En el tratado sobre "El Espíritu Santo" de San Basilio, recomendable por su contenido y método, por su espiritualidad y hermosura, el autor argumenta desde la liturgia.
San Basilio argumenta mediante tres caminos: la sagrada
Escritura con una correcta exégesis que él establece, la Tradición que se expresa
en la liturgia, en las tradiciones no escritas y en la tradición de los Padres
y, por último, en la tipología.
“En la polémica con los pneumatómacos alcanza una precisa puesta a punto de sus mismos criterios exegéticos.Ante todo, extiende el número de los testimonios de la Escritura sobre los cuales puede basar sus propias afirmaciones. Precisa cómo se debe hacer una correcta lectura del texto. Considera fundamental el sentido literal de una palabra o de una expresión bíblica, que debe determinarse y verificarse en el contexto del uso litúrgico bíblico y del significado global del texto sagrado. Debe además convalidarse confrontándolo y concordándolo con la Tradición de los Padres.Finalmente, defiende la interpretación tipológica como anticipación real de la plenitud del don de la vida divina por medio de Cristo en el Espíritu Santo, y como preparación gradual para la misma, actuada por la divina pedagogía”[1].
La argumentación litúrgica es especialmente interesante
en este tratado. Para este Padre capadocio la liturgia, lejos de convertirse en
un arsenal erudito para enumerar citas que fácilmente se agrupen en un capítulo
más dentro del contexto, resulta ser el ámbito vital en que san Basilio
respira, piensa y elabora su teología; la liturgia para san Basilio es una
fuente de la Tradición
que llega hasta su generación y en la conciencia de lo que se realiza, de lo
que se cnata y se reza, puede elaborar una síntesis dogmática. La Tradición llega a san
Basilio, entre otras formas, mediante la liturgia que celebra y ora, la
liturgia es un cauce de la Tradición misma.
En su ámbito espiritual, los Padres y los verdaderos
teólogos han elaborado una teología arrodillada y no sentada, academicista, en
feliz expresión de Balthasar[2],
y en particular, san Basilio, dejando en este tratado un ejemplo luminoso. “San
Basilio pensaba que las cosas más profundas son las que no se pueden expresar y
que es preciso conservar y comunicar en el noble silencio de los ritos y las
prácticas”[3].
Iniciando su tratado y situando la polémica que ya se
había desatado, él remite a su experiencia consciente-reflexiva sobre un texto
litúrgico al estar cantándolo con los fieles:
“Estando yo orando recientemente con
el pueblo, porque efectuaba la doxología a Dios Padre en ambas formas: unas
veces con el Hijo y con el Espíritu
Santo, y otras, por medio del Hijo en
el Espíritu Santo, algunos de los presentes nos denunciaron diciendo que
habíamos utilizado vocablos extraños y a la vez contradictorios entre sí.
Tú en cambio, sobre todo para serles
útiles a ellos, pero también, incluso si están ya totalmente sin remedio, por
la seguridad de quienes hayan de frecuentarlos, nos pediste que divulgáramos
alguna enseñanza bien clara acerca del valor contenido en estas sílabas. Por
consiguiente, habremos de expresarnos con brevedad, cuanta sea posible para
quienes se han puesto de acuerdo sobre algún principio del discurso” (1,3).
Lo hace, por así decir, sin darle la mayor importancia,
indicando implícitamente cómo era natural para él el sumergirse en la sinaxis
litúrgica y cómo sus textos, oraciones himnos, doxologías, eran un cauce
privilegiado de una oración sanamente ortodoxa, legada por una Tradición viva.
Los misterios celebrados expresan y comunican la fe de la Iglesia; sus oraciones
profesan la fe ortodoxa y por tanto es legítimo acudir al tesoro eucológico,
analizarlo y considerarlo teológicamente. La doxología trinitaria que la divina
liturgia eleva a Dios se convierte en argumento recurrente en la obra de Basilio
de Cesarea.
