7.
Vives para Cristo en aquello que Cristo te ha puesto en tu vida. Vives en
tensión entre el deseo y el cumplimiento, entre el deseo y las promesas de
Dios. Te toca vivir minuto a minuto, imposible programar para ti. Al menos vive
ese minuto que es el “hoy” de nuestra salvación con plena consagración y pasión
a Cristo. La unidad interior de vida, los momentos de reencontrarse con uno
mismo y con Jesucristo están en la oración litúrgica y los ratos de Sagrario
que puedas. Minuto a minuto. Sí, pero con el corazón lleno de pasión y amor por
Jesucristo.
8.
Que nadie ni nada te robe la esperanza. Luego que vengan las humanas
incoherencias, depresiones, momentos bajos, y todo aquello que conforma tantas
veces el tejido de lo humano en nosotros, junto con los momentos de Tabor que
estoy convencido el Señor te da de vez en cuando para que no desfallezcas.
9.
En este juego de la vida, misterio de Gracia y Providencia, estamos deseando
permanecer en pie ante la venida del Hijo.
10.
Tu oración, llena de amor, llegará a todos los rincones; tu reparación –que para
ti debe ser sólo Sagrario y actos de adoración, y el trabajo diario ofrecido en
las Laudes- fecundará la humanidad, tu comunidad, tu parroquia...
11.
Todo paso de Dios por la vida deja una huella honda, bien marcada, que perdura.
12.
¡Hemos de avanzar!, ¡hemos de desear realizar ese ideal de santidad ya en
nosotros! A veces los años, o las enfermedades, o el clima comunitario, o las
costumbres y tradiciones, o el miedo a qué dirán, o tantos impedimentos humanos
que el demonio nos pone por delante, nos impiden y dificultan la tarea de
nuestra santificación.
A veces hay que saber romper con todo y ¡SÓLO DIOS!
13.
La Iglesia,
para ser Iglesia, debe ser un Cenáculo pero con las puertas y ventanas bien
abiertas, nada de cerrazón, nada de oscuridad, nada de costumbres y tradiciones
anquilosadas, sino el viento suave, rocío de la mañana, del Espíritu Santo.
14.
La alegría de ser lo que uno es, la alegría de la propia identidad es el
mejor acicate para renovarse y purificar lo inmundo del corazón para ser
exactamente lo que Él espera de nosotros.
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