domingo, 3 de junio de 2018

Notas sobre la teología (I)

En un curso de doctorado, descubrí a Louis Bouyer, un teólogo de amplia mirada, producción riquísima, pero que ha pasado desapercibido y no se le ha concedido el realce necesario, aunque en su tiempo contó con la amistad y la alta valoración de teólogos tales como Ratzinger, Balthasar, De Lubac.

Tanto éstos como el mismo Bouyer, se preocuparon todos por reflexionar sobre el hecho mismo de la teología, su naturaleza, su misión, sus límites, su grandeza, su vocación.


Así la teología recibe una adecuada valoración en unos momentos de "pensamiento débil" (niega que podamos conocer la Verdad) y de anti-intelectualismo (exaltando sólo lo emotivo, lo sentimental, y en el orden eclesial, lo "pastoral" mal entendido).

El teólogo recibe una llamada del Señor por medio de la Iglesia para adorar, pensar, reflexionar, escribir, enseñar, publicar... como un servicio, un ministerio, para la fe del pueblo cristiano. No, no pierde el tiempo. La teología es una vocación y vocación exigente.

Bouyer así lo piensa -como Balthasar, como Ratzinger, etc.- y lo expone. ¿Cómo es este oficio-servicio del teólogo? Sabrosas reflexiones nos lega Bouyer que merecen ser leídas varias veces, pausadamente, y asimiladas tras pensarlas:



"Diría que el oficio del teólogo es un oficio de intérprete de la Palabra de Dios a la luz de esta experiencia que la Iglesia tiene de ella misma y que no se separa de una experiencia de la humanidad entera, que se desarrolla en el corazón mismo de esta experiencia de la humanidad para clarificarla, para conducirla bajo la providencial dirección del Espíritu a este fin que Dios al crear el mundo le asignó: el encuentro y la unión con él.

El teólogo entonces debe estar provisto de sólidos conocimientos filosóficos que le permitirán el estudio de los textos, de conocimientos históricos para poder interpretar estos textos, y más allá de los textos mismos para interpretar el movimiento de pensamiento y de vida que reflejan. Pero sobre todo debe estar lleno de docilidad respecto de la verdad revelada, lo que no es separable de una docilidad hacia su sujeto, el sujeto de la Fe que recibe la Revelación y que es la Iglesia, la Iglesia toda entera.

El teólogo que pretenda ejercer sus facultades intelectuales fuera de toda la corriente de la vida de la Iglesia, sin insertarse él mismo personalmente tan a fondo como sea posible, uniéndose a su oración, plegándose dócilmente a las directrices de su magisterio y abriéndose en todo al espíritu de la Iglesia tal como se expresa en toda su tradición, especialmente la tradición litúrgica, patrística y la de los grandes doctores... ¡ese teólogo no sería un teólogo!" 

(BOUYER, L., Lé métier du théologien, Paris 1979, p. 46).

Para ser teólogo y elaborar algo santo digno de ese nombre, "teología", Bouyer plantea:

-ser intérprete de la Palabra divina porque antes es oyente
-estar provisto de sólidos conocimientos filosóficos
-docilidad a la fe y a la Iglesia
-insertarse en la vida de oración de la Iglesia y sometiéndose a su Magisterio
-acoger y vivir toda la Tradición eclesial.

Estas notas definirán la teología y al teólogo. A estas se unirán otras consideraciones más. Las veremos.

1 comentario: