jueves, 9 de junio de 2022

La nube, signo de la gloria del Señor



         Iniciábamos este recorrido con los significados de la perícopa del sacerdotal Ex 40,34-38, encontrándonos estos símbolos, variados y hermosos:

     1. La gloria del Señor.-

La nube es, en primer lugar, el signo visible de la gloria del Señor, de su majestad en medio de su pueblo peregrino. Así rubrica el Señor la alianza sellada en el Sinaí, manifestándose gloriosamente. La nube es un elemento fundamental en cualquier teofanía que las Escrituras describen, porque siempre será una señal de que Dios se hace presente con su gloria. 




Es el signo primordial de la nube en el que nos detuvimos al iniciar el trabajo. El anan -nube- se identificará plenamente con el kabod -gloria- de Yahvé. Esta idea estará de fondo siempre que la Escritura use la nube como signo y vehículo de la manifestación del Señor: la gloria. Una gloria que es manifestada en cuanto luz[1]: la columna de fuego por la noche, la nube durante el día, produciendo sombra. 

Desde esta clave, el signo luz-vida, fuego-gloria, será una constante en toda la Escritura, especialmente en el Evangelio de Juan: "hemos visto su gloria" (Jn 1,14), hemos visto la luz del Señor, manifestada en Cristo Jesús.



     2.Providencia del Señor.-

         Una segunda lectura que se puede hacer desde esta perícopa breve pero profunda: la nube es signo de la providencia del Señor; una providencia entendida en un sentido muy concreto: el Señor guía los pasos de su pueblo, mostrándole el camino para llegar a la tierra. El Señor no abandona a su pueblo, sino que camina con él, se hace uno más caminando por el desierto, enseñándole el camino. Yahvé libera a su pueblo y no los deja solos, sigue con ellos. Es toda una teología en torno a la presencia del Señor, signo y figura del Dios-con-nosotros: Jesús que se encarna y camina con nosotros (cfr. Lc 24), poniendo su tienda en medio de nosotros (cfr. Jn 1,14).


     3. Figura del Bautismo.-

         Una tercera lectura, en línea con S. Pablo (cfr. 1Cor 10,1-2) y con la Tradición de los Padres: la nube es signo del bautismo. Y esto es así, porque la nube es la luz que iluminó las tinieblas de la noche pascual, haciéndolos atravesar el mar Rojo. La columna de fuego -manifestación de la nube durante el día- fue un signo de vida y libertad para el pueblo de Israel, prefigurando hoy, en la ley del N.T., el bautismo salvador.

        
         Y, según la interpretación paulina de 1Cor, la nube es figura del bautismo, porque, como ya vimos anteriormente, ilumina al pueblo, haciéndolo pasar de la muerte a la vida, igual que hoy el bautismo engendra nuevos hijos para Dios, iluminados por Cristo. Este sentido de la nube en cuanto figura del bautismo fue algo muy usado, en línea con 1Cor, por la Tradición de los Padres:

Así es como entiendo yo el misterio: Cristo precede, de la misma manera que la columna de fuego iba delante a través del mar Rojo, para que los hijos de Israel siguieran intrépidamente su camino; y fue la primera en atravesar las aguas, para preparar la senda a los que seguían tras ella. Hecho que, como dice el Apóstol, fue un símbolo del bautismo, cuando la nube cubría a los israelitas y las olas les dejaban paso. Pero todo esto lo llevó a cabo el mismo Cristo Señor que ahora actúa, quien, como entonces precedió a través del mar a los hijos de Israel en figura de columna de fuego, así ahora, mediante el bautismo, va delante de los pueblos cristianos con la columna de su cuerpo. Efectivamente, la misma columna, que entonces ofreció su resplandor a los ojos de los que le seguían, es ahora la que enciende su luz en los corazones de los creyentes: entonces hizo posible una senda para ellos en medio de las olas del mar; ahora, corrobora sus pasos en el baño de la fe. (MÁXIMO DE TURÍN, Sermón 100, en la Epifanía, 1,3).





     4. Lectura de la nube en el N.T.-

         Dos ideas enriquecen la lectura que, ya en el N.T., hemos realizado. La nube es el signo primordial de la acción fecundadora del Espíritu y presencia consoladora y tangible del Señor en medio de su pueblo. Signo de la acción fecundadora del Espíritu, porque es la nube la que proyecta su sombra sobre María para que engendre a Jesús, el Salvador, según vimos al comparar Lc 1,35 con los textos de Éxodo y las resonancias veterotestamentarias que tiene el pasaje de la Anunciación. 

Por ello, nos encontramos a María como arca de la nueva alianza, tienda del encuentro entre Dios y el hombre, que, cubierta por la sombra del Altísimo, engendra a Jesús. De este modo, el Verbo de Dios pone su tienda en medio de su pueblo (Jn 1,14), encarnándose en la historia. También vimos una segunda lectura desde esta perspectiva: Jesús es la tienda del encuentro entre Dios y el hombre, constituido Mediador de la nueva Alianza, y cubierto por la sombra de la nube; por eso, se afirmará que estaba lleno del Espíritu, el Cristo, para la salvación de los hombres. Jesús, la tienda del encuentro, cubierto de igual forma por la nube. 

Hasta tal punto es realidad lo que afirmamos, que su manifestación sensible y gloriosa, la transfiguración, alcanza su máxima plenitud cuando la nube cubre a Jesús, se oye la voz del Padre, y el Señor irradia luz en su rostro y en sus vestidos blancos refulgentes. Por esto, la nube no se queda sólo en la acción fecundadora del Espíritu Santo, sino en acción santificadora, que llena a Jesús de santidad, lo reviste, ratificando su elección y misión (consagración) delante de los Apóstoles -en un monte, con Moisés y Elías...-. 

La nube en el N.T. será signo real, asequible, de la fuerza de Dios que se despliega en favor de los hombres en la persona de Jesucristo Salvador. Ahí se cumplieron todas las figuras del A.T.; ahí fueron realidades salvadoras todo lo que se prefiguraba en el A.T., como hemos ido comprobando.



    [1] Resulta imposible en este estudio detenernos a analizar el concepto de gloria, que, ciertamente, sería muy esclarecedor para comprender la nube. V. FIERRO, A, Sobre la gloria en San Hilario, Roma, 1964.

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