martes, 27 de mayo de 2014

Certezas de la fe

Hay momentos de crecimiento en la fe que todos vamos pasando, de manera más brusca o más suave, para que la fe busque más y mejor solamente a Jesucristo, y en Él se afiance la vida entera, dejando de ser "costumbre" a ser una adhesión vital, una respuesta completa de la vida entera.


¿Es cierto lo que creo? ¿Sólo he asimilado algo que me han dicho o es una verdad palpitante, fascinante? ¿En qué me baso para creer? ¿Cómo puedo saber que creo de verdad?

Son preguntas que se hace quien vive la fe pero busca creer mejor, más firme, más libre, más entregadamente. Un joven, sincero y audaz, a mi juicio de gran valía, me escribió:



"...Todo esto me llevó a pensar, ¿Cómo puedo creer en una alguien a quien apenas "conozco"? ¿Qué sé de las enseñanzas de Jesús? ¿Únicamente lo que se me ha dicho en catequesis? y por fin la pregunta que tanto temía: ¿en qué 
creo?

    No puedo dejar de pensar que mi casa no está cimentada sobre piedra, sino sobre arena, la cual a la más mínima duda desaparece y hace que mi casa se derrumbe. Se podría hablar de fe, de experiencia religiosa, de cercanía a Dios, pero... ¿y si todos esos sentimientos están edulcorados por lo que me han dicho que crea y no por lo que yo siento en verdad? ¿Cómo saber que no he sido manipulado para profesar la fe cristiana hasta el punto de "sentir" cosas que en verdad no siento? ¿Cómo tener una fe fundamentada y firme, que no se derrumbe ante una simple duda o ante las pocas evidencias históricas de Jesús? Ya no sé si mi vida se mueve solamente por la inercia que me ha sido transmitida o soy yo el verdadero motor de mi vida.

   ¿Cómo saber que mi religión, un pilar fundamental de mi vida y que me da un terrible miedo (sí, miedo) a perder no está fundada, no digo ya en mentiras, sino en interpretaciones incorrectas de unas personas que no entendieron el mensaje de un simple hombre? ¿Por qué no conocemos la historia de nuestra Iglesia, por qué no conocemos que San Pablo fue el verdadero precursor del cristianismo en el mundo?, ¿y si sus interpretaciones eran incorrectas? Sé que tengo que pensar que estaba inspirado por el Espíritu Santo, pero también me cuesta pensar que siendo el hombre como yo estuviera en disposición de una verdad que a mi no me ha sido revelada, ni que me habría siquiera planteado si no hubiera oído hablar de ella y me hubiera sido transmitida.

   En definitiva, creo que no conozco mi religión, únicamente unos leves esbozos que me han dido transmitidos y que se me han presentado como dogmas de fe y yo simplemente he asentido y he creido.

   No se si llego a expresarme bien, ni lo que siento, pero me preocupa. Tengo dudas y aunque suene a disparate o a herejía, no puedo mas que pensar que mi religión es un invento de unos pocos hombres y que se ha distorsionado hasta nuestros días".

¿Cómo responder a quien vive un momento de tensión en la fe, de crisis de crecimiento y busca la verdad? Realmente, ¿cuáles son estas certezas de la fe? Así respondí a mi joven amigo.


"Que se desate un terremoto interior, ni me preocupa ni me escandaliza, porque es normal y forma parte de nuestras propias crisis de crecimiento; vamos a tratar de responder para que salgas reforzado.

¿En qué crees y por qué?

En Jesucristo muerto y resucitado, el Hijo de Dios, que te muestra su amor infinito y te incorpora a su Cuerpo que es la Iglesia; en ella te sostiene con su Palabra y los sacramentos durante esta vida para que llegues a la vida eterna, feliz, gloriosa con Él.

¿Por qué? ¡¡Porque te lo han dicho!! Claro!! Nadie cree directamente en Cristo por un estudio personal de pruebas, razonamientos y búsquedas personales. Descubrir a Cristo es un don, una Gracia que primero -siempre- nos viene por el testimonio de otros. En tu caso, por tu familia y la catequesis. La fe viene por la predicación, dice san Pablo, esto es: porque nos lo anuncian quienes antes han conocido a Cristo y lo han amado y lo han experimentado en su vida.

Si nos remontamos al origen, la fe viene por el testimonio. Unos hombres, los apóstoles y las mujeres, convivieron con Él, lo oyeron predicar, quedaron impactados, vieron sus milagros, curaciones, los signos de su obrar divino; asistieron de lejos, asustados, a la Cruz, lo vieron sepultado y después, a los tres días de su muerte, vieron a Cristo resucitado, lo tocaron, hablaron y comieron con Él. ¿Imaginaciones, sueños, alucionaciones de alguno? ¡No, si lo tocaron, si lo vieron! ¿Cuántos lo vieron? María Magdalena, las mujeres, los Once varias veces, siete apóstoles en el lago Tiberíades, Santiago, más de 500 hermanos a la vez... y durante cuarenta días se les apareció a los apóstoles y los instruyó antes de subir al cielo. Lo que vieron y vivieron lo contaron. Son testigos bajo juramente ante el mundo, como en un juicio. Nosotros creemos porque hubo unos testigos fidedignos que nos lo contaron.

