1. La oración propia de los hijos
de Dios, es decir, de los bautizados que han recibido el espíritu filial de
adopción según san Pablo (Rm 8,15), es el “Padrenuestro”, también llamado
“oración dominical”, es decir, “oración del Señor”, pues fueron los labios de
Cristo los que la pronunciaron para nosotros, encomendándonos: “Cuando oréis,
decid: Padre nuestro…” (Lc 11,2).
Es
oración tan propia de los hijos de Dios, de los bautizados, que los catecúmenos
–ni antes ni ahora- la rezaban. Eran despedidos tras la homilía porque no eran
fieles cristianos todavía para poder participar de la oración común. Cuando han
sido ya elegidos para ser bautizados en la próxima Vigilia pascual, se les
realiza el rito de la entrega del Padrenuestro. Transcurre en la V semana de Cuaresma.
Muy
claro explica el motivo el Ritual de la Iniciación cristiana de adultos: “También se
entrega a los elegidos la ‘Oración dominical’ que desde la antigüedad es propia
de los que han recibido en el Bautismo el espíritu de los hijos de adopción, y
que los neófitos recitan juntamente con los demás bautizados al participar por
primera vez en la celebración de la Eucaristía” (RICA 188).
En
una celebración, tras las lecturas bíblicas, se proclama el Evangelio donde el
Señor pronuncia el Padrenuestro, con esta admonición del celebrante a los
elegidos: “Ahora escuchad cómo el Señor enseñó a orar a sus discípulos” (RICA
191). Tras la homilía se ora por los elegidos.
Aunque
se les ha entregado así, únicamente cuando ya han sido bautizados, durante la Vigilia pascual, podrán
entonces, por vez primera, junto con todos los demás fieles cristianos,
rezarla. ¡Oración de los hijos de Dios, de los que por gracia han sido hechos
hijos de Dios por el bautismo!
Los
Padres explicaban el Padrenuestro a los elegidos, petición a petición, en el
rito de la entrega:
“¿Cómo
invocarán a aquel en quien no han creído? ¿O cómo creerán en aquel de quien no
han oído hablar? ¿Cómo van a oír si nadie les predica? ¿O cómo predicarán si no
son enviados? Él dijo: ¿Cómo
invocarán a aquel en quien no han creído? Ésta es la causa por la que no
recibisteis primero la oración y luego el símbolo, sino primero el símbolo para
saber qué habéis de creer, y luego la oración en que conozcáis a quién habéis
de invocar. El símbolo, por tanto, dice relación a la fe; la oración, a la
súplica, puesto que quien cree es escuchado a través de su invocación” (S.
Agustín, Serm. 56,1).
“El orden de vuestra instrucción
exige que aprendáis primero lo que habéis de creer y luego lo que habéis de
pedir. Esto mismo dice el Apóstol: Sucederá
que todo el que invocare el nombre del Señor será salvo… Puesto que se dijo
con toda razón y verdad: ¿Cómo van a
invocar a aquel en quien no han creído?, por esto mismo habéis aprendido
antes lo que debéis creer y hoy habéis aprendido a invocar a aquel en quien
habéis creído” (S. Agustín, Serm. 57,1).
Se
devolvía el Credo, recitándolo antes de la Vigilia pascual –como vimos al tratar el Símbolo-
pero no se devolvía el Padrenuestro antes, sino que lo recitarán por vez
primera junto con los fieles, a una voz, una vez bautizados: “Una vez
bautizados, tenéis que decir diariamente la oración… Por esto el sábado, en la
vigilia [pascual] que hemos de celebrar, si Dios quiere, recitaréis en público
no la oración, sino el Símbolo” (S. Agustín, Serm. 58,12.13); “la oración que
hoy habéis recibido, para aprenderla y darla de memoria dentro de ocho días
[después del Bautismo, durante la
Vigilia], fue dictada, como escuchasteis en la lectura del
Evangelio, por el mismo Señor a sus discípulos y a través de ellos ha llegado
hasta nosotros, puesto que su voz se extendió por toda la tierra” (S. Agustín,
Serm. 59,1).
El
actual ritual del bautismo de niños destaca su importancia también. “Después de
una monición del celebrante, para prefigurar la futura participación en la Eucaristía, se dice
ante el altar la oración dominical, en la cual los hijos de Dios se dirigen al
Padre que está en los cielos” (RBN 77). La rúbrica, en el ritual, reitera: “El
celebrante, de pie ante al altar, dice a los padres y padrinos y a todos los
presentes estas palabras u otras semejantes” (RBN 134).
