domingo, 30 de junio de 2019

Jesús en sí y para mí (Catequesis cristológica - y III)

"Cristo es un Tabernáculo en movimiento; 
es el Hombre que lleva dentro de sí la grandeza del Cielo; 
es el Hijo de Dios hecho Hombre; 
es el milagro que pasa por los senderos de nuestra tierra. 
Cristo es en verdad el Único, el Bueno, el Santo. 



¡Si también nosotros lo pudiésemos encontrar, 
si  fuésemos tan privilegiados como Pedro, Santiago y Juan!

                Pues bien, hijos, tendremos esta fortuna. No será sensible como en la Transfiguración luminosa, que ofuscó la mente y la vista de los apóstoles; pero su realidad se nos concederá hoy también a nosotros. 

Es preciso saber transfigurar, con la mirada de la fe, los signos con que el Señor se nos presenta; no para alimentar nuestra fantasía, perfilándonos un mito, un fantasma, la imaginación. No, sino para contemplar la realidad, el misterio, lo que existe realmente
 
 Yo he venido aquí precisamente, dichoso de poder hablar de Cristo del que indignísimamente soy, sobre esta tierra, el Vicario. Yo os digo, con las palabras de Pedro, que Cristo es el Hijo de Dios, hecho Hombre. 

Pensad en esto, dejad que estas palabras se graben en vuestras almas. Creed en la realidad que pretenden transformar en vosotros. Y sabed que no se trata de un sonido que pasa y de apagada; no de algo externo que interesa poco. 

Que cada uno sienta y repita: 
es mi vida, 
es mi destino, 
es mi definición, 
pues también yo soy cristiano, también yo soy hijo de Dios.  

La Revelación de Cristo me descubre lo que yo soy. 

Aquí está el comienzo de la felicidad, el destino sobrenatural, desde este momento iniciado y activo en nuestro ser.  

Hijos míos,... acrecentad en vuestros corazones la fe de Cristo Jesús; sabed quién es Él verdaderamente, y pensad que su rostro es el sol de vuestras almas. Sentíos siempre iluminados por Él, luz del mundo, salvación nuestra". 

(Pablo VI, Homilía II domingo de Cuaresma, 14-marzo-1965).

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