Ya hemos citado el inicio del tratado (1,3) donde el
autor se remite a la experiencia orante de la Iglesia al cantar la
doxología y la extrañeza que provocó el cambio en las preposiciones,
admitiéndose una doble forma de entonarla. A partir de ahí, san Basilio
comenzará su exposición doctrinal, y lo hará dedicando varios capítulos (II-V)
al estudio de las preposiciones “con”, “por medio de”, “de quien”, explicitando
la doble fórmula de la doxología trinitaria cantada en la liturgia. Tras lo
cual rechaza de forma absoluta que se les pueda acusar de innovadores al cantar
la doxología:
“Es verdad que ni siquiera les es posible refugiarse en la excusa de la ignorancia, pues tan artera y perversamente acogen nuestra palabra. Por lo menos, ellos son los que de manera evidente se irritan contra nosotros porque glorificamos al Unigénito con el Padre, y no separamos del Hijo al Espíritu Santo. De ahí que nos llamen revolucionarios, innovadores e inventores de palabras; ¿y qué otros motes no nos llamarán?Mas yo estoy lejos de enfadarme por sus injurias que, de no ser la tristeza y dolor constante que obra en mí su propio daño, poco me faltaría para decir que les agradezco su insulto, como causantes de dicha, pues Dichosos seréis –dice- cuando os injurien por mi causa” (6,13).
Defiende el uso litúrgico de la doxología ajustándose a
que ni es innovación ni ha de ser rechazada por aquellos que sólo quieren
innovaciones, porque la doxología se ajusta “a la tradición de los padres”.
Aparece aquí, con claridad, la unión entre la liturgia y la Tradición que está
presente en la mente de san Basilio a lo largo de toda la obra.
“Pero a vosotros, amantes de Cristo, os digo que la Iglesia conoce ambos usos, y que no rechaza ninguno de los dos, como si mutuamente se destruyeran.Efectivamente, cuando contemplamos la grandeza de la naturaleza del Unigénito y la excelencia de su dignidad, atestiguamos que él posee la gloria “con” el Padre. Pero, cuando reflexionamos sobre los abundantes bienes que nos ha deparado, o sobre nuestro propio acceso y familiaridad para con Dios, confesamos que esta gracia se produce en vosotros “por medio de él” y “en él”. Así, pues, la expresión “con él” es la propia de los que glorifican [oficio de alabanza], mientras que la otra, “por medio de él” es la elegida de los que dan gracias [oficio de la Eucaristía].
Pero mentira es también aquello de que la expresión “con quien” es extraña al uso de la gente piadosa. Efectivamente, cuantos por estabilidad de las costumbres prefieren la noble antigüedad a la novedad, y conservaron la tradición de los padres, sin falsearla, en el campo como en la ciudad, siguen sirviéndose de esa expresión.
En cambio, los hastiados de las costumbres y que se rebelan contra lo antiguo como cosa pasada, éstos son los que, acogiendo las innovaciones, prefieren siempre al traje común, igual que los petimetres, el de la última moda. Por una parte, pues, podrás ver entre los rústicos, incluso hasta hoy, la expresión arcaica; por otra, de estos artistas, aunque bien aceitados para sus logomaquias, verás sus palabras bien marcadas a fuego por la nueva sabiduría”.
Justificado así el uso litúrgico legítimo ante la doble
tendencia, acude a la práctica común remitiéndose a la Tradición sedimentada en
la liturgia, Tradición que relee, interpreta y actualiza la Escritura:
“Por nuestra parte, nosotros decimos precisamente lo que decían nuestros padres: la gloria es común al Padre y al Hijo, por lo que presentamos al Padre la doxología “con” el Hijo.
Pero a nosotros no nos basta que ésta sea la tradición de los padres, ya que también ellos se dejan guiar por la voluntad de la Escritura, pues toman los principios de los mismos testimonios que hace muy poco os citábamos de la Escritura” (7,16).
[1] AZZALI BERNARDELLI, Giovanna, Introducción en BASILIO DE CESAREA,
El Espíritu Santo, Biblioteca de Patrística 32, Madrid, Ciudad Nueva, 1996, p.
34.
[2] H. U. Von BALTHASAR, Teología
y santidad en Verbum caro. Ensayos teológicos I, Madrid 1965, pp. 235ss.
[3] CONGAR, Y. M., La
Tradición y las tradiciones, Vol. 2, San Sebastián 1964, p.
233.
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