viernes, 26 de julio de 2019

Mirada al Reino y su Banquete

La plegaria eucarística, como no podía ser menos, contiene una alusión final a la escatología, al Reino que viene, al Banquete de bodas del Cordero, a la eternidad...

Y es que la Eucaristía ahora celebrada, aquí en la tierra, es prenda y anticipo del banquete celestial. Cristo mismo expuso el Reino de Dios con parábolas que aluden al banquete y banquete nupcial.

Ya unidos a la Virgen María y a todos los santos, rodeados de los ángeles y arcángeles, la Misa en la tierra nos abre al cielo, adonde deseamos vivir eternamente y gozar de Dios y de la compañía de los santos.





El Reino de Dios y el banquete celestial



-Comentarios a la plegaria eucarística –XV-


            La Eucaristía une el cielo y la tierra, el altar celestial y nuestro altar en la Iglesia peregrina; la Eucaristía une a los ángeles y a los santos y a nosotros, mortales y débiles que aún peregrinamos. Une a los vivos con los difuntos que se purifican y con los santos. Una única Eucaristía en toda la Iglesia: traspasando el tiempo, porque formamos una única realidad: el Cristo total, Cabeza y miembros. “La Eucaristía se celebra en comunión con toda la Iglesia, tanto con la del cielo, como con la de la tierra” (IGMR 79).

            Así cuando celebramos la Santa Misa estamos ya mirando al Cielo, a su Gloria, a su Reino, donde esperamos llegar y ser admitidos por su misericordia.


            La Mesa santa que vemos en nuestras iglesias es la imagen y anticipo de la Mesa santa del Reino, donde Cristo celebra las bodas con la Esposa Iglesia: “Dichosos los invitados al banquete de bodas del Cordero” cuando su Esposa se haya embellecido. La Santa Misa en este tiempo anuncia lo escatológico del Reino, el banquete celestial. “Así como nos has reunido aquí en torno a la mesa de tu Hijo, unidos con María, la Virgen Madre de Dios, y con todos los santos, reúne también a los hombres de cualquier clase y condición, de toda raza y lengua, en el banquete de la unidad eterna, en un mundo nuevo donde brilla la plenitud de tu paz” (PE Reconc II).

            Es la enseñanza de la Iglesia en el Catecismo: “Si la Eucaristía es el memorial de la Pascua del Señor y si por nuestra comunión en el altar somos colmados "de gracia y bendición" (Plegaria Eucarística I o Canon Romano 96: Misal Romano), la Eucaristía es también la anticipación de la gloria celestial” (CAT 1402).

            Por eso no encerramos la Eucaristía celebrada en los muros de la iglesia, en el tiempo presente, mirándonos a nosotros mismos, sino levantando el corazón, alzando la esperanza, miramos al cielo donde Jesucristo reina glorioso y deseamos participar para siempre de su Presencia. No cerramos la Eucaristía al presente y a lo cotidiano, sino que el cielo se abre para unirnos a Él e incorporarnos a la Iglesia del cielo; no la cerramos a nuestro presente, sino que somos incorporados a una historia de salvación que sigue avanzando. El tiempo no queda encerrado y prisionero de sí mismo, sino que se abre a la eternidad por su poder salvador, Él que es el Alfa y la Omega, el Principio y el Fin.

            ¡Ansias de eternidad suscita la Eucaristía en nuestras almas! Con razón la Eucaristía que nos dio es Medicina de inmortalidad, Viático, alimento de los peregrinos que caminan a su Reino entre las persecuciones del mundo y los consuelos de Dios.

            Deseamos y pedimos que “a nosotros, pecadores, siervos tuyos, que confiamos en tu infinita misericordia, admítenos en la asamblea de los santos apóstoles y mártires... no por nuestros méritos, sino conforme a tu bondad” (PE I). Deseamos y pedimos que el Padre tenga “misericordia de todos nosotros, y así con María, la Virgen, Madre de Dios, los apóstoles, y cuantos vivieron en tu amistad a través de los tiempos merezcamos, por tu Hijo Jesucristo, compartir la vida eterna y cantar tus alabanzas” (PE II).

            Plegaria eclesial es la plegaria eucarística que expresa la esperanza de toda la Iglesia e ilumina nuestro presente: “Padre de bondad, que todos tus hijos nos reunamos en la heredad de tu reino, con María, la Virgen Madre de Dios, con los apóstoles y los santos; y allí junto con toda la creación, libre ya del pecado y de la muerte, te glorifiquemos por Cristo, Señor nuestro” (PE IV).

            Preparamos su Reino y aguardamos su Venida: así se llegarán los cielos nuevos y la tierra nueva que ya aquí han comenzado con la Santa Eucaristía: “ayúdanos a preparar la venida de tu reino, hasta la hora en que nos presentemos ante ti, santo entre los santos del cielo, con santa María, la Virgen y los apóstoles... Entonces, en la creación nueva, liberada por fin de toda corrupción, te cantaremos la acción de gracias de Jesucristo, tu Ungido, que vive eternamente” (PE Reconc I).

            O como dice el Catecismo de la Iglesia Católica: “La Iglesia sabe que, ya ahora, el Señor viene en su Eucaristía y que está ahí en medio de nosotros. Sin embargo, esta presencia está velada. Por eso celebramos la Eucaristía expectantes beatam spem et adventum Salvatoris nostri Jesu Christi ("Mientras esperamos la gloriosa venida de Nuestro Salvador Jesucristo")” (CAT 1404).



Javier Sánchez Martínez, pbro.




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