sábado, 16 de febrero de 2019

"Víctimas vivas para alabanza de tu gloria"

Consecuencia lógica de descubrir en la Eucaristía el sacrificio de Cristo, es calificarle a Él de "Víctima". Pero, siguiendo más aún en esa misma línea, junto a Cristo-Víctima están los fieles bautizados, que se convierten en víctimas vivas.

Hemos de profundizar y contemplar este término, "víctima", para una mejor comprensión del sacramento eucarístico y el alcance que tiene una verdadera participación en la liturgia -lejos de ser intervención constante- que supone ofrecerse con Cristo, sin condiciones.





“Víctima viva”

-Comentarios a la plegaria eucarística – VII-



            En el sacrificio de Cristo se incluyen nuestros propios sacrificios personales: penitencias, mortificaciones, luchas, combates, ejercicio de obras de misericordia, virtudes practicadas, el trabajo ofrecido… y en la ofrenda de Cristo nosotros mismos nos ofrecemos: “ofreced vuestros cuerpos como hostia viva, santa… Éste es vuestro culto razonable” (Rm 12,1). Ofrecemos y entregamos todo lo nuestro, e incluso a nosotros mismos, como sacrificio junto al Gran Sacrificio de Cristo.

            El Concilio Vaticano II, en la Constitución Lumen Gentium exhortaba: “Todos los discípulos de Cristo… ofrézcanse a sí mismos como hostia viva, santa y grata a Dios” (LG 10); de modo especialísimo en la Eucaristía: “Participando del sacrificio eucarístico, fuente y cumbre de toda la vida cristiana, ofrecen a Dios la Víctima divina y se ofrecen a sí mismos juntamente con ella” (LG 11).


            Son presentados nuestros sacrificios espirituales, y nuestro ser entero, y se incluyen en la ofrenda perfecta del Sacrificio de nuestro Señor. La verdadera participación conduce a que todos “aprendan a ofrecerse a sí mismos al ofrecer la hostia inmaculada no sólo por manos del sacerdote, sino juntamente con él” (SC 48).

            Como la Eucaristía es el verdadero sacrificio de Cristo, la liturgia de la plegaria eucarística llamará a Cristo la “Víctima”. Es la Víctima ofrecida en propiciación por nuestros pecados: “Reconoce en ella la Víctima por cuya inmolación quisiste devolvernos tu amistad” (PE III); es la Víctima que Dios Padre acepta porque Él la ha preparado por nuestra redención: “Dirige tu mirada sobre esta Víctima que tú mismo has preparado a tu Iglesia” (PE IV).

            Nosotros, ofreciendo y recibiendo la Víctima santa, igualmente nos convertimos en ofrenda a Dios por una vida santa y en víctimas: “que él nos transforme en ofrenda permanente” (PE III); “seamos en Cristo víctima viva para alabanza de su gloria” (PE IV).

            Todo lo nuestro se entrega al Padre, nuestro ser y nuestro trabajo, gozos y esperanzas, angustias y sufrimientos, afanes apostólicos; somos, en Cristo, una ofrenda permanente, una víctima viva para alabanza de su gloria. Ya sólo le pertenecemos a Él y Él dispone de nosotros.

            Aunque el lenguaje sacrificial, y el considerar al cristiano “víctima viva” junto a Cristo “Víctima”, parece que hoy no suena bien, y se quiere ignorar, o al menos, se silencia el carácter sacrificial que la Eucaristía posee, la liturgia ora diariamente en Laudes y Vísperas y, con sus preces, ayuda a los hijos de la Iglesia a vivir cada jornada como un verdadero sacrificio espiritual, ofrecido en honor del Señor y junto a Él, para completarse y elevarse a Dios en la Eucaristía:

Oh Cristo, tú que creaste el universo y quisiste ser llamado hijo del carpintero, enséñanos a trabajar, con empeño y a conciencia, en nuestras propias tareas[1].

Con todos los santos mártires de Cristo, te presentamos nuestros cuerpos como hostia viva[2].

Con todos los santos, que han sido testigos de la Iglesia, te consagramos nuestra vida de todo corazón[3].

Que siempre sepamos dar buen testimonio del nombre cristiano y ofrezcamos cada jornada como un culto espiritual agradable al Padre[4].

Señor, Padre de todos, haz que toda nuestra vida, unida a la de Cristo, sea alabanza de tu gloria[5].

Señor, tu Hijo nos ha mandado ofrecer este sacrificio
en conmemoración suya; haz que, cuantos en él participamos,
seamos con Cristo ofrenda de eterna alabanza
a tu divina majestad.
Por Jesucristo nuestro Señor (OP Stma Eucaristía, B).


Javier Sánchez Martínez, pbro.




[1] Laudes, Sgda. Familia.
[2] Laudes, 10 enero.
[3] Laudes, 10 enero.
[4] Laudes, Sab II T. Ord.
[5] Laudes Sab IV T. Ord.

2 comentarios:

  1. Me parece un post maravilloso, Padre Javier, y me ayuda mucho en mi propia vivencia de la Santa Misa y de mi ofrenda al Señor por María. Muchas gracias por educarnos tan bien en la fe bimilenaria de la iglesia de Cristo. Un saludo filial en ese Amor invencible del Sagrado Corazón.

    ResponderEliminar
  2. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

    ResponderEliminar