lunes, 18 de febrero de 2019

Vivir de la Gracia, primado de la Gracia



  Ésta es la configuración espiritual del cristiano con su Señor; rostro, fisonomía, talante y acción espiritual.
     
 “Sine me, nihil potestis facere”

 ¿Y con Él? 



“Señor, si nada puedo sin ti, todo lo puedo en ti” (S. AGUSTÍN, Enar. in Ps 30).

La Comunión con Cristo:


            * destruye el miedo a conocerse (ver las zonas necesitadas aún de redención), al crecimiento, a la muerte que lleva a la resurrección (muerte diaria)

            * supera el miedo al fracaso (éste no existe, todo es del Señor) y los falsos respetos humanos (“¿qué dirán?”)

            * “En el nombre del Señor” se lanzan las redes: apostolado, predicación, testimonio, corrección fraterna.

            * todo trabajo, por grande que sea, se siente uno capaz porque se hace por el Señor (aunque cueste esfuerzo, tiempo, sacrificios...)

            * las tribulaciones y persecuciones por el Evangelio se sufren y se llevan adelante con Cristo y por Él.


            * el apóstol no dice: “si ya hice...” “si no tengo tiempo”, sino: “¿qué más puedo hacer, Señor?”

            * cuando uno conoce (con el corazón) más al Señor y a su Evangelio, más crece el celo apostólico sin importarle otra cosa: “toma parte en los duros trabajos del Evangelio según las fuerzas que Dios te de” (2Tim 1,8).


 El principio de colaboración con la gracia y de comunión en Cristo crea una vida que es distinta, vida en Cristo, vida en el Espíritu: hoy se necesitan hijos fuertes y valientes forjados en la escuela del Evangelio que es la Iglesia. Sine me, nihil potestis facere.

      "Uno me replica: Luego somos movidos, no obramos espontáneamente. Respondo: obras y eres movido al mismo tiempo. Precisamente obras bien porque eres movido por el bien. Porque el Espíritu de Dios, que te mueve, es tu colaborador mientras obras, y ese mismo nombre de colaborador te indica que tú también ejercitas tu propia actividad... Si tú no fueses operador, Dios no sería tu cooperador" (S. Agustín, Serm. 156,11).
 
      Una profunda humildad -que reconoce lo que es la Comunión y pone a Jesucristo como Señor, como centro- descubre que es Cristo quien obra en ti y por medio de ti (te inspira el gesto y la palabra oportuna y te coloca en el sitio justo cuando Él cree conveniente y es bueno para el otro):

 Lo que haces tú, lo hace Dios en ti. Nunca haces tú lo que él no hace en ti. A veces hace en ti lo que tú no haces; pero nunca haces tú nada si él no lo hace en ti. (Quia quod fit in te, ipse facit a te. Nunquam fit a te, quod non ipse facit in te. S. Agustín, serm. 56,7).


COMUNIÓN es la vida cristiana: “Dios te basta, fuera de Él no te basta nada” (S. Agustín, Serm. 334,3) (Ipse enim sufficit tibi; praeter illum nihil sufficit tibi). Con él todo se puede, sin él “no podemos hacer nada”.

Por eso es imprescindible, urgente, fundamental, recuperar el primado de la Gracia en la vida cristiana:

 "En la programación que nos espera, trabajar con mayor confianza en una pastoral que dé prioridad a la oración, personal y comunitaria, significa respetar un principio esencial de la visión cristiana de la vida: la primacía de la gracia. Hay una tentación que insidia siempre todo camino espiritual y la acción pastoral misma: pensar que los resultados dependen de nuestra capacidad de hacer y programar. Ciertamente, Dios nos pide una colaboración real a su gracia y, por tanto, nos invita a utilizar todos los recursos de nuestra inteligencia y capacidad operativa en nuestro servicio a la causa del Reino. Pero no se ha de olvidar que, sin Cristo, « no podemos hacer nada » (cf. Jn 15,5).
La oración nos hace vivir precisamente en esta verdad. Nos recuerda constantemente la primacía de Cristo y, en relación con él, la primacía de la vida interior y de la santidad. Cuando no se respeta este principio, ¿ha de sorprender que los proyectos pastorales lleven al fracaso y dejen en el alma un humillante sentimiento de frustración? Hagamos, pues, la experiencia de los discípulos en el episodio evangélico de la pesca milagrosa: « Maestro, hemos estado bregando toda la noche y no hemos pescado nada » (Lc 5,5). Este es el momento de la fe, de la oración, del diálogo con Dios, para abrir el corazón a la acción de la gracia y permitir a la palabra de Cristo que pase por nosotros con toda su fuerza: ¡Duc in altum! (Juan Pablo II, NMI; 38).

1 comentario:

  1. Todo lo dejo en Tus Manos, en todo dependo de Ti

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