martes, 23 de abril de 2013

Magisterio: sobre la evangelización (V)

Una gracia habremos de pedir: que el impulso del Espíritu Santo aliente a la Iglesia y que la presencia del Resucitado rompa el temor, la comodidad y la rutina. Entonces, y sólo entonces, con esa vida eclesial vigorosa, llena de Unción, la nueva evangelización será posible.

Y es que lo que nos jugamos no es poco: ¡la fidelidad al mandato de Cristo!


Es tiempo de nueva evangelización y de apóstoles que, evangelizados hasta las fibras más íntimas de su alma, evangelicen a tiempo y a destiempo, todos en la misma dirección para no provocar rupturas si se camina cada uno en una dirección distinta.

Por eso leemos los textos del Magisterio sobre la nueva evangelización, con la carga provocadora que tienen.


"No podéis quedaros indiferentes ante la salvación de los hombres.

— Si creéis en Cristo, habréis de creer también en el programa de vida que El nos propone.
Si amáis a Cristo, habréis de amar a los que El ama y como El los ama.
Si estáis unidos a Cristo, os sabréis enviados por El y como El a anunciar el Evangelio a toda criatura.

En el Evangelio que acabamos de escuchar, hemos oído cómo Jesús se da a conocer como Mesías, precisamente por la evangelización de los pobres, por el anuncio redentor a los cautivos, ciegos y oprimidos; es decir, por su amor preferencial a los más necesitados. También la Iglesia, a pesar de las debilidades y de los errores en que hayan podido incurrir algunos de sus hijos, ha manifestado siempre esa predilección por los pobres.

La evangelización no sería auténtica si no siguiera las huellas de Cristo, que fue enviado a evangelizar a los pobres. Debéis hacer propia la compasión de Jesús por el hombre y la mujer necesitados. El auténtico discípulo de Cristo se siente siempre solidario con el hermano que sufre, trata de aliviar sus penas en la medida de sus posibilidades, pero con generosidad–; lucha para que sea respetada en todo instante la dignidad de la persona humana, desde el momento de la concepción hasta la muerte. No olvida nunca que la “misión evangelizadora tiene como parte indispensable la acción por la justicia y las tareas de promoción del hombre” (Discurso a la III Conferencia general del Episcopado latinoamericano, III, n. 2, Puebla, 28 de enero de 1979).

Sin embargo, el verdadero celo evangelizador se compadece sobre todo de la situación de necesidad espiritual – a veces extrema – en la que se debaten tantos hombres y mujeres. Pensad en cuantos todavía no conocen a Cristo, o bien tienen una imagen deformada de El, o han abandonado su seguimiento, buscando el propio bienestar en los atractivos de la sociedad secularizada o a través del odioso enfrentamiento de las luchas ideológicas. Ante esa pobreza del espíritu, el cristiano no puede permanecer pasivo: ha de orar, dar testimonio de su fe en todo momento, y hablar de Cristo, su gran amor, con valentía y caridad. Y debe procurar que esos hermanos se acerquen o retornen al Señor y a su Cuerpo místico, que es la Iglesia, mediante una profunda y gozosa conversión de sus vidas, que dé sentido y valor de eternidad a todo su caminar terreno.
La primacía de esta atención a las formas espirituales de la pobreza humana, impedirá que el amor preferencial de Cristo por los pobres – del que participa la Iglesia – sea interpretado con categorías meramente socio-económicas, y alejará todo peligro de injusta discriminación en la acción pastoral".

Si éstos son los retos y las tareas, no menos importantes resultan ser los principios desde los que partimos. El Papa señalaba:

