La cooperación y el trabajo conjunto fueron admirables. Ratzinger y Balthasar, junto a otros grandes, como por ejemplo De Lubac, estaban en la misma sintonía, lograron una teología amplia, "católica", integradora, con un elemento desde luego común: beber de los Padres de la Iglesia, en sintonía con la Tradición, y crear una teología dogmática que era espiritual a la vez y sin separación.
La revista internacional "Communio" es uno claro exponente de ese trabajo conjunto, y se descubre cómo Ratzinger, narrando la fundación de aquella revista, profesa una admiración muy honda a la teología de von Balthasar.
Este teólogo suizo es una luz en medio de tanta sequedad teológica, que, por aquellos años, hizo de la teología una ideología impregnado de lo que antes se llamaba "modernismo". Balthasar, por el contrario, sacó a la luz las miserias del modernimos y de la teología ideologizada; abrió otros caminos, unió pensamientos y lenguajes; trabajó con los Padres, con el arte, con la filosofía de todas las épocas, con la literatura..., y con ese bagaje ofreció una teología digna de tal nombre, pulcra, eclesial, elevadora.
Por ejemplo, Ratzinger destaca el concepto de "Communio" en la mente de Balthasar, es decir, lo que significa la Comunión eclesial para el pensamiento de Balthasar como una gran aportación:
"Communio es en primer lugar un concepto
teológico, pero en segundo lugar es también un concepto sacramental, y solo
como consecuencia de ello es también un concepto eclesiológico. Es comunión con
el cuerpo y la sangre de Cristo (por ejemplo 1Cor 10,16). Aquí adquiere todo su
plena concreción: todos comen del mismo pan y se convierten así en un único
cuerpo. “Recibid lo que sois”, dice san Agustín al respecto, después de afirmar
que mediante los sacramentos el propio ser del hombre se funde y se transfunde
en la comunión con Cristo. La
Iglesia solo es plenamente Iglesia en el sacramento,
precisamente allí donde ella se entrega a Él y Él a ella, recreándola
constantemente. Aquí habría que hablar de la dimensión jerárquica y una vez más
de la Tradición
como crecimiento en la identidad. Sobre todo aquí se hace visible lo que significa
ser católico. El Señor está íntegramente presente en cualquier lugar, pero esto
significa también que todos juntos somos la única Iglesia y que la unión de la
humanidad constituye el destino esencial de la Iglesia. Porque
“Él es nuestra paz”. “En Él unos y otros tenemos acceso al Padre en un mismo
Espíritu” (Ef 2,14.18).
Partiendo de aquí Hans Urs von Balthasar ha lanzado una
severa reprimenda a los grupúsculos. Recuerda ante todo que “en estos tiempos
la comunidad eclesial para muchísima gente representa ya solamente un viejo
esqueleto de instituciones” y con ello “el grupo reducido… es elevado cada vez
más a criterio supremo de vitalidad eclesial. Para mucha gente la Iglesia en cuanto
católica-universal se cierne en el vacío como una especie de tejado que ya no
está unido a la casa, por encima de los pisos que ellos habitan”. Ante el
riesgo que esto supone Balthasar afirma que “todo el enorme esfuerzo de Pablo
tuvo como finalidad el sustraer a la comunidad eclesial del ataque disgregador
de las vivencias carismáticas y dirigirla –por medio del ministerio apostólico-
hacia lo católico más allá de sí misma. Ciertamente el ministerio es siempre
servicio y nunca señorío o dominio, pero un servicio con pleno poder para
demoler todos los bastiones erigidos por los carismáticos contra la Communio
universal para obediencia de Cristo (2Cor 10,5). Quien nivelándolo todo
destruye carismáticamente (democráticamente) el ministerio eclesial, pierde así
el momento que anima, refiera más allá de sí misma y eleva a toda misión
específica eclesial al nivel de la
Catholica, cuyo
vínculo unificante no es la experiencia o vivencia común (gnosis), sino el amor que se entrega (ágape). A fin de cuentas, aquella destruye, mientras que este
edifica”.
Evidentemente esto no significa negar la importancia de la Iglesia local o de los
nuevos movimientos y comunidades eclesiales en los que la Iglesia y la fe se
experimentan con una nueva frescura: en todos los tiempos de crisis de la
historia de la Iglesia
semejantes movimientos han sido el punto de partida de la renovación, las
energías necesarias para un renacimiento. A condición siempre de que porten en
sí la apertura hacia la totalidad de lo católico y de este modo se inserten en
la unidad de la
Tradición. Con la palabra ágape
se alude a otra dimensión esencial del concepto de Communio: la comunión con Dios no puede ser vivida sin una
preocupación real por la comunidad de los hombres. Por eso la dimensión ética y
social pertenece teológicamente a la esencia de la Communio.”
( Joseph Ratzinger, “Communio: un programa”, en: RATZINGER, Joseph, Communio. Un programa teológico y eclesial, Madrid 2013,128-130).
¿Podrá alguien sensato afirmar que Balthasar es un hereje o un modernista cuando lo está presentando Ratzinger de este modo?
Pero aún queda más, mucho más para ir conociendo a Balthasar y ubicarlo, sin dejarnos llevar por los prejuicios de otros.
Es cierto que se eleva, a veces, el grupo reducido a criterio supremo.
ResponderEliminarMe gusta esa frase de Balthasar relativa al esfuerzo de san Pablo contra el ataque disgregador de las vivencias carismáticas que vemos (leemos) en las Cartas a los Corintios, tan mal entendidas en muchas ocasiones.
Por la obediencia a la verdad habéis purificado vuestras almas para un amor fraternal no fingido (Lectura de Vísperas)
Julia María:
Eliminar¡¡¡Ay, eso de los carismas!!! jejejeje...
Balthasar, aunque es difícil de captar y hay que leerlo mucho y muchas veces para aprehenderlo, es interesantísimo. Lo aconsejo, al menos, en sus obras menores.