martes, 17 de mayo de 2022

Silencio: reflexionar y comprender (Silencio - IV)



La rapidez, la inmediatez, de noticias e ideas en nuestro mundo global hacen que sea imposible analizarlas, ponderarlas, discernirlas. O se asumen acríticamente o se olvidan al instante. El silencio da hondura a todo, y el silencio permite la reflexión personal, poder analizar, comprender, estudiar.



            El silencio es el que logra pasar de la cantidad de información a la formación, como un paso nuevo y necesario:

            “Es motivo también para que no nos quedemos sólo en las noticias si queremos entender el mundo y la vida; debemos ser capaces de detenernos en el silencio, en la meditación, en la reflexión serena y prolongada; debemos saber pararnos a pensar. De este modo nuestro ánimo puede hallar curación a las inevitables heridas del día a día, puede profundizar en los hechos que ocurren en nuestra vida y en el mundo y llegar a esa sabiduría que permite valorar las cosas con ojos nuevos” (Benedicto XVI, Hom. en el Te Deum, 31-diciembre-2012).


            La reflexión se hace posible por el silencio, permitiendo que el pensamiento contemple, elabore sus conceptos, los relacione entre sí. Así es como surge la filosofía; pero también es como surge la contemplación estética de lo creado, de la naturaleza misma, y de ahí saldrá el arte, como plasmación de la Belleza contemplada en silencio, con arrobamiento en la mirada:

            “Procuremos escuchar ante todo la voz de la naturaleza, que nuestra vida artificial ha hecho casi incomprensible. El cosmos –cielo, tierra, vida y fenómenos de la naturaleza-, habla a quien lo sabe escuchar un lenguaje, que sólo el silencio percibe, y que, a la apariencia fácil y comprensible a los sentidos, se presenta luego lleno de secretos, misterioso, casi temeroso: “El silencio eterno de los espacios infinitos me espanta” dice una sentencia de un célebre pensador (Pascal, 206). Pero para quien escucha bien, un lenguaje metafísico, religioso incluso, pronto sugiere: “los cielos proclaman la gloria de Dios” (Sal 18,2); y así las otras escenas del mundo que existe, y que por sí denuncia el no tener en sí mismo la propia razón de existir. Volvámonos un poco contempladores y admiradores del mundo creado” (Pablo VI, Ángelus, 11-julio-1971).

No hay comentarios:

Publicar un comentario