Continuando el teologúmeno que comenzábamos a ver en el
libro del Éxodo, vamos a analizar la gloria del Señor en el profeta Ezequiel,
culminando con este concepto en el NT.
Pero hay una pequeña
variación; si antes estudiábamos la nube en cuanto tal, y una de sus
interpretaciones era ser signo de la
Gloria del Señor, esta vez veremos la gloria del Señor que es
reflejada en diversos lenguajes, uno de ellos la nube...
Veremos entonces cómo para el sacerdote Ezequiel y su escuela la gloria del
Señor remite a la liturgia, tema éste apasionante y amplio, para penetrar más en las raíces bíblicas y teológicas de la liturgia y su comprensión como Misterio.
¿Quién es el profeta Ezequiel?
Es un sacerdote, llamado a ser profeta,
que no se desvinculará nunca de sus orígenes dando un tono muy particular a su
predicación. Ejerce su actividad profética entre los años 592-571[1]. Según el libro en su
estado actual, Ezequiel ejerció toda su actividad con los desterrados de
Babilonia entre los años que antes decíamos, por las fechas extremas que da el
texto en 1,2 y 29,17. No obstante resulta extraño que los oráculos de la
primera parte estén dirigidos a los habitantes de Jerusalén, como si el profeta
estuviese allí personalmente, con lo que se ha llegado a la teoría de que pudo
haber existido un doble ministerio de Ezequiel; se habría quedado en Palestina
donde habría quedado hasta la ruina de Jerusalén en el 587. Entonces habría
partido con los desterrados a Babilonia.
El gran tema que obsesiona a Ezequiel es el templo, como
buen sacerdote, y el culto que se ha ido degradando, profanándose, haciéndose
impuro. No le preocupa tanto un comportamiento moral correcto, cuanto
redescubrir la santidad de Dios, revalorizar la liturgia y, consecuencia de
esto, ser santos y fieles a la
Alianza.
Su estilo es muy personal, único. Usa de las imágenes como
nadie, siendo muy visuales todos sus oráculos; el lenguaje enigmático, propio
de los profetas desde siempre, cobra en Ezequiel una particular fuerza.
"Como profeta, multiplicó más que todos sus predecesores los gestos
simbólicos y sus mismas pruebas personales (como había sucedido con Oseas,
Isaías y Jeremías) fueron asumidas con un carácter simbólico; pero, por encima
y más allá de los demás profetas, fue sobre todo un visionario"[2].
A veces el estilo se torna gris, diluido, frío, monótono[3], complicándose en
descripciones muy detalladas, al margen de toda poesía, pareciéndose mucho a un
código de rúbricas litúrgicas antiguas.
Con estas claves sobre Ezequiel y, por ende, de su escuela
sacerdotal, queda enmarcado el pasaje clave sobre la Gloria del Señor que iremos, tranquilamente, considerando..
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