"Para que de veras resulte eficaz la nueva etapa de la evangelización que el Señor espera de vosotros, debéis formar verdaderas comunidades cristianas, como las de nuestros primeros hermanos en la fe (cf. Hch 2, 42-47; 4, 32-36). Se conseguirá de este modo una profunda renovación de todas las comunidades parroquiales, tal como queréis poner en marcha entre vosotros. Y si en el cumplimiento de su misión están impregnadas del amor a Dios, serán verdaderamente comunidades misioneras y servidoras de los hombres.
Para continuar y crecer en el estilo de vida evangélico como los primeros cristianos, es necesario que, al igual que ellos, perseveréis en la unión entre vosotros y con vuestros Pastores; en las verdades de nuestra fe meditándolas en vuestro corazón; en la vida sacramental y litúrgica.
Habéis de llevar a cabo vuestra tarea evangelizadora, sintiéndoos miembros vivos de una Iglesia que es comunión. El último Sínodo Extraordinario de los Obispos ha insistido mucho en que “la eclesiología de comunión es una idea central y fundamental en los documentos del Concilio” (Sínodo extraordinario de los Obispos, 1985, Relatio finalis, II, C, 1). Sólo desde el interior de una Iglesia-comunión se puede entender la vocación y misión del cristiano. Tratad de reproducir el magnifico testimonio de la Iglesia primitiva: “La multitud de los creyentes no tenía sino un solo corazón y una sola alma” (Hch 4, 32).
¡Cuán necesario y urgente es ofrecer al mundo de hoy el testimonio de una Iglesia-comunión, animada por el Espíritu Santo, comprometida toda ella en una nueva evangelización!
Esto supone una relación muy estrecha con los Pastores, los cuales, como primeros colaboradores del Espíritu Santo, son el principio visible de la comunión eclesial; y requiere también unidad, colaboración fraterna y comunión entre los sacerdotes, religiosos y laicos, que buscan –cada uno según su propio carisma– construir el reino de Dios.
6. En este momento, en que el Espíritu Santo impulsa la corresponsabilidad y participación activa de todos los cristianos en la misión evangelizadora de la Iglesia, se percibe cada vez más la necesidad de profundizar en la formación y en la espiritualidad adecuadas a su vocación. Todo cristiano debe escuchar y meditar asiduamente la Palabra de Dios y esforzarse por descubrir la presencia del Señor en los acontecimientos diarios de su vida personal y de toda la sociedad. Hace falta una formación permanente, que lleve a todos los fieles a una continua conversión, hasta reproducir en sus vidas la imagen de Cristo. Toda la persona tiene necesidad de una formación integral e integradora – cultural, profesional, doctrinal, espiritual y apostólica – que le disponga a vivir en una coherente unidad interior, y le permita siempre dar razón de su esperanza a todo aquel que se la pida (cf. 1P 3, 15).
La identidad cristiana exige el esfuerzo constante por formarse cada vez mejor, pues la ignorancia es el peor enemigo de nuestra fe. ¿Quién podrá decir que ama de verdad a Cristo, si no pone empeño por conocerlo mejor? Amados hermanos: No abandonéis la lectura asidua de la Sagrada Escritura, profundizad constantemente en las verdades de nuestra fe, acudid con ilusión a la catequesis que, si es imprescindible para los más jóvenes, no es menos necesaria para los mayores. ¿Cómo podréis transmitir la Palabra de Dios si vosotros mismos no la conocéis de un modo profundo y vivo?
 ¡Formación y espiritualidad! Un binomio inseparable para quien aspire a conducir una vida cristiana verdaderamente comprometida en la edificación y en la construcción de una sociedad más justa y fraterna. Si deseáis ser fieles en vuestra vida cotidiana a las exigencias de Dios y a las expectativas de los hombres y de la historia, debéis alimentaros constantemente de la Palabra de Dios y de los sacramentos: que “la Palabra de Cristo habite en vosotros con toda su riqueza” (Col 3, 16)¡ vivid las exigencias y la gracia sacramental de vuestro bautismo y de vuestra confirmación, del sacramento de la reconciliación y de la eucaristía, del sacramento del matrimonio para quienes habéis sido llamados a este estado de vida que manifiesta y realiza el misterio de la alianza de Jesús con la Iglesia. 

Sed hombres y mujeres de oración. Preparad, en la intimidad con el Señor, el encuentro salvador con los hombres. En la oración filial, el cristiano tiene la posibilidad de entablar un diálogo con Dios Uno y Trino, que mora en el alma de quien vive en gracia (cf. Jn 14, 23), para poder después anunciarlo a los hermanos".

(Juan Pablo II, Homilía en la celebración de la Palabra, 
Viedma (Argentina), 7-abril-1987).

¡Qué manera de destacar la formación y la espiritualidad! Es el binomiobásica sin el cual andamos cojos, atrofiados. Vida de oración sólida y filial, constante y diaria, pero unida a una formación permanente, integral, del laicado. Personalmente estoy convencido de ello y por eso está en marcha este blog (comunidad católica virtual). La formación completa, sólida, con buenos cimientos, es imprescindible: hoy formar laicos bien capacitados es una prioridad absoluta.

Además, la renovación de las comunidades parroquiales, centradas ¡y mucho! en Jesucristo, la vida litúrgica en torno a Él, y la catequesis. Súmese la caridad activa y diligente.

La nueva evangelización se vivirá si hay Comunión y no francotiradores, o líneas, grupos o movimientos, o personas particulares, que sólo ven lo suyo e imponen lo suyo, a su modo, despreciando otras realidades eclesiales. La Comunión evangeliza.

La vida de la Iglesia -por tanto de cada miembro- es evangelizar. Incluye a todos, también al mundo laical por su inserción en las realidades temporales: matrimonios evangelizando su familia, padres y abuelos evangelizando a sus hijos y nietos, profesionales evangelizando con su trabajo santificador, etc. etc.

