miércoles, 20 de julio de 2022

El silencio regenera por una Presencia (Silencio - VI)



El silencio es una cura que calma muchas heridas, mucho tumulto y mucha ansiedad. La experiencia del silencio, deseado, es sanante. Pensemos en el silencio nocturno, hasta qué punto es necesario y reconfortante, después del ajetreo y barullo de la jornada.


            El silencio es pacífico y suave, y por tanto, recompone el alma, la mente, la psicología, que se desgasta con el ruido, el verbalismo, la actividad incesante. El silencio es tonificante del psiquismo humano

Y regenera en la medida en que permite el acceso a la Fuente de donde nos viene la vida, Dios mismo:

            “La persona humana se regenera verdaderamente sólo en la relación con Dios, y a Dios se le encuentra aprendiendo a escuchar su voz en la quietud interior y en el silencio” (Benedicto XVI, Ángelus, 10-agosto-2008).


            El silencio nos lleva a descubrir la Presencia del Misterio:

            “Toda persona necesita tener un “centro” de su vida, un manantial de verdad y de bondad del cual tomar para afrontar las diversas situaciones y la fatiga de la vida diaria. Cada uno de nosotros, cuando se queda en silencio, no sólo necesita sentir los latidos de su corazón, sino también, más en profundidad, el pulso de una presencia fiable, perceptible con los sentidos de la fe y, sin embargo, mucho más real: la presencia de Cristo, corazón del mundo” (Benedicto XVI, Ángelus, 1-junio-2008).


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