La
primera lectura sacramental que se nos ofrece es el diálogo o más bien un
auténtico discurso, de Jesús a Nicodemo, donde parece que el diálogo inicial es
una excusa, un recurso, para exponer la doctrina sacramental del bautismo, del
agua y del Espíritu, de la regeneración.
Cristo
ha reemplazado las instituciones del judaísmo; ya no tienen eficacia salvífica,
sino que el Salvador es Él y la vida que Él comunica. No basta el mero
nacimiento natural, agregado por la raza al pueblo de Israel, sino la fe y el
bautismo, la regeneración, para participar del Reino de Dios y recibir la vida
divina.
El
diálogo con Nicodemo se presenta en tres fases o momentos distintos:
1) Necesidad de aceptar a Jesús como Enviado2) Describe el nuevo nacimiento3) Descripción del acontecimiento salvífico.
Es
una gran síntesis de la vida cristiana: un juicio que se realiza en la
aceptación o rechazo de la luz, de la acogida de Jesús como Revelador, el Hijo.
“Al
final (Jn 3,35s) el evangelista hace una síntesis perfecta del diálogo entre
Jesús y Nicodemo: el Padre ama al Hijo, como lo demuestra la autoridad que le
ha conferido en orden a dar la vida eterna (Jn 17,2) a los que creen en él.
Esta demostración del Padre al Hijo es, al mismo tiempo, la confirmación del
amor que Dios tiene al hombre (Jn 3,16). Lo importante para el hombre es
aceptarlo en la fe. Hacerlo así significa entrar en unas relaciones con Dios,
que llevarán a la plena participación en su vida. No hacerlo así equivale a
despreciar la oferta divina, auto-excluirse de la vida, auto-juzgarse como
indigno de la misma (Jn 3,18). Es la decisión existencial la única respuesta
que Dios exige al hombre”[1].
En
Pascua, leemos así distribuido este capítulo 3, con los siguientes títulos en
el leccionario:
Lunes II: Jn
3, 1-8, “El que no nazca de nuevo no puede ver el reino de Dios”.
Martes II: Jn
3, 5a. 7b-15, “Nadie ha subido al cielo, sino el que bajó del cielo, el Hijo
del hombre”.
Miércoles II: Jn
3, 16-21, “Dios mandó su Hijo para que el mundo se salve por él”.
Jueves II: Jn
3, 31-36, “El Padre ama al Hijo y todo lo ha puesto en su mano”.
Una
lectura sacramental, en estricto sentido, permitiría la contemplación y
predicación de las riquezas inestimables del sacramento del bautismo que nos ha
purificado[2]: el
bautismo es perdón de los pecados, regeneración, filiación divina,
santificación, iluminación, comunicación de la vida trinitaria, agregación al
Reino y a su signo histórico que es la Iglesia.
8. Multiplicación de los panes y discurso del pan de vida (Jn 6)
El
capítulo 6 del cuarto evangelio comienza con un signo del Señor, en este caso,
la multiplicación de los panes para una multitud. Como todo signo –según el
estilo del evangelista san Juan- quiere revelar algo que luego es clarificado,
desarrollado, por un amplio discurso del Señor. De esta manera, Juan explota
todo el potencial simbólico que encierra el relato de la multiplicación de los
panes.
“Con
la multiplicación de los panes, el autor atribuye a Jesús lo que se contaba de
grandes profetas y taumaturgos, con la intención de enseñar que quien tenga
necesidad puede encontrar el remedio en Jesús”[1].
La
doctrina eucarística expuesta por el Señor nos conduce al reconocimiento de que
Él es el Pan vivo, entregado en la Eucaristía, y que este Pan es prenda de vida y resurrección, antídoto de inmortalidad.
“En
la mente del evangelista el milagro debe ser considerado como signo, que apunta
a otro pan para que pueda saciar toda clase de hambre. Así lo pondrán de
relieve tanto el discurso sobre el pan de la vida como el discurso eucarístico”[1].
Así
se distribuye este capítulo sexto en la liturgia pascual:
Viernes II: Jn
6, 1-15, “Repartió a los que estaban sentados todo lo que quisieron”.
