viernes, 10 de mayo de 2019

San Juan de Ávila, el predicador infatigable



            Si, como san Pablo afirma, fides ex auditu, la fe viene por el oído (cf. Rm 10,14), por la predicación, san Juan de Ávila, cuyo modelo es san Pablo, dedicó muchas horas al ejercicio de la predicación. ¿De qué manera? Basta ver los sermones y las pláticas que nos han llegado para hallar algunas características sobresalientes, válidas para nosotros hoy:



-          están repletos de doctrina cristiana clara y sólida, procurando iluminar y enseñar en lugar de acudir a lugares comunes; la ignorancia engendra siempre males y él procura elevar el conocimiento de la fe cristiana de sus oyentes explicando los dogmas y verdades de la fe o comentando teológicamente la Escritura

-          son a la vez veneros de espiritualidad, porque al conocimiento firme de las verdades de la fe, une la devoción y el fuego de cómo vivirlos con un amor suave y tierno al Señor

-          como profeta y reformador, señala también los pecados y vicios de la época, sin alusiones vagas ni genéricas, de manera que suscite la conversión y reforma de costumbres, despreocupado de halagar el oído o no ser “políticamente correcto”

-          muchísimas veces, tal vez por estilo oratorio cuidado, pero también tal vez sea por su propio corazón, el sermón o la plática se convierte en oración en alta voz, en plegaria; es un corazón orante, que se desborda en oración al Señor y desvela lo que sinceramente pedía antes de poder predicar


-          destacan por sus muchas citas bíblicas: es un hombre que ha asimilado las Escrituras, las ha estudiado y rezado; también citas de Padres de la Iglesia, a los que habitualmente lee, y de Concilios. Son, por tanto, sermones y pláticas que le han llevado un tiempo amplio de preparación, pensando en el bien que pueda producir en las almas, y huyendo de la improvisación. Sumemos, además, el tiempo de oración antes de cada sermón o plática, que él llamaba “ir templado”, suplicando el fruto de la predicación y haciendo que su alma ardiera en el fuego del amor de Cristo.

            La predicación para el ejercicio pastoral de los sacerdotes es ministerio delicado y exigente. Entendamos la predicación en su variedad de formas, todas igualmente necesarias en nuestras parroquias: homilía, pláticas, retiros, formación de catequistas, catequesis de adultos, grupos de formación de la parroquia, Escuelas de teología, etc. Lo propio del sacerdote es predicar y hacerlo como san Juan de Ávila; enseñar constantemente:

* con solidez doctrinal,
* ofreciendo alimento espiritual,
* preparación y estudio,
* oración antes de enseñar y predicar, para preparar el corazón, acoger el Espíritu y pedir fruto y gracia.

            Es un ejercicio del ministerio irremplazable, y no podemos simplemente “salir al paso” haciendo glosas y paráfrasis del texto evangélico, o acudiendo al lenguaje moralista (“compromisos”, “valores”, etc.). También en esto san Juan de Ávila es un referente pastoral.



            Tenemos, pues, un santo de categoría sacerdote de la diócesis de Córdoba; un Doctor de la Iglesia que, por tanto, puede seguir enseñándonos con sus escritos autorizados. El anuncio del año jubilar, proclamado en su Basílica Pontificia de Montilla (12-octubre-2012), recapitula –ensalzando a Dios- la persona del nuevo Doctor:


1. Hasta aquí, a esta Basílica pontificia,
acudirán peregrinos
que se postrarán ante el sepulcro del santo Maestro y Doctor,
se encomendarán a él,
pedirán su intercesión,
abrirán su espíritu a su doctrina,
desearán la santidad en su propio estado de vida,
elevarán sus corazones a un mayor amor de Dios
y de Jesucristo, Dios humanado.

R/ Gloria y honor a ti, Señor Jesús.

2. En san Juan de Ávila, el Espíritu Santo ofrece a la Iglesia
un Doctor y Maestro,
un sacerdote según el Corazón de Cristo,
un pastor de almas,
un maestro de santos
y un predicador infatigable.
Fue sembrador de la Palabra divina,
educador de virtudes,
templado siempre en la oración.
El pueblo cristiano eleve siempre
himnos festivos de alabanza y honor.

3. Dios lo agració con muchas virtudes y carismas,
convirtiéndose en consultor y guía de almas,
y singular maestro en el camino de la santidad;
su palabra, aquilatada en horas de oración,
logró conversiones
y con el carisma de sabiduría,
y discernimiento sobrenatural,
ofreció una perenne doctrina
e itinerarios de santidad
que nos legó en sus escritos,
tratados, sermones, memoriales y epistolario.
La Iglesia lo reconoce como Doctor suyo
y nos lo propone como auténtico Maestro de la fe.

4. Sea este Año jubilar
ocasión propicia para acercarnos a san Juan de Ávila,
beber de la fuente de su doctrina,
desear la santidad,
abrazar el Amor de Dios,
entregarnos a Jesucristo crucificado
porque al contemplarlo,
todo nos convida a mayor amor,
vivir de la Eucaristía,
reformar las costumbres,
fortalecer el celo apostólico.
Que el Año jubilar sea gracia para todos,
alegría para la vida cristiana,
renovación de las almas.

5. Éste es año de gracia,
éste es tiempo propicio,
éste es tiempo de salvación.
año agradable al Señor,
año de misericordia y gracia,
año de salvación y de paz.
¡Admirable condescendencia y bondad de Dios!
¡Inefable amor para con nosotros!
A Él el poder, la riqueza, la sabiduría,
la fuerza, el honor, la gloria y la alabanza,
ahora y por siglos eternos. Amén.


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