Llegamos a la oración colecta de la Misa "por la nueva evangelización".
Como siempre, las oraciones colectas contienen en primer lugar una invocación a Dios; después, normalmente con una oración de relativo, introducen el memorial, la acción de Dios que es recordada en su presencia, para luego pasar a la súplica, la petición concreta. Termina con la conclusión larga y solemne: "Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive..."
2. La oración colecta
Con
la oración colecta de la Misa
“por la nueva evangelización”, vamos adentrándonos en la dimensión
cristológica: ya aparece Jesús y aparece como evangelizador, el gran y
verdadero evangelizador que es el modelo y referencia absoluta para todo evangelizador
(apóstol, sacerdote, catequista, misionero, formador, educador o docente…): Él
es el Evangelizador y los cristianos serán evangelizadores si son formados por
Él, enviados por Él y actúan como Él.
“Dios nuestro,
que por el poder del Espíritu Santo
enviaste a tu
Verbo para evangelizar a los pobres,
haz que
nosotros, teniendo los ojos fijos en Él,
vivamos
siempre con caridad auténtica,
como
mensajeros y testigos de su Evangelio en todo el mundo.
Por nuestro
Señor Jesucristo”.
“Dios
nuestro, que por el poder del Espíritu Santo enviaste a tu Verbo para
evangelizar a los pobres”. Jesús es el Enviado del Padre, ha sido enviado,
tiene que predicar, ha de enseñar. No es un profeta más, ni un hombre religioso
de tantos como los ha habido en todas las religiones; es “el Verbo”, “tu
Verbo”, por quien todo fue hecho, que estaba junto a Dios y era Dios (cf. Jn
1,1ss). El Verbo ha llegado a la máxima expresión del amor divino encarnándose
y así, asumiendo la naturaleza humana, predica y anuncia con palabras humanas,
sonidos inefables, que ahora se entienden bien y tocan el corazón.
El
Verbo ha sido enviado por el Padre “para evangelizar a los pobres”, cumpliendo
así lo anunciado por los profetas (cf. Is 61), como Él mismo asume y declara
(cf. Lc 4,1ss). Alos pobres se dirige Cristo para evangelizarlos, ungido por la
fuerza y el poder del Espíritu.
¿Quiénes
son estos pobres, quiénes son pobres? ¿Basta un simple listón o baremo
económico para definir a los pobres que van a ser evangelizados? ¿Reducimos la
predicación evangélica a una clase social excluida y la transformamos en
ideología o en panfleto o en revolución?
Los
pobres hacen referencia a aquellos que los profetas llamaban el “resto de
Yahvé”, el pueblo pobre y humilde (cf. Sof 3,12-13), que en medio de la
apostasía de muchos y del paganismo de otros tantos, permanecen fieles a Dios,
aguardando a Dios, confiando en Dios. Pueden o no tener bienes materiales,
posesiones, trabajo, pero su corazón es pobre porque nada ha retenido para sí,
ni se ha atado a nada. Su corazón está desposeído de todo. “¡Dichosos los pobres en el espíritu, porque de ellos es el reino de
los cielos!” (Mt 5,2).
Estos
pobres son tremendamente acogedores, nunca soberbios. Son los pequeños y
sencillos que sí entienden la revelación y los secretos de Dios (cf. Mt 11,25).
A ellos se dirige la predicación de Cristo, ellos, los pobres, son
evangelizados, y se alegran con el anuncio de la salvación, y se dejan
transformar, y viven de fe, esperanza y caridad. Esta predicación de Cristo sí
responde a las exigencias de su corazón, a lo que su corazón buscaba y ansiaba.
¡Cristo es la respuesta absoluta a sus búsquedas y deseos!
A
los que están satisfechos de sí mismos, colmados de sí, con soberbia
incalculable, creyéndose justos ante Dios (cf. Lc 18,9), Cristo apenas les
dedica tiempo porque viendo, no quieren ver. No vale la pena: un anuncio, una
llamada a la conversión…, pero un corazón soberbio, egocéntrico, inmaduro –que
Cristo reconoce- ni es pobre ni quiere ser evangelizado. ¡No buscan a Dios, no
quieren al Señor! Por eso Jesús –y sigue siendo nuestra norma y referente- no
pierde el tiempo y se dirige, sobre todo, a los de corazón sencillo, capaces de
recibir el anuncio y seguirle.
“Por
el poder del Espíritu Santo enviaste a tu Verbo para evangelizar a los pobres”.
El Espíritu Santo, desde el principio, es el principal protagonista de la
misión: ¡no son los evangelizadores quienes pueden erigirse en protagonistas y
centros de atención! Es el Espíritu el principal protagonista de la misión, que
conduce y guía, toca los corazones, da fecundidad a la predicación y al anuncio
evangélico.
El
Espíritu Santo ungió a Jesús en el Bautismo en el Jordán, y dirigirá el alma y
la acción de Jesús. “El Espíritu del
Señor está sobre mí, porque Él me ha ungido”, dirá de sí mismo leyendo a
Isaías en la sinagoga (cf. Lc 4,1ss). El Espíritu llena de gozo el alma de
Jesús, le impulsa a orar, a alabar (cf. Lc 10,21). El gran don pascual será,
para la Iglesia,
la plena efusión del Espíritu Santo como ya se le dio a Jesús mismo en su
humanidad.
Por
eso la evangelización es más obra del Espíritu que de cálculos humanos, más del
Espíritu Santo que de programaciones pastorales, métodos y objetivos, más del
Espíritu que del hombre. Recuperar la dimensión “espiritual” de la
evangelización será el camino seguro en vez de seguir cansinamente subrayando
tanto antropocentrismo y hacer consistir la evangelización en una filosofía
humanista de valores y moralismo.
Don Javier, me da alegría encontrar este su otro blog. Tenía Vd. bastantes lectores en el de "Liturgia, fuente y culmen". Sugiero: ¿por qué no informa en aquel de la existencia de éste? Tiene seguidores incluso preocupados por su salud.
ResponderEliminarPor cierto, cada día hago oración con "Hablar con Dios".Si algún lector quiere hacerlo, sin comprar los libros, está a su disposición la meditación del día cada día (valga la redundancia) on-line.
Saludos cordiales