miércoles, 24 de agosto de 2022

Formación para la liturgia (I)



Entre las tareas necesarias, ya sea en retiros, ya sea en predicaciones, ya sea en catequesis, ya sea incluso en artículos (Internet, boletines de formación, etc.), está la formación para la liturgia o la formación litúrgica de todos. 




Pero, ¿tan importante es? ¿De verdad es tan importante? 

¡Sí! Y muchos males nos vienen hoy de la escasísima formación en liturgia que se adolece por todas partes.

1. Más aún, hoy vemos que muchos, muchísimos, casi todos, se creen expertos en liturgia, con derecho a opinar y a hacer en la liturgia lo que quiera, introduciendo elementos ajenos y distorsionadores, porque todos creen que saben mucho de liturgia. 

Si acude un experto en bioética, todos callan y escuchan admirados, nadie pregunta y mucho menos nadie discute; si habla un jurista, todos intentan aprender la articulación interna del Derecho canónico; o si habla un exégeta, todos los presentes, embelesados, se dejan llevar por las últimas teorías hermenéuticas aplicadas al texto bíblico. Si habla un experto en liturgia… inmediatamente las manos están levantadas para rebatir, en virtud de un artículo que leyeron una vez, o de algo que un sacerdote dijo una vez, o, simplemente, por la propia opinión… 


La liturgia ha llegado a tal punto que es objeto de opiniones particulares que luego se plasman en celebraciones que difieren de una parroquia a otra que está al lado, en virtud de la “creatividad” de unos y otros, con un desconocimiento absoluto de la liturgia, de su teología, de su historia, de su espiritualidad, de su normativa.

2. La liturgia no puede ser nunca objeto ni del capricho, ni de la arbitrariedad, ni de la última genial ocurrencia, ni de la creatividad salvaje[1]. Sin embargo, eso es lo que se vive en muchísimos sitios. 

En el terreno litúrgico se vivió, durante los años de la reforma litúrgica postconciliar, la sensación de vivir en un puro experimento, con cambios que se iban sucediendo uno tras otro, con ediciones provisionales y luego ediciones ya definitivas. Parecía que la liturgia era completamente mutable, cambiable… y por tanto cualquier podía hacer en su parroquia una adaptación “original”.

Sí, hubo muchos cambios, hubo una reforma de la liturgia dirigida por la Iglesia y reflejada en los libros litúrgicos promulgados oficialmente, pero, ¿se cuidó igualmente la recepción de esa reforma con una formación suficiente? ¿O se explicaron solamente los cambios sin entrar en mayores honduras? 

Es más, hoy podríamos preguntarnos: 

¿hay suficiente formación litúrgica entre los sacerdotes? 

¿Se imparte una formación litúrgica sólida a todo el pueblo cristiano?



[1] Para sorpresa de muchos, ésta es una afirmación del Concilio Vaticano II: “nadie, aunque sea sacerdote, añada, quite o cambie cosa alguna por iniciativa propia en la Liturgia” (SC 22. Sí, sí, esto lo dijo el Concilio…

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