Este pasaje (Ez 43,1-12) se inscribe en la última sección del libro de
Ezequiel (40-48), que constituye la llamada "Torá de Ezequiel", por
cuanto que es un código de alianza para el pueblo que va a volver a su tierra y
porque tiene un carácter legislativo en referencia a los elementos cultuales.
El Señor va a hacer de ellos un pueblo nuevo, ya que Él "arrancará de
vuestra carne el corazón de piedra y os daré un corazón de carne" (Ez
36,27), para que "vosotros seáis mi pueblo y yo sea vuestro Dios"
(Ez 36,28). Será una situación radicalmente distinta.
A este retorno y alianza, responde esta última sección del
profeta en que nos va a ir presentando un plan detallado de reconstrucción
religiosa y política en Palestina. Conoce bien el pasado, pero intenta adaptar
la legislación a nuevas circunstancias, ya que la restauración y alianza
espiritual que el Señor quiere establecer requieren una nueva organización de
la comunidad y una reforma en su culto.
Con este contexto de fondo, podremos ir comprendiendo la
riqueza del pasaje 43,1-12.
Me llevó luego hacia el
pórtico, el pórtico que miraba a oriente, y he aquí que la gloria del Dios de
Israel llegaba de la parte de oriente, con un ruido como el ruido de grandes
aguas y la tierra resplandecía de su gloria. Esta visión era como la visión que
yo había visto cuando vine para la destrucción de la ciudad, y también como la
que había visto junto al río Kebar. Entonces caí rostro en tierra (43,1-3)
El pasaje tiene sentido a la luz de Ez 10,18-19 y 11,22-23;
en ellos describe el profeta cómo abandona el templo la gloria del Señor,
saliendo por la puerta de oriente. El Señor deja el templo, porque el pueblo ha
sido infiel y tiene el corazón de piedra. Es en 43,1ss donde vuelve la gloria
del Señor desde oriente y penetra en el templo para entablar una nueva alianza
y establecer allí su morada para siempre.
Oriente es toda una clave teológica que indica siempre de
dónde viene el Señor y de dónde viene la salvación. También aparece esta clave
en otros profetas, especialmente en Habacuc: "El Señor viene de Temán,
el Santo del monte Farán" (Hab 3,3).
Oriente es el lugar del
nacimiento del sol, de la aurora, signo siempre de la vida y del nacimiento en
todas las religiones. El sol señal de salvación y vida es aplicado a Dios mismo
que viene a salvar a su pueblo. Es como el sol que va creciendo hasta el
mediodía y cuya luz lo abarca todo.
Es evidente que la gloria del Señor designa al mismo Yahvé,
haciendo un giro para no nombrar directamente su nombre santo.
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