La
monición relaciona entre sí los tres sacramentos de la Iniciación cristiana
(Bautismo, Confirmación, Eucaristía), y resalta el Padrenuestro como la oración
propia de los que ya, por el Bautismo, son hijos adoptivos de Dios y se pueden
dirigir a Dios llamándole Padre con toda propiedad:
“Hermanos:
Estos niños, nacidos de nuevo por el
Bautismo, se llaman y son hijos de Dios. Un día recibirán por la confirmación
la plenitud del Espíritu Santo. Se acercarán al altar del Señor, participarán
en la mesa de su sacrificio y lo invocarán como Padre en medio de su Iglesia.
Ahora nosotros, en nombre de estos niños, que son ya hijos por el espíritu de
adopción que todos hemos recibido, oremos juntos como Cristo nos enseñó” (RBN
134).
El
ritual de la Confirmación,
por su parte, quiere que se dé el suficiente realce a la oración dominical por
los nuevos confirmados: “Debe darse gran importancia a la recitación de la
oración dominical (el Padrenuestro), que hacen los confirmandos juntamente con
el pueblo, ya sea dentro de la
Misa antes de la
Comunión, ya fuera de la Misa antes de la bendición, porque es el Espíritu
el que ora en nosotros, y el cristiano en el Espíritu dice: ‘Abba, Padre’” (RC
13). Sin embargo, el ritual luego no ofrece ninguna monición específica para el
Padrenuestro, ni indica la conveniencia, tal vez, de cantarlo en la celebración
dentro de la Misa. En
la celebración fuera de la Misa
sí ofrece una monición muy genérica: “Ahora, hermanos, concluyamos nuestra
oración y uniéndola a la plegaria que
nos enseñó el Señor, digamos todos juntos” (RC 60).
2.
Lógicamente, es una oración muy querida por la Iglesia. Pronto el uso de
recitar tres veces al día la confesión de fe del “Shemá Israel” motivó que los
cristianos, tres veces al día, rezasen el Padrenuestro como confesión de fe y
alabanza a Dios.
La Didajé señala ya esta
práctica: “Tres veces debéis rezar de este modo cada día” (VIII,3). Estamos aún
en el siglo I. San Agustín, en el siglo IV, les dice a sus catecúmenos: “Una
vez bautizados, tenéis que decir diariamente la oración. En la iglesia se dice
todos los días ante el altar de Dios y los fieles la escuchan” (Serm. 58,12).
La Iglesia mantiene esa
costumbre. Tres veces al día lo recita solemnemente, como Iglesia, en su
liturgia: en Laudes, en Vísperas y en la Misa. La Ordenación general de la Liturgia de las Horas lo
explica: “En las Laudes matutinas y en las Vísperas, como Horas más populares,
a continuación de las preces ocupa el Padrenuestro el lugar correspondiente a
su dignidad, de acuerdo con una tradición venerable. Así, la oración dominical,
de ahora en adelante, se dirá solemnemente tres veces al día, a saber en la Misa, en las Laudes matutinas
y en las Vísperas” (IGLH 194-195).
3.
Las distintas familias litúrgicas, occidentales y orientales, situaron –salvo
una o dos excepciones- el rezo del Padrenuestro entre los ritos preparatorios
de la comunión. La petición “danos hoy nuestro pan” fue interpretada por los
Padres con un sentido eucarístico, como petición del Pan de la Eucaristía,
disponiéndonos así a recibir la comunión eucarística como un Don que nos
concede el Padre celestial. Dios escucha las súplicas y nos da “el pan de los
hijos”, la Eucaristía
cada día: “concédenos, por tu misericordia, que cuantos hemos sido alimentados
con el pan de los hijos seamos también santificados por el espíritu de
adopción”[1].
Por
ese sentido eucarístico, y no devocional (una oración más, piadosa), y no por
subrayar la fraternidad horizontal (como a veces se ha hecho uniendo todos sus
manos), es por lo que el Padrenuestro se ubica dentro de los ritos de comunión.
El
Misal, en su Ordenación general, lo deja claro: “se pide el pan de cada día,
con lo que se evoca, para los cristianos, principalmente el pan eucarístico y
se implora la purificación de los pecados, de modo que, verdaderamente las
cosas santas se den a los santos” (IGMR 81).
No hay comentarios:
Publicar un comentario