viernes, 3 de mayo de 2019

El ayuno pascual (textos)

Fue un elemento importantísimo para los cristianos el ayuno pascual, es decir, pasar el Viernes Santo y el Sábado Santo en ayuno hasta la Comunión eucarística de la Vigilia pascual, que rompía el ayuno e iniciaba la fiesta cristiana. 


Este ayuno más que penitencial, o expiatorio, se consideraba así, tal cual, "ayuno pascual", llevando a la práctica aquello que dijo el Señor: "ayunará cuando el Esposo les sea arrebatado" (Cf. Mc 2,19-20). El Esposo Jesucristo fue arrebatado en la Cruz y sepultado, y la Iglesia ayunaba no sólo el Viernes Santo sino también el Sábado Santo, día de duelo, aguardando la Pascua santísima.

Dicho ayuno poco a poco perdió su importancia, entre otras cosas, por el adelanto de la Vigilia nocturna a la misma mañana del Sábado (¡qué contrasentido!); aún hoy, para muchos, el Sábado Santo es el final de la Semana Santa y no es extraño encontrarse más de una comida juntos, o convivencia de alguna asociación y hasta grupo de amigos. El ayuno pascual parece haber desaparecido.

Sin embargo, es un elemento "litúrgico" y por tanto espiritual muy interesante y eficaz para disponernos, en cuerpo y alma, a la Vigilia pascual. La Iglesia lo recomienda:

"Es sagrado el ayuno pascual de los dos primeros días del Triduo, en los cuales, según una antigua tradición, la Iglesia ayuna "porque el Esposo ha sido arrebatado". El Viernes Santo de la Pasión del Señor hay que observar en todas partes la abstinencia, y se recomienda que se observe también durante el Sábado santo, a fin de que la Iglesia pueda llegar con el espíritu ligero y abierto a la alegría del domingo de Resurrección" (Cong. Culto divino, Carta sobre la preparación y celebración de las fiestas pascuales, n. 39).


El Concilio Vaticano II, en la Constitución Sacrosanctum Concilium, ya lo recordaba e inculcaba:

"téngase como sagrado el ayuno pascual; ha de celebrarse en todas partes el Viernes de la Pasión y Muerte del Señor y aun extenderse, según las circunstancias, al Sábado Santo, para que de este modo se llegue al gozo del Domingo de Resurrección con ánimo elevado y entusiasta" (SC 110),
 y repite dicha cita el Ceremonial de los Obispos, en el n. 295.

Recuperar hoy el gran ayuno pascual del Viernes y Sábado Santos aportará sin duda una ayuda para la vivencia interior de la santísima Vigilia pascual, y nos hará entrar en la experiencia pascual de tantas generaciones de cristianos que ayunaron rigurosamente para vivir la Vigilia pascual.

Acudamos a los testimonios patrísticos para comprobarlo y alentarnos a vivirlo.

En el área africana, Tertuliano, en el siglo II, explica las costumbres cristianas de la oración y del ayuno, diciendo:

"Por lo demás, se ha impuesto otra costumbre, de modo que quienes ayunan, una vez terminada la oración, no se dan el beso de paz, que es el sello de la oración... 

De este modo, al abstenerse del beso, se manifiestan como practicantes del ayuno...

Nosotros, en cambio, nos abstenemos del beso [de paz] el día de pascua, ya que en ese día la práctica del ayuno es de carácter universal y público, sin preocuparnos en absoluto de esconder una cosa que hacemos todos juntos" (De oratione, 18,7).

La Traditio Apostolica del Pseudo-Hipólito alude igualmente a la costumbre cristiana del ayuno pascual, prescribiendo cómo ayunar y quiénes deben ayunar:

"Que no hay que comer nada en Pascua hasta la hora en que está permitido comer. En Pascua nadie debe comer nada antes de que se haga la oblación [las ofrendas y la plegaria eucarística]: a quien lo haga no le será reconocido el ayuno. La mujer que está encinta o el que está enfermo, si no puede ayunar dos días, que ayune solamente el sábado, a causa de la necesidad, contentándose con pan y agua" (Traditio, n. 33).

Fijémonos en el detalle: al menos, el Sábado santo debe ser día de ayuno hasta para los enfermos y mujeres embarazadas, con pan y agua. El acento recae sobre el día en que Cristo está sepultado, previo a la Vigilia pascual. El Sábado santo era día de ayuno intensísimo para todos a la espera de la resurrección del Señor.

Más minuciosa la codificación que nos ofrece la Didascalia apostolorum, del siglo III; minuciosidad que subraya la importancia que se le concedía al ayuno cristiano y especialmente al sagrado ayuno pascual. Es un ayuno que crece en intensidad y rigor: la Semana Santa es tiempo de ayuno con algunas concesiones; pero el ayuno es riguroso en la Pascua, tanto el Viernes como el Sábado Santo:

"Es necesario, hermanos, que celebréis con todo interés los días de Pascua y mantengáis vuestro ayuno con toda diligencia...

Por eso, ayunad los días de Pascua a partir del décimo día [de la luna], que es el segundo día de la semana, tomando sólo pan, sal y agua a la hora nona; y esto hasta el día quinto de la semana. El día de la parasceve y el sábado pasadlo totalmente en ayuno, sin tomar nada en absoluto.

Durante toda la noche permaneced reunidos en comunidad. No durmáis. Pasad toda la noche en vela, rezando y orando, leyendo los profetas, el evangelio y los salmos con temor y temblor, en un clima de súplica incesante, hasta la tercera vigilia de la noche [es decir, al dar la medianoche hasta las tres] después del sábado. Entonces romped vuestro ayuno.

También nosotros, durante la pasión de nuestro Señor, ayunamos de la misma forma durante los tres días para testimonio, y pasamos la noche en vela rogando y orando...

Sobre todo, debéis ayunar el día de la parasceve [Viernes santo] y el sábado; y vigilar y permanecer atentos el sábado, leyendo las Escrituras y los Salmos, rogando y orando por los que pecaron, y aguardar expectantes la resurrección de nuestro Señor Jesús hasta la hora tercera en la noche del sábado.

Ofreced después vuestros sacrificios [las oblaciones: el pan y el vino, y la plegaria eucarística]. Alegraos entonces y comed, llenaos de gozo y de júbilo porque Cristo ha resucitado como prenda de nuestra resurrección. Ésta será vuestra norma para siempre hasta el fin del mundo" (Didascalia, V, 17-19).

O finalmente, un texto de Eusebio de Cesarea:

"Nosotros celebramos a lo largo del año unos mismos misterios, conmemorando con el ayuno la pasión del Salvador el Sábado precedente, como primero lo hicieron los apóstoles cuando se les llevaron el Esposo. Cada domingo somos vivificados con el santo Cuerpo de su Pascua de salvación, y recibimos en el alma el sello de su preciosa sangre" (Eusebio de Cesarea, Trat. sobre la Pascua, 12).

Éstas son las costumbres cristianas, muchas de ellas perdidas, pero que supondrían un gran enriquecimiento volver a adquirirlas: el ayuno pascual del Viernes y Sábado Santos hasta la Vigilia pascual.

Podriamos releer el sentido del Sábado Santo y el gran silencio y ayuno, el hambre espiritual del ayuno así como la limosna del ayuno, la misericordia.


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