martes, 17 de octubre de 2023

Glorificando a Dios por la liturgia



La liturgia se define como el ejercicio del sacerdocio de Cristo en la que los signos sensibles significan y realizan la santificación del hombre[1] y se glorifica a Dios. 

La liturgia cristiana es el "culto en Espíritu y verdad" (Jn 4,23) que se tributa al Padre adorándole.



Una glorificación de Dios que conlleva la santificación del hombre, el vivir en comunión con el Dios salvador:

De la liturgia, sobre todo de la Eucaristía, mana hacia nosotros, como de su fuente, y se obtiene la máxima eficacia aquella santificación de los hombres en Cristo y aquella glorificación de Dios, a la cual las demás obras de la Iglesia tienden como a su fin[2].

Esta glorificación de Dios por medio de la liturgia tiene una nota especial y característica: se realiza en comunión con Jesucristo, presente en su Iglesia, y se hace, no a título personal, sino en comunión con toda la Iglesia. Es por tanto, la glorificación más perfecta.



La liturgia expresa esta glorificación mediante diversos signos y gestos litúrgicos. 

La incensación expresa este clima de adoración ante el Misterio recordando que "suba, Señor, nuestra oración, como incienso en tu presencia" (Sal 140); el clima contemplativo de glorificación y alabanza es expresado por el "silencio sagrado" que ayuda a interiorizar y por los cantos (himnos y salmos) que alaban al Señor. 

Asimismo, por los textos eucológicos, textos de alabanza y acción de gracias que glorifican el nombre del Señor, de modo especial, la oración colecta y el prefacio de la anáfora.

Por estas razones, la liturgia será compromiso, pero ante todo glorificación; será praxis, pero ante todo alabanza; será santificación, pero antes doxología y memorial. 

Así toda celebración litúrgica será una auténtica y plena glorificación de la Iglesia con su Cabeza (Cristo Jesús) a Dios:

La obra de la redención humana y de la perfecta glorificación de Dios es realizada por Cristo en el Espíritu Santo por medio de su Iglesia no sólo en la celebración de la Eucaristía y en la administración de los sacramentos, sino también, con preferencia a los modos restantes, cuando se celebra la Liturgia de las Horas. En ella Cristo está presente en la Iglesia  congregada[3].






    [1] Cfr. SC 7.
    [2] SC 10.
    [3] IGLH 13.

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