"¡Señor! en este momento decisivo y solemne,
nos atrevernos a expresarte una súplica candorosa,
pero no falta de sentido:
haz,
Señor, que comprendamos.
Nosotros comprendemos, cuando recordamos que Tú, Señor
Jesús,
eres el mediador entre Dios y los hombres;
no eres diafragma, sino cauce;
no eres obstáculo, sino camino;
no eres un sabio entre tantos,
sino el único
Maestro;
no eres un profeta cualquiera,
sino el intérprete único y necesario
del misterio religioso,
el solo que une a Dios con el hombre y al hombre con
Dios.
Nadie puede conocer al Padre, has dicho Tú,
sino el Hijo, y aquel a quien
el Hijo,
que eres Tú, Cristo, Hijo del Dios vivo,
quisiere revelarlo (Cf. Mt
11, 27; Jn 1,18).
Tú eres
el revelador auténtico,
Tú eres el puente entre el reino de la tierra y el reino
del cielo:
sin Ti, nada podemos hacer (Cf. Jn 15,5) .
Tú eres necesario,
Tú eres suficiente
para nuestra salvación.
Haz, Señor, que comprendamos estas verdades
fundamentales"
(Pablo VI, Hom., Bogotá, 22-agosto-1968).
Tú eres todo.
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