El gran milagro siempre será el don de la fe. Habrá carencias, deficiencias y hasta enfermedades, pero siempre la gran curación será la fe: pasar de la incredulidad, o de la mera y rutinaria tibieza, a una fe viva, contagiante, entusiasmada.
El pasaje del Evangelio -la curación de la hija de Jairo y la hemorroísa- evidencian lo necesitado que estamos siempre de ser robustecidos en la fe, confirmados en ella.
"Queridos hermanos y hermanas:
Este domingo, el evangelista Marcos nos presenta la historia de dos
curaciones milagrosas que Jesús realiza en favor de dos mujeres: la hija
de uno de los jefes de la sinagoga, llamado Jairo, y una mujer que
sufría de hemorragia (cf. Mc. 5,21-43). Son dos episodios en los que hay
dos niveles de lectura; aquel puramente físico: Jesús se acerca hasta
el sufrimiento humano y cura el cuerpo; y aquel espiritual: Jesús vino a
sanar el corazón del hombre, para dar la salvación y pide fe en Él.
En el primer episodio, ante la noticia de que la hija de Jairo ha
muerto, Jesús le dice al jefe de la sinagoga: "No temas; solamente ten
fe" (v. 36), lo lleva con él donde estaba la niña y exclama: "Muchacha, a
ti te digo, levántate" (v. 41). Y esta se levantó y se puso a caminar.
San Jerónimo decía estas palabras, haciendo hincapié en el poder
salvífico de Jesús: "Niña, levántate hacia mí: no por tu mérito, sino
por mi gracia. Álzate por mi: el hecho de ser curada no depende de tu
virtud" (Omelie sul Vangelo di Marco, 3).
El segundo episodio, el de la mujer con hemorragia, volverá a poner
en evidencia cómo Jesús vino a liberar al ser humano en su totalidad. En
efecto, el milagro se lleva a cabo en dos fases: en la primera se da la
curación física, que está estrechamente relacionada con la curación más
profunda, aquella que da la gracia de Dios a quien se abre a Él con fe.
Jesús le dice a la mujer: "Hija, tu fe te ha salvado; vete en paz y
queda curada de tu enfermedad" (Mc. 5,34). Estas dos historias de
curación son una invitación para nosotros, a fin de superar una visión
puramente horizontal y materialista de la vida. A Dios le pedimos tantas
curaciones de problemas, de necesidades concretas, y es justo, pero lo
que debemos pedir con insistencia es una fe más segura, para que el
Señor renueve nuestra vida, y una firme confianza en su amor, en su
providencia que no nos abandona.
Jesús, que está atento al sufrimiento humano, nos hace pensar a todos
aquellos que ayudan a los enfermos a llevar su cruz, en particular los
médicos, los operadores sanitarios y cuantos aseguran la asistencia
religiosa en las casas o asilos. Se trata de "reservas de amor", que
llevan serenidad y esperanza a los que sufren. En la encíclica Deus caritas est,
he observado que, en este valioso servicio, en primer lugar se necesita
la competencia profesional --que es la primera necesidad--, pero esta
por sí sola no es suficiente. Se trata, de hecho, de seres humanos, que
tienen necesidad de humanidad y de la atención del corazón. "Por eso,
dichos agentes, además de la preparación profesional, necesitan también y
sobre todo una «formación del corazón»: se les ha de guiar hacia ese
encuentro con Dios en Cristo, que suscite en ellos el amor y abra su
espíritu al otro" (n. 31)".
(Benedicto XVI, Ángelus, 1-julio-2012).
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