¡Corazón de Cristo, fuente de vida y santidad, delicia de todos los santos!
Llena
de tu amor a tu Iglesia, a tu Esposa: hazla cada día más inmaculada y
santa, “sin mancha ni arruga” (Ef
5,27), para que testimonie y
manifieste tu amor. Que tu Iglesia sea una: que en Ella no existan divisiones,
que no haya lugar para la rivalidad y el enfrentamiento entre carismas,
espiritualidades, movimientos; que no haya ambiciones ni deseos de protagonismo
que minan la credibilidad, ni el arribismo en aras de conseguir privilegios o
puestos de importancia, el “intento de llegar ‘muy alto’, de conseguir un
puesto mediante la Iglesia:
servirse, no servir... llegar a ser importante, convertirse en un personaje; la
imagen del que busca su propia exaltación y no el servicio humilde de
Jesucristo” (BENEDICTO XVI, Hom. Ordenac. Sacerdotal,
7-mayo-2006). ¡Reine el amor
en tu Iglesia, reine tu mismo amor! Así tu Iglesia, con la sencillez de la
caridad cristiana, pobre, humilde y libre, servirá mejor al hombre de hoy, en
los nuevos desiertos en que vive. Haznos disponibles para “conservar y
acrecentar la virtud pastoral de la
Iglesia, que la presenta, libre y pobre, en el comportamiento
que le es propio de madre y maestra, amorosísima con sus hijos fieles,
respetuosa, comprensiva, mas cordialmente invitante con aquellos que aún no lo
son” (PABLO VI, Disc. en el rito de coronación, 30-junio-1963)..
¡Corazón de Jesús! Mira a tus sacerdotes que son escogidos
por Ti con amor de predilección; haz que sean “pastores según tu corazón, que apacienten a tu pueblo con saber y
acierto” (Jr 3,15),
con un corazón indiviso, llenos de celo apostólico, con cierta y comprobada
caridad pastoral, que amen a su rebaño, a sus fieles, y se entreguen a ellos,
se gasten y desgasten por ellos sin buscar otra cosa que el bien de las almas y
tu gloria, que “no vincula las personas a nuestro pequeño yo privado, a nuestro
pequeño corazón, sino que, por el contrario, les hace sentir el corazón de
Jesús, el corazón del Señor... un conocimiento que no vincula la persona a mí,
sino que la guía hacia Jesús, haciéndolo así libre y abierto” (BENEDICTO
XVI, Hom. Ordenac. Sacerdotal, 7-mayo-2006). Haz, Señor, que tus sacerdotes te amemos cada día más; con
mayor unción y delicadeza celebremos la Santa Misa, promovamos el culto eucarístico y la
adoración a tu Cuerpo, siendo nosotros los primeros en estar contigo en el
Sagrario, reparando e intercediendo por tu pueblo, “permaneciendo con
frecuencia en oración de adoración [eucarística] y enseñándola a los fieles” (cf.
BENEDICTO XVI, Disc. al clero, Varsovia (Polonia), 25-mayo-2006); que con perseverancia estemos en el
confesionario todos los días para dispensar tu misericordia, como nos exhortaba
el papa Benedicto: “servid a todos; estad a su disposición en las parroquias y
en los confesionarios” (Discurso al clero, Varsovia (Polonia),
25-mayo-2006); que pongamos
todo empeño, cuidado, preparación y solicitud en la predicación, sea cual sea,
transmitiendo la sana doctrina.
Oh Jesús, nuestro Bien, inflama de
tus mismos sentimientos de amor a los
religiosos, a los consagrados. ¡Que te sean siempre fieles! Busquen vivir
con mayor perfección su entrega en pobreza, obediencia y castidad, más
preocupados por el “ser” que por el “hacer”, con plena fidelidad y obediencia a
la santa Iglesia. Testigos de tu Amor en el mundo en comunidades religiosas que
vivan en concordia, con un solo corazón y una sola alma hacia Dios; con
austeridad invitante e interpelante y con el signo exterior del “hábito” (BENEDICTO
XVI, Disc. a los Superiores y Superioras Generales, 22-mayo-2006), que remite a una pertenencia exclusiva a
Cristo, y oración adorante y fiel, sin tibieza ni mediocridad, sin que jamás
entre el virus de la secularización, del acomodarse al mundo, por parecer “más
modernos”, “más adaptados”. “Porque cuanto más fervientemente se unan a Cristo
por medio de esta donación de sí mismos, que abarca la vida entra, más
exuberante resultará la vida de la
Iglesia y más intensamente fecundo su apostolado” (PC
1).
Cristo,
que tan cerca de tu Corazón tienes a los
contemplativos y contemplativas en sus monasterios. Llénalos de Ti para que
en Ti santifiquen a la Iglesia,
impulsen la evangelización, intercedan por todos, reparen los pecados de la
humanidad, dedicados “solamente a Dios en la soledad y silencio, en la oración
asidua y generosa penitencia” (PC 7). Los monasterios, Señor, vibren y palpiten con tu
Corazón, volcados a lo interior y no a lo exterior, sean “especialistas de
Dios”, hablen sólo de Dios, “no antepongan nada a tu amor” (S. BENITO, Regla, 72,1).
Corazón de Cristo: que los fieles anden “según la vocación a la que han sido llamados” (Ef
4,1), la santidad; entregándose a tu amor,
revitalicen la caridad en el matrimonio, en las familias, en la amistad, en el
trabajo, edificando la civilización del amor. Sean tus fieles, Señor, almas
enamoradas de Ti, que se conviertan en protagonistas activos de la vida y
misión de la Iglesia
y la evangelización, y no meros y pasivos receptores. Hazlos apóstoles en estos
momentos de increencia. Haz que se decidan, por la urgencia de tu amor que impulsa
(cf.
2Co 5,14) a “buscar el reino
de Dios tratando y ordenando, según Dios, los asuntos temporales” (LG
31); colaboren generosa y
humildemente en las tareas apostólicas de la Iglesia en la diócesis y en las parroquias y,
asimismo, santifiquen el mundo santificándose en el trabajo. Descúbreles tu
Corazón, y ante tanto Amor, respondan con generosidad a la santidad a la que
los llamas.
¡Qué fiesta tan hermosa! Una de las primeras jaculatorias que, supongo, todos aprendimos en su momento: Sagrado Corazón de Jesús, en vos confío.
ResponderEliminarSagrado Corazón de Jesús, en Tí confío
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