lunes, 20 de junio de 2022

Uso teológico de la liturgia (S. Basilio)

Como Padre, san Basilio vive de la liturgia y constituye el referente de su predicación y de su teología. Por ello argumenta con los mismos textos de la liturgia que expresan la fe de la Iglesia.



Así comienza, para tratar sobre el Espíritu Santo, su acción en nosotros y su divinidad, la doxología trinitaria que se canta en la liturgia.



Las doxologías expresan la fe rectamente trinitaria, y su variedad no es sinónimo de heterodoxia, porque pueden decir de la Trinidad aspectos distintos según las preposiciones que unan a las divinas Personas y se remonta a las preposiciones que utiliza el Apóstol en sus propias doxologías epistolares. 

Vuelve san Basilio sobre la doxología refutando a los adversarios:


“Me gustaría, sin embargo, aprender de esta nueva sabiduría qué clase de doxología realizó el Apóstol mediante la palabra “en”, ateniéndonos a la regla que éstos aducen ahora como procedente de las Escrituras. Yo, de hecho, en ninguna parte hallo que se diga: “A ti, Padre, la gloria, por medio de tu Unigénito, en el Espíritu Santo”, expresión que para ellos precisamente es ahora más familiar que el respirar, por así decirlo. Se puede hallar cada una de ellas por separado, efectivamente, pero de ningún modo pueden ellos demostrar que se hallen juntas y en este orden.
Por tanto, si discuten con rigurosa exactitud acerca de lo que está escrito, que muestren de dónde sacan lo que dicen. Y si ellos ceden a la costumbre, que no nos lo impidan a nosotros” (25, 58).



Para san Basilio, la doxología es una confesión de fe ortodoxa en el ámbito litúrgico según la Tradición, que forma a los fieles en la recta fe o regula fidei, por lo que dirá:


“...Si la recibimos [la confesión de fe] de la tradición del bautismo, y según la lógica de la piedad (¡debemos creer según y cómo somos bautizados!), presentamos la confesión de fe conforme al bautismo, por esa misma lógica que nos concedan también ofrecer la gloria conforme a nuestra fe. Pero si rechazan como no escrito nuestro modo de doxología, entonces que nos den las pruebas escritas de la confesión de fe y de todo lo demás que hemos enumerado” (27,67).


Pero la doxología –ámbito litúrgico- es auténtica confesión de fe:


  “Ahora bien, la confesión de la fe la hemos convertido en cierto modo como en principio y madre de la doxología. Pero, ¿qué se ha de hacer? Pues que ahora nos enseñen a no bautizar como habíamos aprendido, a no creer como se nos había bautizado, o a no glorificar como hemos creído. Que alguien nos demuestre, pues, o bien que la lógica correlativa de estas cosas no es necesaria ni irrompible, o bien que la innovación en esto no es la ruina del todo. 

Pero ellos no paran de repetir a diestro y siniestro que la doxología: “con el Espíritu Santo” no está atestiguada ni está escrita, ni otras cosas por el estilo.

Está dicho que, en cuanto al sentido, lo mismo es decir: “Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo”, que “Gloria al Padre y al Hijo con el Espíritu Santo”...” (27, 68).


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