domingo, 28 de abril de 2013

Cristo plenitud de la nueva creación

La resurrección del Señor, su Misterio pascual, acarrea multitud de consecuencias. No se limita a su cuerpo carnal, a su realidad humana únicamente, sino que desencadena todo un proceso nuevo, una transformación absoluta de todas las cosas.

Cristo mismo, el Señor resucitado, es la plenitud de la nueva creación. Cuanto fue creado por medio de Él, halla ahora su fin, su felicidad, su más alto desarrollo, en el Señor glorificado. Lo que se comenzó antes de los tiempos, la creación, empieza en el Señor resucitado a llegar a su plenitud absoluta y definitiva.

La creación, y el hombre con su devenir histórico, reciban su verdad y su liberación en Cristo, el Señor resucitado. La repercusión de la Pascua alcanza a todo.

"El proceso histórico en el que estamos comprometidos culminará con un acontecimiento salvador que afectará a la totalidad de lo real; a la humanidad, pero también al mundo humanizado. En ese punto-omega de la historia, Cristo el Señor vendrá a consumar lo que se había iniciado en el punto-alfa al que se refiere el primer artículo del credo ("Creo en Dios..., creador del cielo y de la tierra"). Será entonces cuando la realidad creada cobre su cabal estatura; cuando Cristo, en la majestad de su gloria, lleve el reino de Dios a su plenitud con el juicio escatológico, la resurrección de los muertos y los cielos y tierra neuvos, de modo que toda la creación conozca su pascua, su paso de la forma de existencia transitoria a la forma de existencia definitiva" (RUIZ DE LA PEÑA, J.L., La pascua de la creación. Escatología, BAC Sapientia fidei 16, Madrid 1998, 2ª ed., p. 123).

El concepto Pascua se puede hacer extensible a la creación misma que verá su paso salvador de la finitud y caducidad a la novedad y plenitud. Esta pascua de la creación ya iniciada se completará en la parusía del Señor, en su segunda venida gloriosa al final de los tiempos. Entonces Él será el Señor de todo lo creado.

"La parusía, pues, en cuanto último acto de la historia de la salvación, es lisa y llanamente la pascua de la creación, su paso a la configuración ontológica definitiva mediante la anulación del desfase aún vigente entre Cristo y su obra creadora; desfase no codificable en categorías cuantitativas (distancia en el espacio o en el tiempo), sino en la categoría cualitativa (ontológica) del modo de ser. La humanidad, el mundo, no son aún lo que llegarán a ser, según la promesa incluida en la resurrección de Cristo; precisamente por eso aguardamos la parusía. Dicho brevemente: ésta, más que ser una venida de Cristo al mundo, es una ida del mundo y los hombres a la forma de existencia gloriosa de Cristo resucitado. Recordábamos antes el texto de Col 3,4: "cuando aparezca Cristo, vida vuestra, también vosotros apareceréis gloriosos con él"; la parusía es descrita aquí como el último estadio de nuestra transformación en Cristo" (id., p. 139).

Aguardamos la venida gloriosa del Salvador. Su parusía, su venida, cierra el ciclo de la historia y de lo caduco, de este tiempo, para que el Reino de Dios alcance su plenitud y extensión. Él viene con gloria "para juzgar a vivos y muertos" estableciendo su completo señorío, aniquilada la muerte, y entonces resucitarán los muertos. Su parusía lo transformará todo. Su venida renovará todo.

Hay, pues, un destino cristológico de la creación. Su cuerpo mismo, el del Señor resucitado, es la primicia de este destino cristológico de lo creado. Pasa la figura de este mundo para alcanzar la verdad de lo que el mundo sería según el plan de Dios.

