martes, 5 de febrero de 2019

Gracia y Comunión con Cristo

“Sine me, nihil potestis facere”, "sin mí, no podéis hacer nada".

La COMUNIÓN no es algo abstracto; vivir con Cristo Jesús:

La vida sacramental: es donación y entrega del Señor. Regalos de su amor: Él se da a Sí mismo. Del rito vacío a la autocomunicación del Señor. Son los ejes de la vida cristiana: Eucaristía dominical (y diaria), rezo de la Liturgia de las Horas y Confesión frecuente. El espíritu litúrgico (sensibilidad litúrgica) alimenta y expresa el AMOR a Cristo.



La escucha de la Palabra: Cristo, por las suaves palabras de la Escritura, entra en el alma cristiana. Dialoga con el cristiano, le muestra su amor, lo inserta en la historia de la salvación... Por la Palabra, se establece el coloquio de amor/salvación entre Cristo y el cristiano. Pone la Palabra (que es Él mismo) como un espejo y el cristiano se ve reflejado/contrastado con él (como afirma en diversos lugares S. Agustín).

La oración: Es trato de amistad (Sta. Teresa, V 8,5), entrega, adoración, alabanza y acción de gracias; intercesión y coloquio amoroso con Quien nos ama. Se está ante una Presencia (reconocible por la fe). Nuevo Emaús (Lc 24). Nuevo diálogo de Jesús con Pedro (Jn 21). La oración no es alternativa u opción: es exigencia de connaturalidad en la vida cristiana. Un ritmo DIARIO, perseverante. Es gracia: para seglares, matrimonios, jóvenes, religiosos... A orar se aprende orando: ante el Señor (en el sagrario), estar con él.

“Sine me nihil potestis facere”
 
      La Comunión con Jesucristo crea discípulos y amigos; da un talante y una fisonomía original. El cristiano queda determinado por esta Comunión. Así, el hombre es instrumento en las manos del Señor, pone todo su ser y sus facultades sabiendo que todo es obra del Señor: “siervos inútiles somos...” (Lc 17,10).

 “Sin mí, no podéis hacer nada” (Jn 15,5):

* todo depende del Señor

* el crecimiento y éxito de las obras es del Señor

* se hace para gloria de Dios (no para vanagloria humana)

* se retira uno a tiempo (sin buscar aplausos) para que brille sólo el Señor

* se realizan las obras y empresas que quiera el Señor (humildes u oscuras) no las que más nos gustan

* se purifica constantemente la intención recta de lo que se realice (sólo por el Señor)

* uno no se derrumbará si no sale adelante porque no había afecciones desordenadas

* deja que Dios obre, que su gracia, inspire, sostenga y acompañe los trabajos y apostolado.

El hombre, por sus propias fuerzas, nada puede hacer.

La humildad nace de la COMUNIÓN: reconocer quién es el Señor.

Cristo no es un añadido a nuestra vida: “sin Él, no podemos hacer nada”. No se trata de poner a Cristo al final, o prescindir de él y de su gracia, confiando absolutamente en el hombre y sus propias fuerzas.

“Sin mí no podéis hacer nada”. 

Comenta S. Agustín (serm. 156):

- "no dijo: “podréis hacer algo sin mí aunque os será más fácil conmigo”

- no dijo: “podréis conseguir algo, pero será más abundante con mi ayuda”

- ¿qué dijo? “sin mí, nada podéis hacer”.

La apertura existencial a Jesucristo, es decir, no ponerle barreras alguna al Señor, abatir los bastiones del pecado para dejar que entre Él, poniendo todo bajo su dirección; la colaboración a la gracia de Dios quitando todos los obstáculos a esta gracia gratuita de Dios (las pasiones, las afecciones desordenadas, los intereses personales, el amor propio); la disponibilidad para el envío y misión apostólica; la comunión eclesial (ámbito de la vivencia y comunión con Cristo...). “Sin mí, no podéis hacer nada”.

      Esto tiene, pues, una traducción concreta:

* lo que se haga tiene que ser con Cristo, por Él y en Él;

* el convencimiento “existencial” de que todo depende del Señor;

* hacer las obras que Él pida, con el tiempo que Él determina y los modos misteriosos que Él conduce;

* constante diálogo con el Señor para que se manifieste, corrija y oriente;

* el desprendimiento de las propias obras, logros y fracasos, porque todo se ha hecho por el Señor sabiendo que era su obra;

* la fecundidad del apostolado en función de la unión y docilidad a Cristo (no de estrategias o buena voluntad);

* quitar obstáculos a la gracia (lo que se opone a Cristo) para ser canal y vehículo de la gracia;

* la comunión eclesial (donde se da la misión y envío y el ámbito de fraternidad y vida) como criterio de discernimiento;

* por eso:
- “encomendar al Señor todos los afanes” (Sal 36),
- invocar frecuentemente al Espíritu (sugiere la palabra concreta, inspira la obra necesaria),
- orar “pidiendo que dé éxito a tus empresas y proyectos” (Tb 4,19),
- trabajar con interés, con todo el corazón, sin dejadez, volcándose en ello (celo apostólico, fuego del Espíritu),
- discernir y purificar las intenciones del corazón para no buscarse a uno mismo,
- pedir la fecundidad de todas las obras al Señor y el bien de aquellos a quienes servimos (intercesión). 

“Señor, tu misericordia es eterna, no abandones la obra de tus manos” (Sal 137).

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