domingo, 7 de julio de 2019

Nueva evangelización (Misa - II)


Llegamos a la oración colecta de la Misa "por la nueva evangelización".

Como siempre, las oraciones colectas contienen en primer lugar una invocación a Dios; después, normalmente con una oración de relativo, introducen el memorial, la acción de Dios que es recordada en su presencia, para luego pasar a la súplica, la petición concreta. Termina con la conclusión larga y solemne: "Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive..." 



2. La oración colecta


            Con la oración colecta de la Misa “por la nueva evangelización”, vamos adentrándonos en la dimensión cristológica: ya aparece Jesús y aparece como evangelizador, el gran y verdadero evangelizador que es el modelo y referencia absoluta para todo evangelizador (apóstol, sacerdote, catequista, misionero, formador, educador o docente…): Él es el Evangelizador y los cristianos serán evangelizadores si son formados por Él, enviados por Él y actúan como Él.

“Dios nuestro, que por el poder del Espíritu Santo
enviaste a tu Verbo para evangelizar a los pobres,
haz que nosotros, teniendo los ojos fijos en Él,
vivamos siempre con caridad auténtica,
como mensajeros y testigos de su Evangelio en todo el mundo.
Por nuestro Señor Jesucristo”.

            “Dios nuestro, que por el poder del Espíritu Santo enviaste a tu Verbo para evangelizar a los pobres”. Jesús es el Enviado del Padre, ha sido enviado, tiene que predicar, ha de enseñar. No es un profeta más, ni un hombre religioso de tantos como los ha habido en todas las religiones; es “el Verbo”, “tu Verbo”, por quien todo fue hecho, que estaba junto a Dios y era Dios (cf. Jn 1,1ss). El Verbo ha llegado a la máxima expresión del amor divino encarnándose y así, asumiendo la naturaleza humana, predica y anuncia con palabras humanas, sonidos inefables, que ahora se entienden bien y tocan el corazón.

            El Verbo ha sido enviado por el Padre “para evangelizar a los pobres”, cumpliendo así lo anunciado por los profetas (cf. Is 61), como Él mismo asume y declara (cf. Lc 4,1ss). Alos pobres se dirige Cristo para evangelizarlos, ungido por la fuerza y el poder del Espíritu.

            ¿Quiénes son estos pobres, quiénes son pobres? ¿Basta un simple listón o baremo económico para definir a los pobres que van a ser evangelizados? ¿Reducimos la predicación evangélica a una clase social excluida y la transformamos en ideología o en panfleto o en revolución?

            Los pobres hacen referencia a aquellos que los profetas llamaban el “resto de Yahvé”, el pueblo pobre y humilde (cf. Sof 3,12-13), que en medio de la apostasía de muchos y del paganismo de otros tantos, permanecen fieles a Dios, aguardando a Dios, confiando en Dios. Pueden o no tener bienes materiales, posesiones, trabajo, pero su corazón es pobre porque nada ha retenido para sí, ni se ha atado a nada. Su corazón está desposeído de todo. “¡Dichosos los pobres en el espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos!” (Mt 5,2).

            Estos pobres son tremendamente acogedores, nunca soberbios. Son los pequeños y sencillos que sí entienden la revelación y los secretos de Dios (cf. Mt 11,25). A ellos se dirige la predicación de Cristo, ellos, los pobres, son evangelizados, y se alegran con el anuncio de la salvación, y se dejan transformar, y viven de fe, esperanza y caridad. Esta predicación de Cristo sí responde a las exigencias de su corazón, a lo que su corazón buscaba y ansiaba. ¡Cristo es la respuesta absoluta a sus búsquedas y deseos!

            A los que están satisfechos de sí mismos, colmados de sí, con soberbia incalculable, creyéndose justos ante Dios (cf. Lc 18,9), Cristo apenas les dedica tiempo porque viendo, no quieren ver. No vale la pena: un anuncio, una llamada a la conversión…, pero un corazón soberbio, egocéntrico, inmaduro –que Cristo reconoce- ni es pobre ni quiere ser evangelizado. ¡No buscan a Dios, no quieren al Señor! Por eso Jesús –y sigue siendo nuestra norma y referente- no pierde el tiempo y se dirige, sobre todo, a los de corazón sencillo, capaces de recibir el anuncio y seguirle.

            “Por el poder del Espíritu Santo enviaste a tu Verbo para evangelizar a los pobres”. El Espíritu Santo, desde el principio, es el principal protagonista de la misión: ¡no son los evangelizadores quienes pueden erigirse en protagonistas y centros de atención! Es el Espíritu el principal protagonista de la misión, que conduce y guía, toca los corazones, da fecundidad a la predicación y al anuncio evangélico.

            El Espíritu Santo ungió a Jesús en el Bautismo en el Jordán, y dirigirá el alma y la acción de Jesús. “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque Él me ha ungido”, dirá de sí mismo leyendo a Isaías en la sinagoga (cf. Lc 4,1ss). El Espíritu llena de gozo el alma de Jesús, le impulsa a orar, a alabar (cf. Lc 10,21). El gran don pascual será, para la Iglesia, la plena efusión del Espíritu Santo como ya se le dio a Jesús mismo en su humanidad.

            Por eso la evangelización es más obra del Espíritu que de cálculos humanos, más del Espíritu Santo que de programaciones pastorales, métodos y objetivos, más del Espíritu que del hombre. Recuperar la dimensión “espiritual” de la evangelización será el camino seguro en vez de seguir cansinamente subrayando tanto antropocentrismo y hacer consistir la evangelización en una filosofía humanista de valores y moralismo.

1 comentario:

  1. Don Javier, me da alegría encontrar este su otro blog. Tenía Vd. bastantes lectores en el de "Liturgia, fuente y culmen". Sugiero: ¿por qué no informa en aquel de la existencia de éste? Tiene seguidores incluso preocupados por su salud.
    Por cierto, cada día hago oración con "Hablar con Dios".Si algún lector quiere hacerlo, sin comprar los libros, está a su disposición la meditación del día cada día (valga la redundancia) on-line.
    Saludos cordiales

    ResponderEliminar