martes, 13 de enero de 2015

Con el canto, todos participamos en la liturgia

El canto en la liturgia es un modo muy santo, saludable, de participar en la liturgia, es decir, de que todos los fieles participen en la liturgia. Cantar juntos, responder juntos cantando, entonar el Gloria alabando a Dios, etc., son modos de participar los fieles en la liturgia y, si queremos una participación auténtica en la liturgia, hemos de cuidar el canto litúrgico y hemos de cantar en la liturgia, sin miedo, sin titubeos.


En la liturgia se canta porque la liturgia implica, de por sí, el canto, aunque eso no signifique en todas las Misas se cante todo o que haya que cantar todo. Es distinto vivir la liturgia de la Vigilia pascual o de un domingo pascual, que un sencillo domingo del Tiempo Ordinario, o un día de la Octava de Navidad, o una feria cuaresmal.


            Según el grado de solemnidad de cada celebración, habrá que cantar algunos elementos o todos, pero hay una gradación en la elección de las partes cantadas. El primer grado, el que es siempre más aconsejable, incluye la parte propia de todos los fieles fomentando así una participación orante, activa y espiritual:

            “Pertenecen al primer grado:

            a) En los ritos de entrada:
– El saludo del sacerdote con la respuesta del pueblo.
– La oración.

            b) En la liturgia de la palabra:
– Las aclamaciones al Evangelio.

            c) En la liturgia eucarística:
– La oración sobre las ofrendas.
– El prefacio con su diálogo y el Sanctus.
– La doxología final del canon.
– La oración del Señor –Padrenuestro– con su monición y embolismo.
– El Pax Domini.
– La oración después de la comunión.
– Las fórmulas de despedida” (Instrucción Musicam sacram, n. 29).

  
          Destaca, claramente, aquellos elementos dialogales entre el sacerdote y los fieles, cantados siempre que sea posible, para que el pueblo cante la respuesta, las aclamaciones, el “Amén”, así como las aclamaciones al Evangelio acogiendo a Cristo que habla a su pueblo y el Sanctus.

            Incluyendo lo anterior, el segundo grado para el canto sería:

“Pertenecen al segundo grado:
a) Kyrie, Gloria y Agnus Dei.
b) El Credo.
c) La oración de los fieles” (Instrucción Musicam sacram, n. 30).

Y, por último, el tercer grado en importancia del canto:

“Pertenecen al tercer grado:
a) Los cantos procesionales de entrada, y de comunión.
b) El canto después de la lectura o la epístola.
c) El Alleluia antes del Evangelio.
d) El canto del ofertorio.
e) Las lecturas de la Sagrada Escritura, a no ser que se juzgue más oportuno proclamarlas sin canto” (Instrucción Musicam sacram, n. 31).


            Dentro de los cantos “Propios” de cada Misa, destaca el salmo responsorial que por su naturaleza está destinado para ser cantado, tomando parte los fieles en la respuesta. “Dentro del «Propio», tiene particular importancia el canto situado después de las lecturas en forma de gradual o de salmo responsorial. Por su naturaleza, es una parte de la liturgia de la palabra; por consiguiente, se ha de ejecutar estando todos sentados y escuchando; mejor aún, en cuanto sea posible, tomando parte en él” (Instrucción Musicam sacram, n. 33). También la Ordenación del leccionario de la Misa destaca el salmo responsorial:


“20. El salmo responsorial ordinariamente ha de cantarse. Hay dos formas de cantar el salmo después de la primera lectura: la forma responsorial y la forma directa. En la forma responsorial, que se ha de preferir en cuanto sea posible, el salmista o el cantor del salmo, canta la estrofa del salmo, y toda la asamblea participa cantando la respuesta. En la forma directa, el salmo se canta sin que la asamblea intercale la respuesta, y lo cantan, o bien el salmista o cantor del salmo él solo, y la asamblea escucha, o bien el salmista y los fieles juntos.

