La fiesta de la Asunción de Nuestra
Señora tiene una doble perspectiva que no se puede olvidar, recogida en los
textos eucológicos de esta Misa. Es la perspectiva mariana y eclesial.
En
María encuentra la Iglesia
un signo de esperanza y en Ella reconoce su propia vocación y destino ya
realizado en uno de sus miembros más eminentes. ¿Qué espera la Iglesia? ¿Cuál es su fin
último? ¿Cuál es el objeto último de su esperanza? La participación plena en el
Misterio Pascual de Jesucristo, la glorificación definitiva. María brilla en la Iglesia como imagen
purísima de lo que la Iglesia
espera y ansía.
Es decir: la resurrección, la glorificación, la participación
plena en la vida intratrinitaria de tal forma que lo ya realizado en María se
realizará un día en los cristianos, en la Iglesia misma ("aspirando siempre a las realidades divinas, lleguemos a
participar con ella de su misma gloria en el cielo" OC, Misa del día).
Nuestra esperanza cristiana encuentra en María una prenda y un aliento a esta
Iglesia peregrinante:
Porque hoy
ha sido llevada al cielo la
Virgen, Madre de Dios; ella es figura y primicia de la Iglesia que un día será
glorificada; ella es consuelo y esperanza de tu pueblo, todavía peregrino en la
tierra (Pf).
María
es imagen de la Iglesia,
tipo de la Iglesia. Así
lo recogen los textos eucológicos y la Tradición de la Iglesia. María tipo
de la Iglesia
implica que la Iglesia
mira su realización y destino, su ser más profundo en la Virgen y participa de su
esperanza:
Por la
intercesión de la
Santísima Virgen María, que ha subido a los cielos, haz que
nuestros corazones, abrasados en tu amor, vivan siempre orientados hacia ti (OF Misa del día).
Pero
ser imagen no significa que María sea el inicio y en la Iglesia se dé la perfección,
sino que, al revés, María como tipo de la Iglesia encierra toda la perfección de la Iglesia; ésta siempre será
un reflejo, imperfecto, de su tipo -que es María-. De ahí que la reflexión
mariológica siempre sea, al final, reflexión eclesiológica, por la íntima
conexión que existe entre María y la Iglesia. Todo lo que se descubre en María se
realiza, de forma imperfecta, en la
Iglesia.
Por
este principio teológico que parte del nexus mysteriorum, el destino final y
escatológico de María santísima es el destino final y plenitud de la Iglesia, y ésta pondrá su
esperanza en lo que ya, gozosa, contempla en la Madre del Señor. María se
convierte en aliento y sigue acompañando a la Iglesia:
Desde su
asunción a los cielos, acompaña con amor materno a la Iglesia peregrina, y
protege sus pasos hacia la patria celeste, hasta la venida gloriosa del Señor[1],
por lo cual la Iglesia mira a María
Santísima en su peregrinación hasta llegar a la casa del Padre, fortaleciendo
la fe, esperanza y caridad:
te rogamos,
que tu Iglesia, contemplando a la Virgen María, se vea siempre llena del fervor de
la fe, confirmada en el amor y robustecida por la esperanza de la futura gloria[2].
La
esperanza de María es culminada en su Asunción a los cielos; la esperanza de la Iglesia, pues, se colmará
de gozo en la parusía de su Señor, donde será glorificada y participará de la
misma gloria que hoy ya disfruta la
Virgen:
Concede a
este pueblo tuyo que peregrina en la tierra que, fijos sus ojos en ella, siga
fielmente a Cristo hasta que llegue a aquella plenitud de gloria que ya
contempla con gozo en Santa María[3].
Con
razón, "María es prototipo de la Iglesia en su estadio definitivo... En María, la Iglesia ha comenzado ya su
vida gloriosa, pues 'alcanzó en la santísima Virgen aquella perfección con que
se presenta sin mancha ni arruga'. Aunque viéndose todavía en la tierra, 'la
contempla gozosamente como imagen purísima de lo que ella misma toda entera
ansía y espera ser'"[4].
"Nos ha precedido nuestra Reina. Sí, se nos ha anticipado: y ha sido recibida con tales honores, que sus siervecillos la siguen llenos de confianza y gritando: Llévanos contigo. Correremos tras el olor de tus perfumes (Cant 1,3)"[5].
El
misterio de la Asunción
de la Virgen María
encierra así la esperanza auténtica, plena, humana, sobrenatural; parafraseando
a Yves de Chartres: “Sicut spes Mariae, ita spes Ecclesiae”.
[1] P La Virgen María, imagen y madre de la Iglesia (I) en MBVM.
[2] OP La
Virgen maría Imagen y Madre de la Iglesia (II) en MBVM.
[3] OC La
Virgen maría, imagen y madre de la Iglesia (III) en MBVM.
[4] CARDA PITARCH, El misterio de María, Madrid 1986
(2ª), p. 138.
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