Adónde llega el Evangelio y qué potencia tiene, qué virtualidades encierra, y cómo desemboca todo en una existencia concreta... eso es lo que pone de relieve un santo, porque un santo es un exponente consumado de lo que es el Evangelio hecho vida, carne, camino.
Un santo es un cristiano "completado" en el sentido de que Cristo ha completado su obra, la ha ido labrando, forjando, a veces con duros golpes, otras con suaves toques, más allá con fuego que refina... y el santo ha sido completado por la acción de Cristo mediante la gracia.
El santo es el modelo más acabado del cristiano, quien presenta con toda su límpida transparencia, su luz, su belleza, las consecuencias últimas del Bautismo, el designio redentor de Dios, la vida nueva y sobrenatural. Por eso el santo se revela como plenitud, el ejemplo máximo del humanismo cristiano, siempre elevado por gracia, y así se convierte en una referencia para nuestro vivir cristiano, en un testimonio y a la par que en un estímulo constante para vivir así.
Si esto es un santo, y por tanto, ésta es la santidad, a nadie extrañará que todos, absolutamente todos y sin exclusión, estemos llamados a la santidad por el Bautismo, ya que la santidad será la perfección y acabamiento de la gracia bautismal totalmente desarrollada y sin cortapisas.
Es un hermoso nombre y un noble título: ¡santidad!, que se suma a la dignidad del cristiano: miembro de la Iglesia, hijo de Dios, hermano y coheredero con Cristo, templo del Espíritu Santo.
"[El Concilio] ha reservado a los fieles laicos –es decir, a los que no pertenecen al clero o a una familia religiosa- mensajes maravillosos, primeramente el de la dignidad del seglar, en cuanto a ser humano, y más aún en cuanto cristiano, ciudadano del reino de Dios, hijo adoptivo de Dios, hermano de Cristo y viviente, en virtud del Espíritu Santo, como miembro de la Iglesia, cuerpo místico de Cristo. Dignidad; pero no es todo. El Concilio, es decir, la voz de la Iglesia, voz antigua y nueva, añade otro mensaje maravilloso, también éste para los seglares: el de la santidad.
¿Santidad para los seglares? ¿Es posible? Quizá la santidad esté reservada algunos, para los fieles más devotos, más celosos, más buenos. No, la santidad –atended- se propone a todos, grandes y pequeños, hombre y mujeres; se propone como posible; más aún, como obligada; la santidad decimos con alegría y estupor, la santidad para todos" (Pablo VI, Audiencia general, 16-marzo-1966).
Entonces Pablo VI se remonta a su origen mismo: el bautismo. La dignidad cristiana, y la misma santidad, nacen de la fuente bautismal y de la crismación.
"Tratemos de hacer comprender esto un poco a los niños que hoy tenemos delante. ¿Habéis sido bautizados? Sí; por tanto, sois cristianos. ¿Un cristiano debe ser un buen cristiano o un mal cristiano? Es cierto que debe ser un buen cristiano... Sí; es evidente, un cristiano debe ser siempre un buen cristiano. ¿Puede ser infiel? No; se llama “fiel”. ¿Puede ser mediocre, insignificante, vil? No, un cristiano debe ser perfecto, sincero, fuerte, bueno, verdaderamente bueno. Así debe ser. Sería como decir ¿un muchacho debe estar sano o enfermo? Sano, claro está. ¿Débil o fuerte? Fuerte. ¿Animoso o ignorante, inútil? Animoso. ¿Laborioso o perezoso? Laborioso. ¿Honesto o deshonesto? Honesto. ¿Mentiroso o sincero? Sincero, claro es. Es decir, la vida, ya se trate de la natural o de la religiosa, debe ser plena y perfecta.
¿Y cómo se llama la vida perfecta de un cristiano? ¿Cómo se llama? Se llama santidad. Todo cristiano debe ser un verdadero cristiano, un perfecto cristiano; por ello todo cristiano debe ser santo" (Pablo VI, ibid.).
Para evitar el malentendido de entender "santo" como una perfección moral, una virtud adquirida por bondad natural, o una impecabilidad inexistente, Pablo VI va desgranando los rasgos de la santidad, y, al hacerlo, la presenta sugerente, deseable, apetecible, asequible para quien quiera vivir el Evangelio y dejar que Cristo lo transforme.
Más, ¿qué es un santo?
"Pero entonces preguntaréis: ¿Qué es la santidad?Hijos carísimos, esta respuesta es más difícil; pero quizá la comprendáis rápidamente: para la santidad son precisas dos cosas, la gracia de Dios y la buena voluntad. ¿Tenéis vosotros estas dos cosas? ¿Sí? Pues entonces sois santos.
Entendámonos, la santidad es única, consiste en estar unidos a Dios, vitalmente, mediante la caridad; pero se realiza en muy diversas formas, y también en muy diversas medidas. Es distinta la bondad; es decir, la santidad de un niño de la bondad de una persona mayor; es distinta la bondad de un hombre de la de una mujer; la bondad de un soldado es distinta, por así decir, de la de un enfermo o un anciano; cada condición de vida tiene sus virtudes particulares. Cada persona, podemos decir, tiene su propia forma de realizar la santidad, según sus aptitudes y deberes. Pero lo que tenemos que recordar es esto: cada uno de nosotros está llamado a ser santo, es decir, a ser verdaderamente bueno, verdaderamente cristiano" (Pablo VI, Ibíd.).
Podría resultar desalentador esta altura de la santidad si pensásemos que es algo que cada cual consigue por su esfuerzo, su compromiso, su opción, basada en sus propias fuerzas; pero, ¡qué distinto es todo cuando el peso gravita y recae en la gracia!
Es Cristo quien nos santifica y por tanto el que hace posible la santidad real y palpable. Basta la fidelidad a Cristo y a su gracia para ser santos, para encarnar la santidad concreta a la que Dios llama a cada uno con estilo propio.
"¿Es difícil? Sí y no. Es difícil si contamos solamente con nuestras fuerzas; es difícil si nos dejamos atemorizar por los obstáculos que ciertamente encontramos, dentro y fuera de nosotros; es difícil si acogemos con pocas ganas nuestra vocación de cristianos; el que quiere ser cristiano a medias siente doblemente el peso de los compromisos cristianos.Pero el animoso que pone en el Señor su confianza (es decir, el que reza, el que escucha la palabra de Dios y se mantiene en su gracia) encuentra fácil la santidad; más aún, la encuentra bella, feliz. Solamente los que son verdaderamente buenos y santos son felices.
Por tanto hijos carísimos, os diremos: escuchad la gran llamada que la Iglesia del Concilio dirige a todos los fieles: sed santos; por tanto, sed santos. Todos, siempre. Es fácil, es hermoso, es obligado; es digno de quien quiere ser verdadero hombre y verdadero cristiano" (Pablo VI, Audiencia general, 16-marzo-1966).
Buenos, felices, verdaderamente humanos, e imágenes de Cristo: la santidad es alcanzable y cada santo lo avala con su vida animándonos hoy a recorrer ese sendero.
La gracia vendrá siempre en ayuda de nuestra debilidad para realizar la santidad a la que Dios nos llama en Cristo Jesús y el Espíritu Santo seguirá siempre, pacientemente, santificándonos.
Me bien bien este analisis de la santidad(,me habia despistado no encontraba tu blogspt) ya estoy en ello, gracias
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