jueves, 26 de mayo de 2022

Liturgia terrena y liturgia celeste - I (SC - XII)



1. El cielo entra en la tierra mediante la liturgia y “la liturgia es el cielo en la tierra” (Juan Pablo II, Orientale lumen, n. 11).

            He aquí una dimensión de la liturgia olvidada, o, al menos, que no se suele poner de relieve: lo escatológico en la liturgia, la relación entre la liturgia terrena y la liturgia celestial, trascendente y elevadora, llena de belleza. Parecería que nuestras liturgias están encerradas en nuestro tiempo, sólo miran al grupo celebrante y su presente, se constituyen en un encuentro grupal del “nosotros” y, de hecho, se la llama “fiesta”, “reunión de amigos”, “celebración de la comunidad”. Todo muy excesivamente humano, social, temporal.


           Pero el cielo entra en la tierra mediante la liturgia y la liturgia de la Iglesia en la tierra nos abre al cielo, haciéndonos pregustar la adoración eterna del cielo.


            2. El libro del Apocalipsis es un libro litúrgico en cierto modo. Describe la solemne liturgia del cielo, de alabanza y adoración a Dios y al Cordero, Jesucristo. El cielo es una liturgia continua y hermosa. Hagamos un recorrido por este libro que cierra el Nuevo Testamento.

            -El vidente ve al Señor un domingo, “día del Señor” (Ap 1,10), vestido con larga túnica y cinturón de oro a la altura del pecho, rodeado por siete candelabros de oro. La gloria del Señor se revela un domingo porque el domingo es del Señor y fiesta primordial de los cristianos.


            -En Ap 4,1-11 hay una liturgia de adoración, la primera que se narra. Cristo, sentado en el trono, recibe el homenaje de los veinticuatro ancianos con ropajes blancos y coronas de oro. Los cuatro seres vivientes –en alusión a lo profetizado en Ezequiel (10,10-14)- día y noche cantan sin pausa: “Santo, Santo, Santo es el Señor, soberano de todo: el que era y es y viene”. Los ancianos se postran ante el trono y cantan a Dios: “Eres digno, Señor, Dios nuestro, de recibir la gloria, el honor y el poder…”

            -La visión del Cordero degollado en el trono (Ap 5,1-14) es otro momento de una liturgia plena. Los cuatros seres vivientes y los veinticuatro ancianos se postran ante Él. Llevan cítaras para el canto litúrgico y copas de oro con perfumes (que son las oraciones de los santos). Entonan un cántico nuevo: “Eres digno de tomar el libro y abrir sus sellos…” Los ángeles, por millares, están presentes adorando. La creación entera está cantando (“Al que se sienta en el trono y al Cordero la alabanza…”), un “Amén” que resuena en el cielo y todos se postran, una vez más, rindiendo homenaje.

            -Los mártires, en Ap 6,9-11, están al pie del altar. Claman a Cristo y reciben una vestidura blanca.

            -En el cielo, muchedumbres inmensas de ángeles y de santos toman parte en la liturgia celestial. Están de pie (Ap 7,1-17) delante del trono y del Cordero, con vestiduras blancas y con palmas en sus manos, gritando con júbilo: “¡La victoria es de nuestro Dios que está sentado en el trono, y del Cordero!” De nuevo, una vez más, se postran todos rostro en tierra: “Amén. La alabanza y la gloria y la sabiduría…”

            -Cuando tocan las trompetas de los siete ángeles, hallamos, una vez más, un canto de aclamación en el cielo: “¡El reinado del mundo ha pasado a nuestro Señor…!” (Ap 11,15), a lo cual los veinticuatro ancianos nuevamente se postran ante Dios: “Gracias te damos, Señor Dios omnipotente, el que eres y el que eras…”

            -La victoria del Cordero (Ap 14,1-13) va acompañada del sonido dulce de arpas que cantan un cántico nuevo delante del trono.

            -Una señal magnífica en el cielo fue una especie de mar de vidrio veteado de fuego; al pie, los que habían vencido a la fiera diabólica. Alegres, tienen en sus manos las arpas que Dios les había dado y cantan: “Grandes y maravillosas son tus obras, Señor Dios omnipotente…” (Ap 14,14-15,4).

            -En el cielo se anuncian las bodas del Cordero (Ap 18,21-19,10) y de nuevo la liturgia se vuelve canto armonioso: “Aleluya. La salvación y la gloria y el poder son de nuestro Dios”. Y entre aleluyas y cantos, una vez más, la adoración: se postran rindiendo homenaje a Dios.

            El libro del Apocalipsis es una ventana abierta al cielo y la eternidad que permite contemplar la liturgia celestial. Está toda hecha de estos elementos:

-          Adoración y homenaje a Dios
-          Inclinaciones y postraciones
-          Cantos de alabanza
-          Vestiduras refulgentes llenas de luz y vestiduras blancas
-          Arpas y cítaras para una música dulce, nunca estruendosa
-          Perfumes e incienso
-          Copas e incensarios de oro
-          Lugares bellos y un trono
-          Candelabros y luces
-          Júbilo.

            Todos estos elementos que aparecen dan lugar a una liturgia hermosa, llena de sentido espiritual, totalmente trascendente y elevadora. Esta liturgia del cielo modela y debe inspirar la liturgia de la Iglesia peregrina ahora.

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