12 comentarios:

  1. La carencia de recursos para satisfacer las necesidades espirituales es la causa de la falta de recursos para las necesidades físicas y psíquicas de todo hombre. Claramente lo denota el lenguaje bíblico. Y, en este sentido bíblico, Cristo nos envía a anunciar el Evangelio a todas las gentes: “Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura” porque todo hombre está de un modo u otro sometido a formas de pobreza, cautividad, ceguera y opresión a causa del pecado de todos.

    Hablan la entrada y el Papa de temas que me preocupan. “…evangelizados hasta las fibras más íntimas de su alma, todos en la misma dirección para no provocar rupturas…”, nos exhorta la entrada. Y el Papa nos llama a la comunión (unión o acuerdo en ideas, opiniones y sentimientos; un solo corazón y una sola alma), en nuestra fe, en la vida sacramental y litúrgica, en la formación integral “¿Cómo podréis transmitir la Palabra de Dios si vosotros mismos no la conocéis de un modo profundo y vivo?” Y, digo yo ¿cómo será fiable nuestra evangelización si los que nos oyen pueden decir parafraseando a Pablo: “¿no es verdad que sois carnales…? Cuando dice uno ‘Yo soy de Pablo’, y otro ‘Yo soy de Apolo’, ¿no procedéis al modo humano?”

    Excelente el Santo Padre al subrayar el espacio evangelizador de los laicos.

    ¡Señor, qué te amemos de verdad, qué empeñemos la vida en conocerte mejor!

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    1. Julia María:

      No se evangeliza, ni se puede evangelizar, si en lugar de la comunión eclesial, cada cual tiende a su particular ghetto. Es decir: si evangelizar se entiende como agregar personas a mi propio movimiento y comunidad, buscando cada cual aumentar su parcela. Se ha llegado simplistamente a identificar "evangelizar" con "difundir" mi movimiento, asociación o comunidad, y por tanto, poniendo en sospecha lo que otros hagan por evangelizar, o menospreciándolo, o soñando (aluciones) que lo mío es lo único evangelizador. ¡Es un poco de locos!

      El espacio evangelizador de los laicos es tan amplio como amplia es la vida civil, la sociedad, los ambientes socioculturales, laborales, económicos, artísticos, educativos, etc.

      ¡Queda mucho por hacer! Porque lo difícil hoy - a mi entender - es generar esa comunión eclesial de facto en lugar de anteponer los intereses, métodos, etc., de mi movimiento o asociación o comunidad. Repito: comunión de facto, que de discursitos de adhesión a Pedro y demás ya estamos cansados cuando luego obran según los intereses propios.

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  2. Julia Maria, habla Usted de la carencia de recursos para satisfacer las necesidades espirituales. Confieso que no se muy bien el sentido. Sin embargo me da por pensar que, al menos en mi entorno, ¡¡¡¿Carencia de recursos?!!!, estando la mayor parte del tiempo el Sagrario a solas. Me da por preguntarme, si el Sagrario no es un recurso suficiente para satisfacer las necesidades espirituales del alma humana. Por mi experiencia personal tengo la convicción de que el Sagrario transforma radicalmente.
    Respecto al espacio evangelizador de los laicos, creo que tocamos el asunto en algún comentario anterior. Yo sigo terco y recalcitrante; en relación a algunas personas concretas en determinados ambientes muy puntuales, solo cabe silencio y oración. Para el resto, emplearse a fondo. Pero sin Sagrario, me da por pensar que poco margen hay. Y que conste que no me olvido de la formación. Pero, ¿sentir la necesidad de formación no es una Gracia de DIOS? ¿No sale por tanto del Sagrario? Tiendo a pensar que todo es Gracia, y hay que acudir al Sagrario.
    Sigo rezando. Muchas gracias, Padre. DIOS le bendiga.

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    1. Contesto a su pregunta: sí, la mayor parte de nuestros contemporáneos (y a veces nosotros mismos) carecen (podemos carecer) de recursos espirituales internos para satisfacer las necesidades espirituales. La inexistencia de esos recursos da lugar, histórica y actualmente (también entre quienes se llaman a sí mismos cristianos) a la utilización del hombre por el hombre y, en consecuencia, a la creación de situaciones en la que muchos hombres no puedan satisfacer sus necesidades físicas y psicológicas, llámelo esclavitud, explotación del que detenta cualquier poder, hambre, prostitución…; la historia está plagada de horrores.

      Como todo pecado es germen de una atrocidad (es posible preguntarse si quizá algunos no somos más malos porque no tenemos posibilidad de serlo), quienes así han actuado, actúan o actuamos, no son peores que los demás, simplemente no han elaborado, por culpa propia y/o ajena, recursos espirituales internos que les posibiliten caminar hacia Cristo. Evangelizar al esclavista del siglo XVIII, al industrial del siglo XIX, al traficante de mujeres y, en general, a nuestros contemporáneos no es tan sencillo como recomendarles orar ante el sagrario.

