Lo primero, y de entrada, es que participar
no es la intervención directa de muchas personas en la liturgia subiendo y
bajando del presbiterio. Eso es ejercer un ministerio, un servicio en la
asamblea. Pero participar... ¡¡es otra cosa!!
El
Concilio Vaticano II define la participación litúrgica como “plena, consciente,
activa, interior, fructuosa”.
a) Veamos primero lo interior:
Participar es la
actitud que tiene María al acoger en su seno al Verbo; es recibir, contemplar,
orar, transformar la propia vida desde la propia liturgia en la celebración.
1.
Recibir. En la liturgia se nos da Cristo mismo y nos comunica el Espíritu:
se nos da en la asamblea y, sobre todo, en la Palabra proclamada, en las
especies eucarísticas. Por eso recibir es escuchar atentamente, acoger en el
corazón; cada palabra proclamada puede ser palabra de Dios "para ti".
Cada signo litúrgico hay que recibirlo, interiorizarlo. Es actitud interior: no
se celebra por ritualismo, ni por devocionalismo, ni por obligación.
2.
Contemplar. ¿Pero qué? El Amor de Dios que se sigue ofreciendo a la Iglesia en la Santa Misa. "¡Gustad y ved qué bueno es el
Señor!"
3.
Orar. Participar es orar, rezar interiormente las grandes oraciones que el
presidente recita en nombre de la asamblea (prolongadas luego en nuestra
meditación). Participar no será estar pasivamente, sino orar en los momentos de
silencio, agradecer a Dios, meditar la Palabra, agradecer el don de la comunión.
4.
Transformar la propia vida. La liturgia va transformando lentamente la
propia existencia: la gracia de Dios actúa invisiblemente, y celebrar la
liturgia implicará siempre vivir la
Palabra que se ha escuchado. Coherencia con lo celebrado.
b) Participación
"exterior"
Tiene
sentido si se participa interiormente (si no resulta ser teatral); es fruto de
la participación interior (no se puede estar como mudo y pasivo espectador).
¿En qué consiste? En comulgar, responder, cantar, ejercer diversos ministerios.
1.
Comulgar. Es la más plena participación litúrgica, donde el fiel se hace
uno con Cristo y toma parte de su vida. No hay forma más plena de participar
que comer de Aquél Banquete Pascual que se celebra. Por esa razón, la comunión
no es algo que se distribuye corriendo, sino que es el momento álgido de la
celebración. No se comulga por comulgar, hay que recuperar el estilo profundo
de la comunión.
"La
participación más perfecta en la misa tiene lugar cuando ellos, [los fieles]
debidamente dispuestos, reciben el Cuerpo del Señor en la misma misa. Los
fieles deben mantener en sus costumbres y en su vida lo que han recibido en la
celebración eucarística por la fe y el Sacramento. Procurarán, pues, que su
vida discurra con alegría en la fortaleza de este alimento del cielo,
participando en la muerte y Resurrección del Señor. Así, después de haber
participado en la misa, cada uno sea solícito en hacer buenas obras, en agradar
a Dios, en vivir rectamente, entregado a la Iglesia, practicando lo que ha aprendido y
progresando en el servicio de Dios, trabajando por impregnar al mundo del
espíritu cristiano y también constituyéndose en testigo de Cristo"[1].
2.
Responder. La asamblea participa de la liturgia de forma activa y
consciente en los momentos en que le toca intervenir, respondiendo al
presidente, recitando oraciones, etc. No puede consistir en un susurro -menos
aún quedarse callados- sino que tiene que sonar la voz de la asamblea, unida,
rezando despacio y fuerte (¿para qué correr?), y, sobre todo los domingos, con
el canto de las respuestas al sacerdote y las aclamaciones. Una asamblea muda,
es una asamblea que no participa... y que habrá que animar.
3.
Cantar. El canto no es un adorno añadido en la liturgia, ni un elemento de
solemnidad, sino otro medio de participar. Es forma de orar, profunda y bella.
Hay cantos que le corresponden a la asamblea (no al coro), como el Gloria, la
antífona del Salmo responsorial, el Aleluya, el Santo y el Padrenuestro. Siendo
forma de orar, hay que educar en el canto.
4.
Ejercer diversos ministerios. La participación es necesaria para realizar
servicios en la liturgia de la comunidad. Los bautizados deben hacer las
lecturas, moniciones, preces, acólitos, los cantos, hacer la colecta, presentar
las ofrendas.
La
asamblea participa orando, y algunos de sus miembros realizan servicios
diversos, necesarios. No se participa más porque suba más gente al presbiterio
(esto no es un espectáculo), pero sí deben existir los ministerios litúrgicos,
casi imprescindibles para celebrar una liturgia digna. No tener miedo, ni
vergüenza, y educar para ejercer estos ministerios con actitud de servicio y
sin protagonismos. Luego, al ir desglosando por encima la liturgia de la Misa, iremos concretando los
distintos servicios litúrgicos.
Muchas gracias!
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