sábado, 30 de julio de 2022

El profeta Ezequial y la gloria (AT y NT)



Continuando el teologúmeno que comenzábamos a ver en el libro del Éxodo, vamos a analizar la gloria del Señor en el profeta Ezequiel, culminando con este concepto en el NT. 

Pero hay una pequeña variación; si antes estudiábamos la nube en cuanto tal, y una de sus interpretaciones era ser signo de la Gloria del Señor, esta vez veremos la gloria del Señor que es reflejada en diversos lenguajes, uno de ellos la nube...




Veremos entonces cómo para el sacerdote Ezequiel y su escuela la gloria del Señor remite a la liturgia, tema éste apasionante y amplio, para penetrar más en las raíces bíblicas y teológicas de la liturgia y su comprensión como Misterio.

¿Quién es el profeta Ezequiel? 

Es un sacerdote, llamado a ser profeta, que no se desvinculará nunca de sus orígenes dando un tono muy particular a su predicación. Ejerce su actividad profética entre los años 592-571[1]. Según el libro en su estado actual, Ezequiel ejerció toda su actividad con los desterrados de Babilonia entre los años que antes decíamos, por las fechas extremas que da el texto en 1,2 y 29,17. No obstante resulta extraño que los oráculos de la primera parte estén dirigidos a los habitantes de Jerusalén, como si el profeta estuviese allí personalmente, con lo que se ha llegado a la teoría de que pudo haber existido un doble ministerio de Ezequiel; se habría quedado en Palestina donde habría quedado hasta la ruina de Jerusalén en el 587. Entonces habría partido con los desterrados a Babilonia.

 
El gran tema que obsesiona a Ezequiel es el templo, como buen sacerdote, y el culto que se ha ido degradando, profanándose, haciéndose impuro. No le preocupa tanto un comportamiento moral correcto, cuanto redescubrir la santidad de Dios, revalorizar la liturgia y, consecuencia de esto, ser santos y fieles a la Alianza.

Su estilo es muy personal, único. Usa de las imágenes como nadie, siendo muy visuales todos sus oráculos; el lenguaje enigmático, propio de los profetas desde siempre, cobra en Ezequiel una particular fuerza. "Como profeta, multiplicó más que todos sus predecesores los gestos simbólicos y sus mismas pruebas personales (como había sucedido con Oseas, Isaías y Jeremías) fueron asumidas con un carácter simbólico; pero, por encima y más allá de los demás profetas, fue sobre todo un visionario"[2].
  
A veces el estilo se torna gris, diluido, frío, monótono[3], complicándose en descripciones muy detalladas, al margen de toda poesía, pareciéndose mucho a un código de rúbricas litúrgicas antiguas.

 
 Con estas claves sobre Ezequiel y, por ende, de su escuela sacerdotal, queda enmarcado el pasaje clave sobre la Gloria del Señor que iremos, tranquilamente, considerando..






    [1] ALONSO SHÖKEL, Luis-SICRE DÍAZ, J.L., Profetas, Comentario, Vol. II, Madrid, 1980, pág. 668.
    [2] Ezequiel en NDTB pág. 648.
    [3] Ibíd.

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