La noble sencillez de la
liturgia requiere que los ritos sean claros y significativos, que se vean, que
se hagan bien (ars celebrandi), quitando repeticiones inútiles, y, por
supuesto, sin multiplicar las moniciones: los ritos deben ser lo
suficientemente claros por sí mismos. ¡Qué verborrea en la liturgia! Y ¡qué
pocos significativos y elocuentes los ritos! ¡Cuántas moniciones y
explicaciones para luego escuchar una lectura bíblica que es breve y clara si
se sabe leer bien, o partir el pan clara y visiblemente durante el Cordero de
Dios!
Recordemos lo que dice el Concilio Vaticano II:
Los
ritos deben resplandecer con noble sencillez; deben ser breves, claros,
evitando las repeticiones inútiles, adaptados a la capacidad de los fieles y,
en general, no deben tener necesidad de muchas explicaciones (SC 34).
Lo
grande y lo pequeño en la liturgia. Todo forma un conjunto armónico, bello,
elegante. ¡Es el Misterio pascual entre nosotros!
Y aunque las catequesis aquí sólo
hayan tratado algunos rasgos y algunos puntos, nos abre un panorama y ojalá
suscite una sed: conocer mejor y vivir en profundidad los ritos litúrgicos.
Son, realmente, desconocidos, pero es que la ignorancia es atrevida y comete
disparates en las mismas celebraciones que no son nuestras, porque no somos sus
propietarios, sino que el misterio litúrgico es DEL SEÑOR y regulado por la Iglesia.
“La Iglesia no sólo actúa, sino que se expresa también en la liturgia, vive de la liturgia y saca de la liturgia las fuerzas para la vida. Y por ello la renovación litúrgica, realizada de modo justo, conforme al Espíritu del Vaticano II, es en cierto sentido la medida y la condición para poner en práctica las enseñanzas del Concilio Vaticano II” (Juan Pablo II, Dominicae Cenae, n. 13).
La
reforma de la liturgia está concluida. Sólo basta su profundización espiritual,
su conocimiento mediante catequesis, una digna y correcta celebración (¡que de
por sí ya es elocuente!), no al libre arbitrio de cada cual, sino respetando y
realizando con amor y unción las normas litúrgicas de la Iglesia.
Existe una elegancia sacerdotal que transparenta la Vida en Cristo y se manifiesta en la liturgia. Abrazos fraternos.
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