1. Al igual que al hablar de los
sacramentos en general, junto al ex opere operato (son eficaces porque los
realiza Cristo) se requiere el ex opere operantis, es decir, la adecuada
disposición del fiel para que el sacramento recibido sea fructuoso y no
inválido, en la liturgia en general también debe hablarse de las disposiciones
de los fieles y su preparación para la celebración de los santos misterios.
Toda
la teología expuesta antes sobre la liturgia quedaría en nada si luego los
fieles cristianos, el pueblo santo de Dios no se dispusiese, cada uno
personalmente a vivirla y aprovecharla, a dejarse transformar por la liturgia:
entonces la liturgia desarrollará su plena eficacia, desplegará toda su virtud
y fuerza. Sin esto, los fieles cristianos tal vez asistan, pero no extraerán
toda la riqueza de la liturgia para su vida y oración y no llegarán a valorar
la liturgia verdadera –contentándose incluso con sucedáneos originales de éste
o de aquél-.
La
constitución Sacrosanctum Concilium marca una actuación pastoral acorde con lo
que ya ha ido exponiendo sobre la naturaleza de la liturgia y su fundamento
teológico:
“Mas, para asegurar esta plena eficacia es necesario que los fieles se
acerquen a la sagrada Liturgia con recta disposición de ánimo, pongan su alma
en consonancia con su voz y colaboren con la gracia divina, para no recibirla
en vano. Por esta razón, los pastores de almas deben vigilar para que en la
acción litúrgica no sólo se observen las leyes relativas a la celebración
válida y lícita, sino también para que los fieles participen en ella
consciente, activa y fructuosamente” (SC 11).
2.
La disposición de ánimo de los fieles requiere una educación pedagógica y
progresiva, paciente y bien sólida, ya que vivir la liturgia no se improvisa y
tampoco es automática una participación fructuosa por el mero hecho de estar y
asistir.
Haría
falta una preparación remota y una preparación inmediata.
La
preparación remota sería la introducción a la liturgia, la enseñanza
catequética de la liturgia al estilo de las grandes catequesis mistagógicas de
los Padres de la Iglesia
en todos los niveles de catequesis y adaptado a la edad y capacidad de
comprensión:
- explicar el año litúrgico, las características de cada ciclo, su duración, sus rasgos teológicos y espirituales y sus textos litúrgicos;
- incluiría la descripción del lugar de la celebración (altar, sede, ambón, baptisterio…) y el uso correcto así como las vestiduras litúrgicas y sus colores;
- es conveniente introducir en la lectura litúrgica de las Sagradas Escrituras, su distribución a lo largo del año litúrgico y el porqué de esa selección;
- además explicar los contenidos generales de cada sacramento, también explicar paso a paso qué se hace, qué se responde, qué significa tal o cual rito, etc., siguiendo los libros litúrgicos y desgranando el contenido de alguna oración o plegaria para acostumbrarse y orar con el lenguaje litúrgico.
3.
A esta preparación remota que tendría lugar en el seno de la catequesis y que
de vez en cuando siempre hay que recordar en una formación permanente y
continua, se debe sumar una preparación inmediata antes de comenzar cualquier
liturgia:
- básica en cualquier orden social y elemento de cortesía y educación es la puntualidad. Difícilmente se puede vivir la liturgia llegando tarde e intentando serenar el espíritu mientras transcurre la celebración;
- esta preparación previa requiere antes de la liturgia momentos de recogimiento y paz para hacer la transición de la calle al ámbito espiritual del templo. Sin sosiego interior, no se puede vivir la liturgia… ¡qué importante, por eso, que haya silencio en nuestras iglesias antes de las celebraciones y no trasiego, ruidos, saludos!;
- una buena y recomendable preparación, que antes se hacía con los misales manuales, era leer las oraciones y lecturas de la Misa en casa o antes de la celebración, para irlos saboreando y recibirlos mejor cuando se recen, se canten o se lean en la santa liturgia;
- esa preparación tiene un efecto beneficioso: adquirir conciencia clara, y llena de gratitud y adoración, de que se está ante el Misterio de Dios, ante la actualidad y presencia de la obra de la redención, avanzando la historia de la salvación aquí y ahora
4.
Así las disposiciones personales de los fieles, con esa preparación remota y
próxima logrará una participación activa y fructuosa. Esta participación, a tenor
de este párrafo de SC 11, no se identifica ni mucho menos con un servicio
litúrgico ni con intervenir o hacer algo subiendo al presbiterio. La enseñanza
conciliar de SC 11 relaciona la participación activa y fructuosa que menciona
al final con la actitud espiritual citada al principio de dicho nº 11.
Por
tanto, la participación en la liturgia activa y fructuosa no es un “hacer algo
en el presbiterio” (exigido por algunos como un derecho), sino:
- recta disposición de ánimo
- unir el alma con la voz, de modo que la mente concuerde con la voz (saber lo que se dice y se canta, hacerlo propio, interiorizarlo)
- colaborar con la gracia divina para no recibirla en vano, con la oración personal, la acogida del don de Dios, la escucha contemplativa de la Palabra, la disponibilidad a lo que Dios pida, el ofrecimiento de la vida junto con Cristo para gloria del Padre.
Sólo
quien vive así la liturgia, ése de verdad participa y participa activa y fructuosamente.
Sólo así… según el Concilio.
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