miércoles, 31 de julio de 2019

"Y con tu espíritu" - II (Respuestas - II)



Abundan los testimonios de la liturgia sobre el empleo del saludo y la respuesta.

            La celebración eucarística comenzaba directamente por el saludo del obispo (o del sacerdote) desde la sede y la respuesta “y con tu espíritu” de los fieles para comenzar por la liturgia de la Palabra:

            “Nos dirigimos al pueblo. Estaba la iglesia de bote en bote. Resonaban las voces de júbilo y solamente se oían de aquí y de allí estas palabras: “¡Gracias a Dios! ¡Bendito sea Dios!” Saludé al pueblo y se oyó un nuevo clamor aún más ferviente. Por fin, ya en silencio, se leyeron las lecturas de la divina Escritura” (S. Agustín, De civ. Dei, XXII,8,22).

            “La iglesia es la casa de todos. Cuando vosotros nos habéis precedido en ella, entramos nosotros mismos… y cuando digo: “Paz a todos”, respondéis: “Y a tu espíritu”” (S. Juan Crisóstomo, In Mat., hom. 12,6).


            Este saludo inicial es universal. Ya trata de él el II Concilio de Braga (536), y hemos leído testimonios de S. Agustín en el África romana y de S. Juan Crisóstomo en Antioquía. También hallamos sus huellas en Teodoreto de Ciro, por la zona de Siria (“éste es el inicio de la mística liturgia en todas las iglesias”, Ep. 146), o asimismo en S. Cirilo de Alejandría (In Ioh. 20,19).

            Las Constituciones apostólicas (del siglo IV) describen el saludo del obispo antes del beso de paz de los fieles: “Y el obispo salude a la Iglesia y diga: La paz de Dios con todos vosotros; y el pueblo responda: y con tu espíritu” (L. 8, c. 12, n. 7; c. 13, n.1).


            El inicio de la gran plegaria eucarística, tanto en Oriente como en Occidente, se inicia con el saludo del sacerdote y la respuesta “y con tu espíritu”, por ejemplo, en la Tradición Apostólica de Hipólito: “y él [el obispo] imponiendo las manos sobre ella [la oblación de pan y vino] con todos los presbíteros, dando gracias diga: El Señor con vosotros. Y todos digan: Y con tu espíritu” (c. 4).

            El saludo y la respuesta también son comentados por san Agustín; este dato nos muestra cómo era práctica habitual y muy antigua en el África romana, así como en todas las demás Iglesias. Lo explica al comentar cómo se inicia la gran plegaria eucarística:

            “Y lo que oísteis junto a la mesa del Señor: El Señor sea con vosotros, eso mismo solemos decir cuando saludamos desde el ábside [en la sede, al inicio de la Misa] y siempre que oramos: porque esto nos conviene, que el Señor esté siempre con nosotros, porque sin Él nada somos. Y esto es lo que sonó en vuestros oídos; ved qué es lo que decís junto al altar de Dios” (S. Agustín, Serm. 229A, 3).


            Según las distintas familias litúrgicas, de Oriente y Occidente, hay cierta variedad en los saludos con los que se comienza la liturgia y la respuesta es invariable, siempre se dice: “y con tu espíritu”. En Roma (la liturgia romana que marca Occidente) y Egipto, el saludo es conciso: “El Señor con vosotros”, “Dominus vobiscum”, sin verbo siquiera. El rito hispano-mozárabe lo amplía, siempre más desarrollado en su estilo: “El Señor esté siempre con vosotros”, “Dominus sit semper vobiscum”. En Antioquía y Constantinopla, el Oriente cristiano, el saludo era “Paz a vosotros”.

            En el rito romano hubo una evolución que hoy se mantiene, y que es una característica peculiar de nuestra liturgia. El sacerdote saluda diciendo: “El Señor esté con vosotros” pero el obispo saluda de modo distinto: “La paz esté con vosotros”. Aún hoy lo vemos… y jamás un sacerdote comienza así, porque es un saludo reservado exclusivamente al obispo.

            ¿De dónde viene esta costumbre para la liturgia episcopal en el rito romano? A lo largo del siglo IX el himno “Gloria in excelsis Deo” se introdujo en la Misa episcopal y luego venía el saludo, por lo que el obispo comenzó a decir “Pax vobis” más en consonancia literaria con las primeras frases del himno.

            Aun cuando en la misa presbiteral, la celebrada por un sacerdote, acabó cantándose también el Gloria, sin embargo el saludo “la paz con vosotros” fue y sigue siendo exclusivo del obispo. Lo recuerda así el papa Inocencia III y argumenta diciendo que “porque son los vicarios de Cristo” (De sacro alt. myst., II,24), como el mismo Señor saludó así a los apóstoles (Jn 20,19.26), el obispo saluda a los fieles.

            Para el inicio del prefacio, en el bellísimo y tradicional diálogo del sacerdote con los fieles antes de dar gracias a Dios y proceder a la consagración, el saludo común será: “El Señor esté con vosotros” o en algunas partes: “El Señor esté con todos vosotros”, en el ámbito de las Iglesias occidentales y de influencia alejandrina (es decir, de la zona de Egipto). Pero en el Oriente cristiano, en la zona antioquena, el saludo es una adaptación del saludo paulino de 2Co 13,13: “La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo sea con todos vosotros”.





            Tanto el saludo del sacerdote como la respuesta de los fieles, repetidos en distintos momentos de la liturgia, facilitan la acción común, la participación de todos en la liturgia porque “les da ocasión a los fieles a que intervengan en el proceso de la acción sagrada, con lo cual se sienten como miembros activos y disponen de un medio eficaz de afirmarse como verdadera comunidad. Finalmente, las palabras mismas del saludo, cargadas de tan veneranda tradición, contribuyen no poco a intensificar la atmósfera sacral de la unión de todos con Dios, que es el ambiente propio de la liturgia”[1].




[1] JUNGMANN, J. A., El sacrificio de la Misa, Madrid 1959, 465-466.

1 comentario:

  1. Los argentinos mientras dicen la respuesta añaden un gesto con ambos brazos y manos como si saliera del corazón hacia el exterior. Un acto sorprendente en la liturgia... Abrazos fraternos.

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