jueves, 20 de junio de 2019

Nueva evangelización (Misa - I)

Para ahondar tanto en la liturgia como en la necesidad de una verdadera evangelización, iremos desglosando la Misa "por la nueva evangelización", aprobada para el Año de la Fe de 2012.


Será así una forma, en primer lugar, de saborear y glosar los textos litúrgicos, siempre la mejor escuela de espíritu cristiano, para acostumbrarnos a entrar en la profundidad de las oraciones y plegarias de la liturgia. ¡Son siempre escuela de vida cristiana! Pero también nos debe servir para refrescar y avanzar en una mejor y renovada comprensión de la evangelización, de la nueva evangelización, y de la fisonomía espiritual y apostólica del evangelizador.

Trataremos, así pues, de los textos de una Misa: antífona de entrada, oración colecta, oración sobre las ofrendas, antífona de comunión y oración de postcomunión.




1. La antífona de entrada

            El evangelio a todos ha de llegar, a todos debe resonar, y el orbe entero es el campo de misión para que todos conozcan y alaben la salvación y la acepten en sus vidas, siendo transformados por la gracia e incorporados al Cuerpo vivo de Cristo que es la Iglesia.

            La dimensión, diríamos casi cósmica, de la evangelización, se pone de relieve en la antífona de entrada –que debe ser el habitual canto de entrada o, al menos, inspirar sus letra y contenido- tomada del salmo 104:

“Gloriaos en su santo nombre,
que se alegren los que buscan al Señor.
Recurrid al Señor y a su poder,
recordad las maravillas que hizo” (vv. 3-4.5).

            Así evangelizar es gozarse en el Señor, en su Nombre santo, y con esa alegría que nace de Él, lo primero es proclamar, lleno de admiración, las maravillas que ha realizado en nuestro favor, su amor inmenso tantas veces demostrado.

            Lejos de ser condena, quejido y lamento constante, “profeta de calamidades”, el evangelizador es un gran narrador, convencido y entusiasta, de lo que Dios ha realizado en su Hijo por nosotros; un gran narrador, que cuenta entusiasmado una historia maravillosa, sorprendente, la historia de la salvación.

            Se recupera así el tono kerigmático, central, del anuncio evangélico, rehusando tonos moralistas y moralizantes, conduciendo más bien al asombro ante las maravillas del Señor y el encuentro único y personal con el Salvador.


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