Lo que es invisible, la acción salvadora y la santificación, la redención y el perdón de los pecados, es expresado de manera visible mediante las curaciones, milagros, signos y prodigios de Cristo. Así de lo visible, se pasa a lo invisible.
"Y es que, como el reino que predicaba no era visible, Él lo hace patente por sus milagros visibles" (S. Juan Crisóstomo, In Matt, hom. 14,3).
Cristo aparece como un Médico que sana los cuerpos indicando así hasta qué punto Él es un Médico capaz de sanar las almas que, enfermas, por sí mismas no hallan remedio ni salud. Deben acudir a Quien tiene potestad curativa.
"Aquí, para darte a conocer la grande fe y la profunda humildad del centurión, Él mismo, sin ser llamado, se invita a su casa; a la cananea, para el mismo fin, le niega lo que le pide y pone a prueba su perseverancia. Es que era el Señor médico sabio y hábil, que sabe obtener contrarios de contrarios" (Id., hom. 26,1).
Las enfermedades son nuestros pecados, que nos debilitan, nos postran en la tierra, nos incapacitan para el bien y la virtud y acarrean la muerte si no son curadas a tiempo. Quien se sepa enfermo, acuda al Médico; quien descubre y reconoce su enfermedad, llame al Médico, porque Él está pronto dispuesto para sanar. Ha venido a buscar a los enfermos, porque necesitan de Él.
"Sigámosle, pues, también nosotros. A la verdad, grandes son las enfermedades que aquejan a nuestra alma, y éstas son las que principalmente quiere el Señor curar. Y hasta, si cura las del cuerpo, es porque quiere desterrar las del alma. Acerquémonos, pues, a Él, y nada temoral le pidamos. Pidámosle sólo el perdón de nuestros pecados. Porque también ahora lo concede, con tal que lo pidamos fervorosamente" (Id., hom. 14,3).
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