1. En torno a la virtud cardinal de
la justicia giran algunas otras virtudes; estamos en el terreno de dar a cada
uno lo que le corresponde, sin parcialidad, sin favoritismos, sino rectitud de
vida.
Como la justicia regula las relaciones, los derechos y los deberes, es la
justicia una virtud que regirá para las relaciones y deberes con Dios y con el
prójimo, siguiendo el precepto evangélico: “Dad
al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios” (Mt 22,21).
2. Una primera referencia en torno a
la justicia, es el grupo de virtudes en que no hay proporción entre lo que dan
y lo que reciben, porque por mucho que se dé y se entregue, siempre es mayor lo
que se recibe, tanto de Dios como de los demás.
Este grupo de virtudes
pertenece a la justicia pero no hay punto de comparación entre nosotros al practicarla
y los beneficiarios; éstos son Dios, nuestros padres y nuestros superiores; por
mucho que demos, siempre recibimos más de ellos.
Así nos encontramos este
primer grupo de virtudes.
La virtud de la religión. Esta virtud es la que regula el culto
debido a Dios, aunque pueda sonar algo extraño, casi pasado de moda.
Pero, si
sólo Dios merece todo honor y gloria, si Él es Señor y Rey de todo lo creado,
Él quien nos ha dado la vida, Él quien “nos
ha bendecido en la persona de Cristo con toda clase de bienes espirituales y
celestiales” (Ef
1,3), es de justicia bendecir y glorificar a Dios mediante el
culto, la liturgia y la plegaria.
Es el mismo Cristo quien, citando el Antiguo
Testamento, nos dice: “Al Señor tu Dios
adorarás y a Él solo darás culto” (Mt 4,10; Dt 6,13).
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