"El destino cristológico estaba incrustado en la creación desde sus comienzos; ahora se cumple como emergencia de las pulsiones inyectadas en el interior de lo real por la pascua de su Señor, y no por la vía extrinsecista de un decreto administrativo, que acordase clausurar el gran teatro del mundo con una especie de fastuoso fin de fiesta. Insistamos en una idea capital: Cristo es el éschaton [= futuro], no tiene éschaton. El mundo y nosotros somos los que tenemos éschaton, no él. En rigor, ya no tiene futuro propio; nosotros somos su único futuro aún pendiente. La parusía no es el éschaton de Cristo, sino el nuestro; ni le aporta nada que no tuviese ya por su pascua, a no ser su completarse en nosotros (en nuestra pascua) en cuanto glorificados con y por él" (id., p. 139).

6 comentarios:

  1. “Lo que se comenzó antes de los tiempos, la creación, empieza en el Señor resucitado para llegar a su plenitud absoluta y definitiva... Su venida lo renovará todo”. Todo fue creado por Él y para Él, nos dice el himno cristológico de Colosenses.

    Aunque Santiago nos invita a ser pacientes en la espera, aguardándolo con paciencia hasta recibir las lluvias tempranas y tardías, la espera de la inminente parusía da un acento escatológico a la Iglesia primitiva, y ese acento se ve reflejado en su liturgia, en los símbolos de la fe y en los escritos de los Padres.

    En una de sus audiencias dedicada a la parusía en san Pablo el Papa emérito concluye que, aunque quizá parezca un poco difícil para nosotros la oración que Pablo pone en labios de los corintios: Maranà, thà! (Señor nuestro, ¡ven!), debemos atrevernos a rezar sinceramente ¡Ven, Señor Jesús!

    La preciosa hortensia que nos acompaña, muy adecuada para la Pascua por sus alegres y vistosas flores.

    ¡Ven, Señor Jesús!

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    1. Julia María:

      Creo que alguna vez lo he comentado: este tema de la nueva creación, y de la elevación de la materia, etc., es un estudio que brotó de mi tesina y que entrará (D.m.) en la tesis doctoral. Me apasiona porque esto justifica el uso de elementos creados que son transformados por el Espíritu, y así elementos de la "nueva creación" son el pan y el vino (ya su Cuerpo y su Sangre en la Eucaristía), el agua bautismal, el santo crisma perfumado (vehículo del Espíritu Santo).

      La foto es mía y me gusta (¡claro, soy el autor!), lo que no sabía es el nombre de la planta porque de botánica ando igual de ignorante que de Derecho (su terreno, querida amiga) o de Economía aplicada (el terreno de sus hijos, "la colmena", mis amigos...).

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  2. Venga a nosotros tu Reino. Si, paciencia si, pero tal vez con el sentimiento interior de: "Pues ya está tardando". No tanto como falta de paciencia, sino como ese estar en vela de las vírgenes prudentes. Tal vez ese estado de alerta, fuera algo bueno para ser más conscientes de la importancia de que CRISTO ha de regresar, definitivamente, para ya no separarse de nosotros. Alabado sea DIOS.
    Sigo rezando. Una vez más muchas gracias, Padre.

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    1. Antonio Sebastián:

      Me ha gustado la forma de decirlo: "pues ya está tardando..." Sí, así es: no es falta de paciencia, es un deseo mayor de que ya venga, "y sí que tarda...."

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  3. Parusía, qué palabra más perfecta, con todo lo que implica.

    Este es el año de la FE, en la que todo gira sobre la vuelta de Jesucristo, el mayor de los acontecimientos.

    “Este Jesús, quien fue tomado de vosotros arriba al cielo, vendrá de la misma manera como le habéis visto ir al cielo.” (Hch 01, 11).

    Por cierto, don Javier, aparte de aprender que esa flor era una hortensia-¿qué no sabrán las madres?-, me halaga uste con eso de la "economía aplicada", aunque de usted para mí, le digo que exagera, solo aplico lo justo y con indicadores: todo el mundo siempre dice que 2+2=4, pero que sepa que 2+2=5, si contamos los intereses…

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    1. La colmena:

      Parusía pero fijándonos más hoy en la "nueva creación", tema que no se suele abordar mucho.

      No me decepcionéis vosotros, hombre, pó favó: ¿con lo intereses sube todo tanto? Uy, uy... ¡Cuidado!

      Saludos..... cordialísimos.... sin intereses.

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