Realmente, en cualquier catequesis, no hace falta ser un gran genio creativo, sino un transmisor. Por eso, ante palabras grandes, bien escritas y hondas, no es necesario más que ofrecerlas.
Es el caso de una homilía amplia, certera, profunda, de Pablo VI sobre Jesucristo, considerado claramente en su doble naturaleza, divina y humana, pero también en lo que ello significa para nosotros, para cada uno concretamente.
"Y
vosotros, ¿qué decís de Jesús? ¿Cuál es su persona y su naturaleza?
Inmediatamente recurrimos al catecismo y recordamos que “Jesús es el Hijo de
Dios hecho hombre”. Pero ¿sabemos bien lo que eso significa?
Además,
si Jesús es Dios hecho hombre, lo cual es la maravilla de las maravillas, ¿qué
puede ser Él para mí?
¿Qué relación hay entre Él y yo?
¿Tengo que ocuparme
realmente de Él?
¿Me encuentro con Él en el camino de la vida?
¿Está en
relación con mi destino? No es suficiente.
Si preguntase precisamente a los hombres
de nuestro tiempo: ¿Qué os parece que es Jesús? ¿Cómo lo consideráis? Decidme:
¿quién es el Señor?
¿Quién es este Jesús que seguimos predicando después de
tantos siglos, convencidos de que anunciarlo a las almas es aún más necesario
que nuestra vida?
¿Quién es Jesús?
Pero
nosotros, que podemos repetirnos a nosotros mismos ese dulce nombre de Jesús por
encima de todo nombre, los que somos fieles, los que creemos en Cristo,
¿sabemos bien quién es? ¿Sabríamos definirlo inmediatamente con un nombre
exacto, llamarlo de verdad por su nombre, llamarlo Maestro y Pastor, invocarlo
como luz del alma y repetirle sin cesar: “Tú eres nuestro Salvador”?
En
otros términos, ¿sentimos que Él es necesario, que no podemos hacer nada sin
Él, que es nuestra riqueza, nuestra alegría y nuestra felicidad, nuestra
promesa y nuestra esperanza, que es para nosotros el Camino, la Verdad y la Vida?
¿Llegaríamos a decirlo
bien y a la vez sin reservas?"
(PABLO VI, Homilía II domingo de Cuaresma,
14-marzo-1965).
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