Entramos en el primer y Gran día de la
Pascua: Cristo, el Señor, el Cordero de Dios, va a ser inmolado. El
centro de todo el Viernes Santo es la acción litúrgica de este día: en
ella participamos, en ella contemplamos su Amor, en ella se nos da la
Cruz de Cristo, en ella oramos por la redención de toda la humanidad.
No
puede decrecer la participación en esta acción litúrgica porque es el
primer día de Pascua; al contrario, de la Misa vespertina del Jueves
Santo a la celebración de hoy se debería notar un aumento en el número
de fieles y para eso -imagino, espero, supongo- se habrá predicado
durante la Cuaresma en homilías, catequesis, retiros parroquiales,
charlas cuaresmales, incluso de manera cansina, repitiendo una y otra vez, no dando por supuesto que todos saben la importancia de estas celebraciones y asisten.
Día de ayuno y abstinencia de
carne: comienza el ayuno pascual hasta la Vigilia. Nuestro alimento es
ya otro: Cristo mismo en la Eucaristía pascual.
La Cruz, elevada sobre la tierra, atrae a todos hacia Cristo.
La Cruz permanece, mientras que el mundo gira y gira, cambiante, inestable.
La celebración consta de tres momentos fundamentales:
* la Palabra proclamada,* la Adoración de la Cruz,* la sagrada comunión como alimento durante el ayuno pascual a la espera de poder celebrar la Eucaristía en la gran Vigilia pascual.
Recordemos además que posee indulgencia plenaria
con las condiciones acostumbradas la participación en esta Acción
litúrgica adorando la Cruz (Cf. Manual de indulgencias, 13, 1; no tiene
porqué ser con un beso ya que si son muchos los asistentes y se va a prolongar en exceso, se adora en silencio estando todos de rodillas algunos momentos).
La
descripción litúrgica y el desarrollo ritual de esta celebración
pascual nos vienen por la Carta de la Congregación para el culto divino
sobre la preparación y celebración de las fiestas pascuales; a la par
que señala cómo se realiza, nos va introduciendo en el sentido:
“La celebración de la Pasión del Señor ha de tener lugar después del mediodía, cerca de las tres (15 horas). Por razones pastorales, puede elegirse otra hora más conveniente para que los fieles puedan reunirse más fácilmente: por ejemplo, desde el mediodía hasta el atardecer, pero nunca después de las nueve de la noche (21 horas).
El orden de la acción litúrgica de la Pasión del Señor (liturgia de la palabra, adoración de la Cruz y sagrada comunión), que proviene de la antigua tradición de la Iglesia, ha de ser conservado con toda fidelidad, sin que nadie pueda arrogarse el derecho de introducir cambios. El sacerdote y los ministros se dirigen en silencio al altar, sin canto alguno. Si hay que decir algunas palabras de introducción, debe hacerse antes de la entrada de los ministros.
El sacerdote y los ministros, hecha la debida reverencia al altar, se postran rostro en tierra; esta postración, que es un rito propio de este día, se ha de conservar diligentemente por cuanto significa tanto la humillación del “hombre terreno”, cuanto la tristeza y el dolor de la Iglesia. Los fieles, durante el ingreso de los ministros, están de pie, y después se arrodillan y oran en silencio.
Las lecturas han de ser leídas por entero. El salmo responsorial y el canto que precede al Evangelio cántense como de costumbre. La historia de la Pasión del Señor según san Juan se canta o se proclama del mismo modo que se ha hecho en el domingo anterior. Después de la lectura de la Pasión hágase la homilía, y al final de la misma los fieles pueden ser invitados a permanecer en oración silenciosa durante un breve espacio de tiempo.
La oración universal ha de hacerse según el texto y la forma establecida por la tradición, con toda la amplitud de las intenciones, que expresan el valor universal de la Pasión de Cristo, clavado en la Cruz para la salvación de todo el mundo...
En la ostensión de la Cruz úsese una cruz suficiente, grande y bella... Este rito ha de hacerse con un esplendor digno de la gloria del misterio de nuestra salvación; tanto la invitación al mostrar la Cruz como la respuesta del pueblo háganse con canto, y no se omita el silencio de reverencia que sigue a cada una de las postraciones, mientras el sacerdote celebrante, permaneciendo de pie, muestra en alto la Cruz. Cada uno de los presentes del clero y pueblo se acercará a la Cruz para adorarla, dado que la adoración personal de la Cruz es un elemento muy importante de esta celebración...
Úsese una única cruz para la adoración, tal como lo requiere la verdad del signo. Durante la adoración de la Cruz cántense las antífonas, los “improperios” y el himno que evocan con lirismo la historia de la salvación, o bien otros cantos adecuados.
El sacerdote canta la invitación al “Padre nuestro”, que es cantado por toda la asamblea. No se da el signo de la paz. La comunión se desarrolla tal como está descrito en el Misal. Durante la comunión, se puede cantar el salmo 21 u otro canto apropiado. Terminada la distribución de la comunión, el píxide o copón se lleva a un lugar preparado fuera de la iglesia.