¡La vida entera se basa en un testimonio dado por otros! ¿Por qué coges un tren o un autobús? Porque un testigo fidedigno, un empleado en la taquilla, te dice qué tren va a tu destino y te da un billete. Te fías, compras el billete y subes a ese tren y no al que está al lado. Y no eres tú el conductor del tren, ni trabajas allí para saberlo, sino que te fías de un testimonio. Ninguno de nosotros pasa por hacer experimentos para comprobar una a una todas las leyes físicas, matemáticas o biológicas. Te fías del testimonio cualificado. ¿Por qué tomas una medicina concreta y no otra para una enfermedad? Porque te fías del testimonio cualificado del médico y del farmacéutico. No buscas tú la enfermedad y vas haciendo experimentos hasta fabricarte la medicina.

La verdad les ha sido revelada viendo a Cristo muerto y resucitado, y a nosotros, y a ti y a mí, la revelación no se produce de una forma directa, sino por transmisión de estos testigos, y vemos que hay una coherencia en la doctrina desde los principios hasta hoy, una unidad interna inquebrantable. ¡Es el dedo de Dios, el Espíritu Santo!

En esta cadena de testimonios, tú y yo somos el último eslabón: lo hemos recibido, nos toca vivirlo y transmitirlo. Te falta, en todo caso, la interiorización, es decir, lo que nos han dicho, explicado, lo que hemos recibido, tendremos que hacerlo nuestro, carne de nuestra carne, pensarlo, estudiarlo y rezarlo. La fe tiene que ser pensada para ser vivida plenamente. Estudia, lee, fórmate y reza (habla con Cristo de cada tema que vayas reflexionando y estudiando). Así la casa de nuestra vida se va edificando sobre roca firme y no sobre arena.

Para formarte tienes catequesis, grupos; también el Catecismo de la Iglesia Católica, que hay que manejar muy bien, y tienes el blog que ves que va despertando en ti inquietudes, luchas y búsquedas. Pero todo lo tienes que pasar también por la oración, el diálogo con Cristo, que será el que te dé luz definitiva de cada punto o asunto.

Ya ves, una crisis de crecimiento para PERSONALIZAR, para INTERIORIZAR todo lo que se te ha ido dando. Es buen camino.

¡¡Adelante!!"

Por cierto... la tormenta pasó y este joven sigue feliz, creciendo en Cristo, viviendo una vida cristiana santa.


9 comentarios:

  1. FE sin aridez y sin crisis, ¿cómo puede ser?. Eso es como si al hombre le faltara el oxigeno. El creyente ha de nadar como pez en el agua en la aridez y en las crisis, con o sin acompañamiento espiritual. Porque DIOS se pega a nosotros como una lapa. Alabado sea DIOS. Sigo rezando. DIOS les bendiga.

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    1. Hombre, la aridez y la crisis son etapas, no el estado habitual de la fe.

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    2. Don Javier, hablo de mi experiencia personal, Ha sido así. Sé que he hecho mal en generalizar, así que pido disculpas. DIOS les bendiga.

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  2. La respuesta es perfecta pero echo de menos que no se insista, a partir de “lo oyeron predicar”, que su Palabra ha de ser masticada, triturada y digerida. Y, para ello, es necesario leer, estudiar, meditar, el Antiguo y el Nuevo Testamento, a los Padres, el Magisterio de la Iglesia, a determinados santos (sí se cita el Catecismo ¡Gracias a Dios!), y también la historia de la Iglesia para poder entenderla y amarla. No se trata de mero conocimiento intelectual ni siquiera de imitación, sino de interiorizar (como muy bien dice su respuesta) la Historia de la Salvación y su Palabra, de hacerla carne, de convertirla en espíritu de vida y dar testimonio serio de su Palabra y de su Espíritu convertidos ya en nuestra palabra y en nuestro espíritu.

    En cuanto a catequesis y grupos, ha de extremarse el cuidado en su elección.

    Al ir, iban llorando, llevando la semilla; al volver, vuelven cantando, trayendo sus gavillas (de la salmodia de Nona)

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    1. Julia María:

      La veo muy protestona con lo que escribo, sacándole punta a todo; es decir, "echo de menos que no se insista..." Es una carta, amiga mía, a ese joven, en respuesta a su consulta. Lo hice lo mejor posible...

      Es verdad que debería haber citado todo lo que vos decís, pero creo que como el Catecismo los incluye a todos, con citas de muchos santos, era suficiente para esa persona en ese momento.

      Catequesis y grupos: sí, hay que tener un cuidado exquisito. A este joven, cuando lo veo en persona, ya vamos viendo... y dejó un grupo porque aquello era muy vacío.

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    2. Mis disculpas, debe ser efecto de tener una excesiva carga de trabajo y de "ir como una moto", por lo que ya de por sí me resulta un esfuerzo comentar. Y lo de "como muy bien dice la respuesta" ¿Qué?

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    3. Julia María:

      Es verdad, me daba parte de razón al señalar "como muy bien dice la respuesta". Pero no le pillé el tono, y estaba vez parecía que """atacaba""" en serio.

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  3. reconozco una cierta aversión a los "grupos", ya sea por mala suerte o por simple herencia (materna, por supuesto), nunca he sintonizado, por lo que he buscado esa interiorización en la Palabra o catequesis como estas para tratar de convertir la letra en testimonio y modo de vida.

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    1. La colmena:

      También tengo esa misma alergia. A mí me desagrada la frase "la fe se vive en comunidad", indicando con eso un grupo y si no, no se vive la fe. NO. YO diré siempre "la fe se vive en Iglesia", unas veces en grupos pequeños, otras en parroquia grande, otras... Mil variaciones sinfónicas, pero una única partitura: LA IGLESIA.

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