3. Al parecer, ya en el siglo IV
se había extendido por todas partes la costumbre de terminar el canto de cada
salmo con el “Gloria al Padre”, costumbre ininterrumpida.
La Introducción General
a la Liturgia
de las Horas determina el uso del “Gloria al Padre”. Esta doxología concluye la
invocación inicial “Dios mío, ven en mi auxilio” (IGLH 41). Cada salmo y cada
cántico concluye también con esta doxología (a no ser que expresamente se diga
lo contrario, como ocurre con el Cántico de las criaturas de Dn 3): “al final
de cada salmo se mantiene en vigor el concluir con el “Gloria al Padre” y “como
era”. Pues el Gloria es la conclusión adecuada que recomienda la tradición que
da a la oración del Antiguo Testamento un sentido laudatorio, cristológico y
trinitario” (IGLH 123).
El
Gloria cantado al final de los salmos eleva el canto a la Trinidad, alabando, y
mirando a Cristo Jesús. Un elemento original, “una característica típicamente
cristiana fue, luego, la doxología trinitaria, que se añadió al final de cada
salmo y cántico: “Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo”. Así cada
salmo y cántico es iluminado por la plenitud de Dios” (Juan Pablo II, Aud.
General, 4-abril-2001). Es un magnífico remate para culminar cada salmo con una
luz cristiana-trinitaria: “Si se sienten y se viven así, la doxología
trinitaria que corona todo salmo se transforma, para cada creyente en Cristo,
en una continua inmersión, en la ola del Espíritu y en comunión con todo el
pueblo de Dios, en el océano de vida y de paz en el que se halla sumergido con
el bautismo, o sea, en el misterio del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”
(Ibíd.).
Esta
doxología menor resalta cómo toda oración cristiana es trinitaria:
“Se ve, asimismo, que, según el Apóstol, es el Espíritu Santo quien
impulsa a esa oración y la forma en el corazón del hombre. La “vida de oración”
de los santos, de los místicos, de las escuelas y corrientes de espiritualidad,
que se desarrolló en el cristianismo durante los siglos siguientes, sigue la
línea de la experiencia de las comunidades primitivas. Y en esa misma línea se
mantiene la liturgia de la
Iglesia… Es hermoso repetir con la Iglesia orante, al final
de cada salmo y en muchas otras ocasiones, la breve, densa y espléndida
doxología del Gloria Patri: “Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo…””
(Juan Pablo II, Aud. General, 17-abril-1991).
4.
El rezo del rosario recita el Gloria cerrando cada uno de los misterios; “la
doxología Gloria al Padre que, en conformidad con una orientación común de la
piedad cristiana, termina la oración con la glorificación de Dios, uno y trino,
“de quien, por quien y en quien subsiste todo” (cf. Rm 11,36)” (Pablo VI,
Marialis cultus, 49).
También
san Juan Pablo II explicó y valoró esta doxología en el rezo del rosario:
“La doxología trinitaria es la meta
de la contemplación trinitaria, en efecto, Cristo es el camino que nos conduce
al Padre en el Espíritu. Si recorremos este camino hasta el final, nos
encontramos continuamente ante el misterio de las tres Personas divinas que se
han de alabar, adorar y agradecer. Es importante que el Gloria, culmen de la contemplación, sea bien resaltado en el
Rosario. En el rezo público podría ser cantado, para dar mayor énfasis a esta
perspectiva estructural y característica de toda plegaria cristiana.
En la medida en que la meditación
del misterio haya sido atenta, profunda, fortalecida –de Ave en Ave- por el amor a
Cristo y a María, la glorificación trinitaria en cada decena, en vez de
reducirse a una rápida conclusión, adquiere su justo tono contemplativo, como
para levantar el espíritu a la altura del Paraíso y hacer revivir, de algún
modo, la experiencia del Tabor, anticipación de la contemplación futura: “Bueno
es estarnos aquí”” (Rosarium virginis Mariae, 34).
5.
Por tanto, ¿qué nos enseña el Gloria? ¿Qué valor encierra? El Espíritu Santo
inspira siempre la oración, los himnos y la alabanza contemplando y cantando lo
que Dios ha realizado por el Misterio pascual de su Hijo Jesucristo. “De esta
“maravilla” de toda la
Economía de la salvación brota la doxología, la alabanza a
Dios (cf. Ef 1,3-14; Rm 16,25-27; Ef 3,20-21; Judas 24-25)” (CAT 2641).
La
doxología sintetiza el misterio trinitario, su obrar salvífico y su relación
con el hombre. “Toda la economía divina, obra a la vez común y personal, da a
conocer la propiedad de las personas divinas y su naturaleza única. Así, toda
la vida cristiana es comunión con cada una de las personas divinas, sin separarlas
de ningún modo. El que da gloria al Padre lo hace por el Hijo en el Espíritu
Santo; el que sigue a Cristo, lo hace porque el Padre lo atrae y el Espíritu lo
mueve” (CAT 259). Así, “el bautizado consagra la jornada a la gloria de Dios”
(CAT 2157), vive glorificando a Dios y dándole gloria en todo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario