lunes, 30 de mayo de 2022

Valor litúrgico del rito de coronación de una imagen de la Virgen (II)



Cuando se corona una imagen de la Virgen María, de arraigada devoción, con culto permanente desde siglos, no nos limitamos al mero momento ceremonial, probablemente emotivo para una parroquia o una localidad. Hay algo más, debe ser algo más.



Este rito de coronación de la Virgen María para todos debe ser llamada fuerte y exigente a la santidad, al “alto compromiso de la vida cristiana ordinaria”. 

Todos estamos llamados a la santidad, cada cual en su estado de vida. Al levantar los ojos y ver a nuestra Madre coronada, imitemos su colaboración y disponibilidad a la gracia. Sólo así seremos santos. 

Una coronación canónica, tan deseada por todos los fieles que le tienen devoción a esa imagen de la Virgen María, ha de suponer un impulso en la renovación de la vida cristiana; que suscite un “anhelo de santidad” en todos los hijos e hijas de la Diócesis, de la localidad, de la parroquia. 


La Virgen María nos acompaña e intercede en este compromiso firme y generoso por la santidad.

La coronación de una imagen de la Virgen debe prepararse con esmero; no se limita al acto mismo de la coronación, sino que durante todo el año son muchos los actos que se deben ir organizando: charlas y catequesis, una Semana mariológica, exposiciones, vigilias de oración, confesiones, etc. 

La coronación canónica de una advocación de tanta raigambre estimula e impulsa la evangelización. 

Nuestra mayor riqueza es Jesucristo, y el hombre de hoy tiene necesidad, aunque no lo sepa o no lo reconozca, del anuncio del Salvador. María es llamada, con razón, Estrella de la Evangelización, ya que acompaña a sus hijos en la tarea misionera y evangelizadora.

No hay comentarios:

Publicar un comentario