Cuando pensemos en el laicado católico, hemos de subir el nivel y la exigencia. Cuanto más bajos los pongamos, menos se crece; cuanto más suscitemos la aspiración a una vida radical de seguimiento de Cristo en el mundo, más se eleva el laicado -y todos, claro-.
Entre estos aspectos, y no es el menor ni el menos importante, está la solidez de una vida espiritual ordenada, metódica, amasada con la oración personal, la adoración eucarística y la vida litúrgica y espiritual.
Junto a la vida espiritual... podríamos añadir una formación cristiana segura, recia, clara. Así podrán dar razón de la esperanza cristiana como también podrán ser transmisores de la fe como buenos educadores, evangelizadores o catequistas.
Un amplio discurso ofrece perspectivas de tal manera que sólo queda cuestionarse y reorientar aquello en lo que se flaquee.
"DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
A LOS PARTICIPANTES EN UNA REUNIÓN DE LOS MOVIMIENTOS
QUE SE OCUPAN DE LA ESPIRITUALIDAD DE LOS SEGLARES[1]
Viernes 18 de abril de 1980
A LOS PARTICIPANTES EN UNA REUNIÓN DE LOS MOVIMIENTOS
QUE SE OCUPAN DE LA ESPIRITUALIDAD DE LOS SEGLARES[1]
Viernes 18 de abril de 1980
...Vuestra reunión reviste
importancia particular para la Iglesia, pues la "renovación
espiritual" de que vosotros sois signo fecundo entre tantas otras
experiencias eclesiales, es el fundamento y la fuerza viva de la comunión de la
Iglesia y de su obra de evangelización.
A través de las distintas
espiritualidades que os animan y que constituyen un rico patrimonio espiritual
para la Iglesia y la humanidad, todos tratáis de vivir una vida auténticamente
cristiana y, por tanto, evangélica, estando como laicos y como cristianos
"en el mundo" (Jn 17, 11) sin ser "del mundo" (Jn
17, 14).
Para vosotros laicos, esta vida
apostólica exige apertura efectiva a vuestros ambientes, a fin de impregnarlos
del "fermento" evangélico. Comporta el asumir actividades y
responsabilidades múltiples en todos los sectores de la existencia humana, sea
familiar, profesional, social, cultural o político. Y precisamente asumiendo
estas responsabilidades con competencia y profunda unión con Dios, responderéis
a vuestra vocación de laicos y de cristianos, os santificaréis y santificaréis
el mundo.
Permanecer unidos a Dios en el
cumplimiento de las tareas que os incumben, es necesidad vital para dar
testimonio de su amor. Y esta intimidad con el Señor, sólo una vida de
sacramentos y oración podrán acrecentarla.
Reservar tiempo para la oración y
alimentar la oración y la acción con el estudio bíblico, teológico y doctrinal;
y vivir de Cristo y de su gracia por la frecuencia asidua de los sacramentos de
la Reconciliación y la Eucaristía; tales son las exigencias fundamentales de
toda vida profundamente cristiana. De este modo será el Espíritu Santo la
fuente de vuestra acción y contemplación al mismo tiempo, que así se
"interpenetrarán", se sostendrán la una a la otra y darán mucho
fruto.
Esta unión honda entre oración y
acción está en la base de toda renovación espiritual, sobre todo tratándose de
laicos. Está en la base de las grandes empresas de evangelización y
construcción del mundo según el plan de Dios. Esta unión debe según la vida de
vuestros Movimientos y sus medios de formación, con vistas a la evangelización.
Y debe vivirse también en la
Iglesia, pues no concierne sólo, a individuos o Movimientos aislados, cuya
autarquía espiritual y doctrinal puede llevar únicamente al sectarismo
doctrinal y a la frustración. Por el contrario, esta unión es expresión de la
unión de Cristo y de la Iglesia.
Por esto no hay que perder de
vista que cada uno de vuestros Movimientos es una célula viva de la Iglesia y
que, para cumplir su misión, todos los miembros tienen necesidad de estar
unidos al Cuerpo de Cristo y se necesitan unos a otros (cf. 1 Cor 12,
12-27). Vuestras motivaciones y objetivos son distintos, pero complementarios a
un tiempo. Ningún Movimiento puede excluir a los otros ni bastarse a sí mismo
ni representar el único camino de renovación, sin correr el riesgo de perder la
savia, secarse y fracasar en su misión.
Al terminar esta reunión, os
animo pues a vivir está comunión eclesial entre vosotros para poder trabajar
después en la misión común guiados por vuestros Pastores, con todos cuantos
viven otras experiencias eclesiales. La Iglesia tiene necesidad de vosotros
para conseguir que el mundo vuelva a descubrir la prioridad de los valores
espirituales; para responder a los interrogantes más profundos del alma humana
que no pueden ignorarse; para abrir perspectivas nuevas llenas de esperanza en
los campos sociales e ideológicos, sumidos en la crisis del secularismo; para
derrocar los varios ídolos del poder, la riqueza y el placer; para volver a
encontrar la sabiduría humana y religiosa de los pueblos, y purificarla y
vigorizarla por la revelación de la Buena Noticia de la salvación; para
restaurar la suprema dignidad del hombre y de todos los hombres por el reconocimiento
de la Paternidad divina, fundamento de nuestro origen común y de la fraternidad
verdadera que excluye radicalmente toda forma de esclavitud y opresión, y
también con el reconocimiento del señorío del hombre sobre la creación con
vistas a un mundo más humano.
Tengamos la certeza de que la
creación "ansía la manifestación de los hijos de Dios... y gime y siente
dolores de parto (Rom 8, 19. 22), y aspira asimismo "a un cielo
nuevo y una tierra nueva" (Ap 21, 1) que Dios nos dará al
establecer su morada definitiva.
Y pidiendo al Espíritu Santo en
unión con Cristo resucitado y con la Virgen de Pentecostés, que os guíe en
vuestra búsqueda de formas nuevas de vida espiritual adaptadas a los laicos de
hoy, dentro del respeto a las distintas espiritualidades, de todo corazón os
doy mi bendición apostólica a vosotros, a todos los miembros de vuestros
Movimientos y a los sacerdotes que os acompañan".
No hay comentarios:
Publicar un comentario