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    2. En conclusión y ciñéndonos a la entrada, no se encontraría gran parte de los seres humanos en situaciones de no poder cubrir sus necesidades físicas y psíquicas si no fuera porque quienes originan y propician esas situaciones lo hacen por carecer de recursos espirituales internos. Por esta razón es necesario evangelizar a toda criatura (contenido de la entrada) pues, al estar todo hombre necesitado de recursos espirituales, serán estos recursos los que impedirán la producción de esas situaciones. Me temo que al revés no va a funcionar.

      En cuanto al resto de su comentario. Papel de los laicos: sólo he calificado con un adjetivo las palabras del Papa, ya dichas por Pablo VI y repetidas por Benedicto XVI y también por don Javier; no podemos reabrir el diálogo de hace unos días, es posible que ya en aquel momento aburriésemos a más de uno. Yo no soy obstinada gracias a mi carácter pero no se trata de mantener opiniones sino, como dice la entrada, buscar junto a nuestros pastores lo que quiere Cristo; en cuanto a mí, además, sólo trasmito lo que he aprendido porque me lo han enseñado, un fraile amigo me dijo hace bastante tiempo: tienes que ser como una tubería, el agua entra, circula y sale al exterior, no la tapones. No entro en el tema de la gracia, que es un tema muy serio; si don Javier lo tiene a bien y en el momento que considere oportuno publica una entrada, podríamos hablar de ello.

      Menos mal que don Javier tiene una paciencia digna de encomio. Un saludo

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    3. No entro en el fondo del diálogo. Pero con lo importante que es el Sagrario, y la adoración eucarística, no basta. Es necesario más, mucho más.

      Y de paciencia en mí, nada de nada. Los más íntimos míos se reirían de esa afirmación.

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    4. Padre, creo que disiento, y claro, probablemente esté yo equivocado. Creo que el Sagrario basta, porque DIOS es la fuente de todo, y es DIOS QUIEN está en el Sagrario. Que la adoración eucarística no baste, no tengo inconveniente en firmarlo. Pero es que el Sagrario es mucho más que la adoración eucarística.

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  3. Si, yo también creo que don Javier tiene una paciencia digna de encomio. Y si además mi afirmación sirve para que ser ría alguien mucho mejor.
    En cualquier caso, creo Julia María que hay un malentendido. Yo no digo que al evangelizado haya que decirle que acuda al Sagrario, que también. Sino que el evangelizador es el que tiene que acudir al Sagrario, para decirle al evangelizado que vaya al Sagrario, o lo que DIOS tenga bien insuflarle con su Gracia.
    Por otra parte yo si que soy obstinado gracias a mi carácter, y supongo que también muy aburrido, posiblemente por carácter también, independientemente del tema, tiendo a pensar que puedo llegar a ser aburridísimo en cualquier tema.
    Y si, el tema de la Gracia es muy serio.
    Sigo rezando. DIOS les bendiga.

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    1. Antonio, no se tome a mal mis palabras; entra dentro de la lógica que a más de un lector del blog no le haya interesado nuestro diálogo anterior. En todo caso, si le ha molestado mi frase, discúlpeme, no era esa mi intención, vd hizo un comentario directo a mi comentario y yo le respondí.

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    2. No se inquiete, Julia María, en ningún momento me he sentido molesto. Constatar el hecho de que en este mundo hay personas aburridas y personas con un gracejo y un salero especial, es una evidencia. O si queremos suavizarlo un poco, en este mundo hay personas más divertidas, ocurrentes, o ingeniosas que otras, lo cual es obvio.
      Reconozco, y "no me duelen prendas", que entre los dones que DIOS me ha dado no está la "vis cómica".
      Y no me siento molesto, porque mis niños están hartos de recordarme que soy muy pesado y muy aburrido. Una prueba más de lo recalcitrantemente terco que soy, y de mi falta de amenidad.
      Yo, no solo no me siento molesto, sino que me siento profundamente agradecido por que emplee su valioso tiempo en darme respuesta, así como al Padre Javier, y no solo por el tiempo, sino por la paciencia que emplean en mi. Sigo rezando.
      Abrazos en CRISTO. DIOS la bendiga.

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  4. Para conocerLE mejor y amarLE de verdad: Sagrario y formación.

    Mejor acompañados que sólos.
    Mejor compartiendo que reservándose. Como dice D. Javier, qué necesaria es la comunión eclesial. Quizas no cueste tanto encontrar puntos de relación y unión, con la Gracia de Dios.

    ¿Esto tiene límites? Pensándolo ante el Sagrario: NO.

    Undos en oración.

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  5. Yo tampoco creo que tenga límites ante el Sagrario.

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