Terminada la celebración, se despoja el altar, dejando la Cruz con cuatro candelabros. Dispónganse en la iglesia un lugar adecuado (por ejemplo, la capilla donde se colocó la reserva de la Eucaristía el Jueves Santo), para colocar allí la Cruz, a fin de que los fieles puedan adorarla, besarla y permanecer en silencio y meditación”.
(Carta sobre las fiestas pascuales, nn. 63-71).
Los cantos de esta celebración deben ser cuidados; recordemos que son:
Igualmente, la expresividad ritual de la celebración:
-el Salmo responsorial, meditativo, contemplativo
-Aclamación a la lectura de la Pasión
-Las oraciones que el sacerdote canta en la oración solemne de los fieles
-La invitación al mostrar la Cruz: “Mirad el árbol de la cruz... Venid, a adorarlo”
-Cantos durante la adoración: “Pueblo mío que te he hecho” (los improperios), “Tu cruz adoramos, Señor, y tu santa resurrección...” (antífona pascual bizantina), el “Stabat Mater” (como sugiere la 3ª edición del Misal romano)
-El Padrenuestro
-Canto de comunión, por ejemplo, el salmo 21 (“Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”)
Igualmente, la expresividad ritual de la celebración:
-el silencio inicial y la postración del sacerdote
-la postura de rodillas al proclamar la muerte de Jesús en el relato de la pasión, también –si parece oportuno- al enunciar el diácono cada intención de la oración de los fieles y después de cada mostración de la cruz
-el modo de adorar el sacerdote la cruz: despojado de la casulla y, si parece oportuno, caminando descalzo
-el beso (y la genuflexión) al adorar personalmente la cruz.
¡Cristo el Señor se entrega!
"Mirad el árbol de la Cruz, donde estuvo clavada la salvación del mundo" R/ "Venid a adorarlo".
"Tu cruz adoramos, Señor, y tu santa resurrección alabamos y glorificamos. Por el madero ha venido la alegría al mundo entero".
La Cruz de Jesucristo era portadora del misterio insondable de la Luz que ilumina a todo hombre, y así como el Arca recibía el título de la “Alianza” así la Cruz es para nosotros el arca de la “Nueva Alianza” del “nuevo pacto” de la “Nueva economía de la Salvación”. La leña de la cruz estaba también prefigurada en el Arca de Noé, construida con leños y que sobrevivió a las aguas torrenciales que inundaron la Tierra. Esta cruz es nuestra arca de Noé. Si nos subimos a ella no pereceremos, “caminaremos” por encima del mar, imagen de la muerte. Y esta cruz estaba también prefigurada en el cayado de Moisés, con el que abre las aguas del Mar Rojo. Esta Cruz tiene el poder de abrirnos un “camino” en medio de la muerte, del sufrimiento, de la angustia. Solo hemos de cogerla, como Moisés cogió el cayado, en obediencia a Dios, para que nuestro “vino viejo” se transforme en un “vino nuevo”.
ResponderEliminarDesde Sevilla:
EliminarSe decía siempre "per crucem ad lucem", por la Cruz a la luz, y así es.
Gracias por su comentario, y gracias por volver a escribir. Me dio mucha alegría cuando vi esta mañana su comentario.
Un gran abrazo.
No celebramos acontecimientos del siglo I d.C. sino que, en el hoy eterno de Dios, adoramos llenos de gratitud a Cristo crucificado en quien se consuma, se perfecciona, la Historia de la salvación. Participamos en las celebraciones del Triduo Pascual porque queremos aprender lo que Cristo nos enseña con su Pasión y participar de la gracia de su Resurrección. Cada cosa, cada situación, los actos y palabras de cada personaje de la Pasión, constituyen una enseñanza para nosotros.
ResponderEliminarDice Catalina de Siena que Cristo en la cruz es como un libro, pero que un libro no sirve para nada si no se lee ¿Le dejaremos solo en la cruz?
Dios todopoderoso y eterno, concédenos participar tan vivamente en las celebraciones de la pasión del Señor que alcancemos tu perdón (Laudes)
¡Qué Dios les bendiga!
Estamos en el presente de Dios, el Hodie de la liturgia, en el memorial, y no en la "memoria" psicológica de un recuerdo dramática.
EliminarLa gracia va a brotar a chorros de la liturgia. Ojalá con nuestros vasos la recojamos; ojalá como canales, se difunda por medio de nosotros a muchos más por la comunión de los Santos.
Saludos!!!!
En estos días, época poco dada a lo que no se ve, y poco dada a lo que no sea material, nada favorece a acoger la Gracia. Pero eso tiene que ser muy irrelevante, porque de eso se encarga CRISTO. Continúo pensando que la Liturgia es mucho más lo que no se ve, que lo que se ve. Ahí está lo que no se ve y lo que nos salva. Alabado sea DIOS.
ResponderEliminarGracias, Padre. Sigo rezando.