21. El canto del salmo o de la sola respuesta contribuye mucho a comprender el sentido espiritual del salmo y a meditarlo profundamente”.

            El canto corresponde a lo que es la liturgia, acción sagrada, fomentando la unión de las voces y el corazón, la solemnidad, suscita sentimientos espirituales y se glorifica a Dios. La liturgia se vive mejor, más santamente, y se participa con más fruto, si tomamos parte en el canto común en aquellos momentos en que todo el pueblo interviene, y si escuchamos interiormente los cantos que sólo correspondan al coro. 

“Mediante la unión de las voces, se llega a una más profunda unión de corazones; desde la belleza de lo sagrado, el espíritu se eleva más fácilmente a lo invisible; en fin, toda la celebración prefigura con más claridad la liturgia santa de la nueva Jerusalén.
Por tanto, los pastores de almas se esforzarán con diligencia por conseguir tal forma de celebración” (Instrucción Musicam sacram, n. 5).


            Salvando los excesos de música y canto, a veces no propiamente litúrgicos ni convenientes para la sagrada liturgia, con demasiado ritmo y ruido, se tiende en ocasiones a presentar la participación en la Misa como una devoción privada donde sólo haya silencio absoluto, los fieles estén en silencio y contemplen piadosamente lo que el sacerdote realiza en el altar. De un extremo se pasa fácilmente al otro extremo. Pero ya vemos que cantar no estorba el recogimiento, sino que ya de por sí es oración y medio de participación. No se puede interpretar restrictivamente la adoración y la devoción con el mutismo absoluto durante la Eucaristía.

            La liturgia incluye el canto como un elemento más, un elemento propio de las acciones sagradas de la Iglesia. Por tal razón, se participa cuando todos toman parte del canto común, responden cantando, oran cantando y no simplemente oyen lo que cantan otros como un adorno añadido.

            Entendamos entonces que se participa más cantando, por ejemplo, la respuesta “y con tu espíritu”, “Amén”, o el versículo del salmo responsorial, que si tuviéramos que intervenir leyendo una monición o llevando una ofrenda de las llamadas “simbólicas”. Cuando cantamos, haciendo oración nuestro canto, estamos participando interior, activa, fructuosamente, en la liturgia.

            La belleza del canto, la música y la solemnidad adecuada, el fomento del verdadero canto litúrgico, etc., serán medios para incrementar una auténtica participación de todos en la liturgia. El canto es algo más que un medio de solemnizar la liturgia, o de hacerla amable (simpática, entretenida). Conlleva implicaciones espirituales muy concretas para que sea el cántico nuevo que elevamos al Señor. “Los Obispos y demás pastores de almas procuren cuidadosamente que en cualquier acción sagrada con canto, toda la comunidad de los fieles pueda aportar la participación activa que le corresponde” (SC 114).

2 comentarios:

  1. Ya he comentado alguna vez que prefiero que canten todos los fieles y no únicamente un coro. Cantar ensancha no sólo los pulmones, también el espíritu.

    Lo que observo en Murcia es la producción de un círculo vicioso: los fieles no cantan ya sea por vergüenza, falta de costumbre o porque no se saben "la letra" y los sacerdotes "invitan" poco a cantar quizá porque cuando lo hacen escuchan pocas voces de fieles cantando. Ambas situaciones se retroalimentan.

    Al son de instrumentos cantaremos tu poder (de las antífonas de Vísperas)

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Julia María:

      Sin duda, así es.

      Hay cantos para que todos canten y respondan, otros que sólo son del coro. Pero cantar en lo que a todos nos toque ensancha el alma.

      Lo del círculo vicioso es horrible: no cantan..., por vergüenza, por no destacarse, por no desafinar... Y el sacerdote se queda solo muchas veces (es mi caso) con algo tan simple como el Aleluya o el Sanctus.

      Eliminar