Madrid 1998, 12ª ed., p. 17).
El Espíritu Santo es el Espíritu de Jesús, el Espíritu que vino Él a traer al mundo. Nuestra vida se santifica si nos dejamos inundar interiormente por Él pues forma en nosotros a Jesucristo, pero esta transformación necesita nuestra atenta colaboración.
ResponderEliminarJesús nos dijo: "Os enviaré mi Espíritu, el cual os lo enseñará todo y os explicará cuantas cosas os he dicho”. El alma santa es templo y morada del Espíritu Santo y, cuanto más pura de obstáculos está el alma, mayor lugar deja al Espíritu Santo. “No sufre que haya en el corazón que posee ninguna paja, sino que la quema al punto”, dice san Bernardo.
Si vivimos según el Espíritu, obremos también según el Espíritu (Epístola a los Gálatas).
Después de la purificación mediante la prueba y el sufrimiento, surge el alba de una nueva era, anunciada ya por el profeta Jeremías cuando habló de una «nueva alianza» entre el Señor e Israel . El mismo Ezequiel proclamó: «Yo les daré un corazón nuevo y pondré en ellos un espíritu nuevo: quitaré de su carne el corazón de piedra y les daré un corazón de carne, para que caminen según mis preceptos, observen mis normas y las pongan en práctica, y así sean mi pueblo y yo sea su Dios»
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