Sábado II: Jn
6, 16-21, “Vieron a Jesús caminando sobre el lago”.
Lunes III: Jn
6, 22-29, “Trabajad, no por el alimento que perece, sino por el alimento que
perdura para la vida eterna”.
Martes III: Jn
6, 30-35, “No fue Moisés, sino que es mi Padre el que da el verdadero pan del
cielo”.
Miércoles III:
Jn 6, 35-40, “Ésta es la voluntad del Padre: que todo el que ve al Hijo tenga
vida eterna”.
Jueves III: Jn
6, 44-51, “Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo”.
Viernes III: Jn
6, 52-59, “Mi Carne es verdadera comida, y mi Sangre es verdadera bebida”.
Sábado III: Jn
6, 60-69, “¿A quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna”.
Durante
la cincuentena pascual, la
Eucaristía se revela como el gran sacramento de la Pascua, de incorporación a
Cristo en su Cuerpo sacramental y eclesial, culmen de la Iniciación cristiana.
De ahí que a lo largo de estos días de la
II y III semana de la Pascua se podría exponer muy adecuadamente toda
la doctrina eucarística: Presencia real, Sacrificio, Memorial, Acción de
gracias, adoración, la relación de la Eucaristía con la escatología y la vida eterna,
etc.
Padre, la foto superior se me parece al altar mayor de la Iglesia de San Miguel en Córdoba.
ResponderEliminarPero fuera de la anécdota, y retomando a Nicodemo, el proceso de nacer de nuevo es una experiencia familiar para mi. Y me llena profundamente de asombro. Es un misterio que me sobrepasa. Alabado sea DIOS.
Abrazos en CRISTO. DIOS le bendiga.
Antonio Sebastián:
EliminarEfectivamente, esa foto es de la parroquia de San Miguel de Córdoba...
Cómo me gusta el cirio de la fotografía; como decía la entrada anterior: “Nada… deben ocultar o disminuir la importancia de la Cruz…”
ResponderEliminarEl pan que sacia toda hambre, el pan “hipersustancial”, el “pan vivo”, “el verdadero pan del cielo”, que pedimos en el Padre Nuestro (lo vimos en otra entrada), se nos da en la Eucaristía “debidamente recibida” (como decían nuestros antepasados). Sería muy conveniente recordar a los fieles “toda la doctrina eucarística” que explicita la entrada.
En el capítulo 17 de Juan, Jesús describe la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a tu Enviado, Jesucristo, y este conocimiento en la enseñanza de San Juan es un conocimiento vital, íntimo y amoroso, no abstracto, pues ese es el sentido bíblico del término conocer: “Él que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna”, nada más vital, íntimo y amoroso.
En oración ¡Qué Dios les bendiga!
Julia María:
Eliminarcon humor...
Esta entrada recuerda a todos mis fieles - las ovejas y abejas de este blog - la doctrina eucarística de Jn 6. Por eso la he escrito. ¡¡No se me queje!!!
Saludos.........
¿Yo quejarme del blog o de su titular?... Nunca jamás: “A tal señor, tal honor”.
EliminarAhora en serio: no me refería a vd sino a lo preocupante que resulta lo que se oye sobre la Eucaristía en conversaciones con laicos o en atención a su lenguaje no verbal, y a la necesidad de corregir esta situación.
Julia María:
Eliminar¡¡¡¡¡¡¡Menos mal que no se queja del blog ni de su titular!!!!! Le presento una demanda que se iba a acordar de mí (jejejeje)
Y sé que no se refería a mí, pero, por echarle humor, le respondí como si fuera una alusión personal.
En cuanto al lenguaje no verbal: sígase, simplemente, el Misal. Porque las modas litúrgicas van y vienen... y lo que hay que hacer es seguir el Misal. Y no digo más para no herir susceptibilidades más tradicionales.
Un saludo. O un "beso respetuosamente su mano"...
Le había entendido; lo he precisado para que ningún lector del blog pueda pensar que me refería a vd.
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